Martes, día 2

SEMANA 52

LITERATURA



«Oda a una urna griega»

Tú, aún virgen novia de la calma,

Tú, hija adoptada del silencio y la lentitud,

Historiadora del bosque puedes así narrar

Un florido cuento más dulce que estos versos.

¿Qué leyenda con ribetes de hojarasca se aparece en tu figura

De deidades o mortales, o de unos y otros,

¡Oh, pieza ática! ¡Juego limpio! Con una estirpe

De hombres y doncellas esculpidas en mármol,

Con ramas de árboles y malas hierbas pisoteadas;

Tú, silenciosa forma, burlas nuestra razón

Como la eternidad: ¡fría pastoral!

Cuando la vejez consuma esta generación

En el Tempe o en los valles de la Arcadia?

¿Qué hombres o dioses son ésos? ¿Qué doncellas remisas?

¿Qué loca cruzada? ¿Qué lucha por escapar?

¿Qué flautas y tambores? ¿Qué salvaje éxtasis?

Tú sobrevivirás, entre otros llantos

Que no serán el nuestro, amiga del hombre, al que dices:

«La belleza es verdad, la verdad es belleza». Eso es todo

Cuanto sabes y cuanto necesitas saber.

John Keats (1795-1821) es uno de los poetas románticos de principios del siglo XIX que sigue siendo uno de los favoritos del público. Su poema más conocido, «Oda a una urna griega» (1819), continúa provocando la fascinación de los lectores y la crítica, que aún sigue debatiendo sobre cuál es el verdadero significado de sus pasajes clave. En cierta forma, este debate inacabado es un destino apropiado para el poema, que en su contenido expresa la admiración que provocan las historias congeladas en el tiempo y recogidas en una vasija griega.

En la «Oda a una urna griega» el poeta dirige sus versos a la vasija. Esta técnica de dirigirse a un concepto o a un objeto inanimado de manera directa se denomina apostrofe y es una constante en la poesía de Keats en general y en sus odas en particular. El poeta está cautivado por la vasija en tanto en cuanto es un objeto de belleza estética y porque se trata de un símbolo que lleva a la reflexión, un fragmento de inmortalidad en un mundo transitorio y en constante cambio.

En las primeras cinco estrofas del poema (de las que sólo se han reproducido la primera y la quinta), el poeta presenta la urna como una personalización de las distintas eras, llamándola «novia de la calma» e «hija adoptada del silencio y la lentitud». Está maravillado el autor ante las imágenes dibujadas sobre la vasija y ansioso por saber qué historias se ocultan: ¿qué hombres o dioses son ésos? ¿Qué doncellas remisas? ¿Qué loca cruzada? ¿Qué lucha por escapar? Pero estos misterios y esta incertidumbre sólo logran aumentar el atractivo de las imágenes, tal y como el poeta expresa en la segunda estrofa: «Las melodías escuchadas son dulces, pero las que aún no han sido oídas / lo son más». Del mismo modo, siente envidia de los dos amantes reflejados en la vasija cuyas imágenes se han visto detenidas en el tiempo cuando a punto estaban de abrazarse: «Aunque no alcances esa felicidad / ¡Por siempre la amarás y ella a ti!».

Hay pocos versos en la historia de la poesía que se hayan examinado tanto como los dos finales de la «Oda a una urna griega». Parece claro que en esa parte de la oda la propia vasija se dirige al poeta con las palabras «la belleza es verdad y la verdad belleza», que ya son un acertijo en sí mismas. Debido a las dudas sobre la puntuación que Keats utilizó en el manuscrito original, no se sabe si las últimas palabras del poema las dice la urna o el propio poeta, un misterio eterno que encaja a la perfección con un poema sobre los misterios eternos.

OTROS DATOS DE INTERÉS

1. Aunque se ha hablado mucho sobre si la urna a la que va dirigida la oda de Keats existe o no, la opinión general de los especialistas es que no.