Capítulo: 10

En aquellos once meses se produjeron muchos cambios. Wyoh fue bautizada en la iglesia de Greg. La salud del profesor se hizo tan precaria que tuvo que renunciar a la enseñanza. A Mike le dio por escribir poesías. Y los Yankees terminaron en el último lugar de la tabla. No me hubiera importado si se hubiesen defendido con gallardía; pero pasar de campeones a colistas en una temporada… Dejé de verles por video.

La enfermedad del profesor era simulada. Se encontraba en una forma perfecta para su edad haciendo ejercicio tres horas al día en la habitación del hotel y durmiendo con trescientos kilogramos de pijamas de plomo. Lo mismo que yo, y lo mismo que Wyoh, que no era partidaria del sistema.

No creo que hiciera trampa y que pasara la noche cómodamente, aunque no puedo asegurarlo: no dormía con ella. Wyoh se había convertido en un miembro más de la familia Davis. Tardó un día en pasar del «Gospazha Davis» al «Gospazha Mum», otro día en pasar al «Mum», y ahora podría ser «Mimi Mum» con el brazo alrededor de la cintura de Mum. Cuando el Archivo Zebra reveló que no podía regresar a Hong Kong, Sidris había llevado a Wyoh a su salón de belleza y le había dejado una piel tan oscura como antes, pero sin la posibilidad de que se destiñese. Se ocupó también de sus cabellos y añadió unos cuantos detalles, tales como esmalte opaco para las uñas, injertos de plástico para los pómulos y las fosas nasales, etcétera. Y, desde luego, lentillas de contacto que oscurecían sus ojos. Cuando Sidris terminó con ella, Wyoh podría haberse presentado en cualquier parte sin el menor temor a ser reconocida. Era una tamil perfecta, con unos toques de Angola y de Alemania. Empecé a llamarla «Wyma» en vez de «Wyoh».

Era algo espléndido. Cuando hacía ondular su cuerpo por uno de los pasillos, la seguían enjambres de muchachos.

Quiso participar en los trabajos de la granja asesorada por Greg, pero Mum no tardó en obligarla a renunciar. Aunque era fuerte, lista y voluntariosa, las tareas de una granja son esencialmente para hombres… y Greg y Hans no eran los únicos miembros varones de nuestra familia que se distraían; y lo que ella rendía no compensaba las horas de trabajo que perdían los hombres. De modo que Wyoh volvió a ocuparse de las tareas domésticas, hasta que Sidris se la llevó a su salón de belleza como ayudante.

El profesor apostaba a las carreras de caballos aplicando dos métodos: el sistema «de aprendiz» de Mike, y su propio sistema «científico». En julio del 75 admitió que no sabía absolutamente nada de caballos, y siguió únicamente con el sistema de Mike, aumentando las apuestas y repartiéndolas entre numerosos corredores. Sus ganancias cubrían los gastos del Partido, en tanto que las estafas de Mike financiaban la catapulta. Pero, al apostar sobre seguro, el profesor perdió todo interés en el juego y se limitaba a cubrir las apuestas tal como Mike le indicaba. Dejó de leer las páginas de los periódicos dedicadas a las carreras de caballos: algo inconcebible en un buen aficionado.

Ludmilla dio a luz una niña, lo cual dicen que trae buena suerte cuando es el primer hijo, y a mí me encantó: todas las familias necesitan una niña. Wyoh sorprendió a nuestras mujeres con su experiencia de comadrona… y volvió a sorprenderlas demostrando que no sabía absolutamente nada acerca del cuidado de los niños. Nuestros dos hijos mayores se casaron por fin, y Teddy, de trece años, fue optado. Greg contrató a dos jóvenes de unas granjas vecinas y, después de seis meses de trabajar y de comer con nosotros, ambos fueron optados. Lo cual no equivalía a precipitar las cosas, puesto que les conocíamos, a ellos y a sus familias, desde hacía muchos años. Esto restableció el equilibrio que había faltado desde la opción de Ludmilla, y acabó con las indirectas de las madres de jóvenes solteros que no habían encontrado matrimonios.

Wyoh reclutó a Sidris; Sidris empezó su propia célula reclutando a la otra ayudante, y el Salón de Belleza Bon Ton Beauté se convirtió en un foco de subversión. Empezamos a utilizar a nuestros hijos de menos edad para mensajerías y otras tareas que un niño puede desempeñar. Un niño, por ejemplo, puede seguir a una persona a través de los pasillos mucho mejor que un adulto, sin que nadie sospeche de él. Sidris captó la idea y la propagó a través de las mujeres reclutadas en el salón de belleza.

No tardamos en disponer de suficientes chiquillos para mantener bajo vigilancia a todos los espías de Álvarez. Con Mike capaz de controlar cualquier teléfono, y aquel ejército infantil, podíamos seguirles los pasos a todos y a cada uno de los espías. Aquellos chiquillos localizaron al jefe de los espías de Álvarez en Luna City. Sabíamos que tenía que existir un jefe que centralizaba los informes, debido a que los espías no informaban a Álvarez por teléfono, y Álvarez sólo acudía a Luna City cuando un visitante de Tierra era tan importante como para requerir un grupo de guardaespaldas mandado por Álvarez en persona.

El jefe en cuestión resultaron ser dos personas: un viejo que regentaba una tienda que incluía una confitería, un puesto de periódicos y un despacho de apuestas en la Antigua Cúpula, y su hijo que trabajaba en el servicio civil dentro del Complejo. El hijo transmitía los informes directamente, por lo que Mike no había podido oírlos.

Les dejamos en paz. Pero a partir de entonces nos enteramos de los informes de los espías medio día antes que Álvarez. Esta ventaja —debida a chiquillos que no tenían más de cinco o seis años— salvó las vidas de siete camaradas. ¡Y todo gracias a los «Irregulares de la Baker Street»!

No recuerdo quién les puso ese nombre, pero creo que fue Mike. Yo era un simple admirador de Sherlock Holmes, en tanto que él creía realmente que era Mycroft, el hermano de Sherlock Holmes… y yo no juraría que no lo fuera; la «realidad» es un concepto muy resbaladizo. Los chiquillos no se llamaban a sí mismos de aquel modo; tenían sus propias pandillas con sus propios nombres. Y no estaban cargados con secretos que pudieran perjudicarles; Sidris dejaba para sus madres la tarea de explicarles por qué les pedían que hicieran aquellas cosas, aunque sin revelarles nunca el verdadero motivo. Los niños están dispuestos siempre a hacer cualquier cosa misteriosa y divertida… Basta con fijarse en sus juegos.

El salón Bon Ton era un centro de chismorreo: las mujeres se enteran de las noticias mucho antes que el Daily Lunatic. Estimulé a Wyoh a transmitir aquellos chismorreos a Mike todas las noches, sin tratar de deslindar lo anecdótico de lo que parecía significativo, debido a que únicamente Mike podía descubrir lo que era realmente significativo después de asociarlo con otro millón de hechos.

El salón era también un lugar excelente para poner en circulación toda clase de bulos y rumores, y Sidris se convirtió en una especie de auxiliar de Finn Nielsen, a cuyo cargo corría la agitprop.

Una noche fui a buscar a Sidris al salón, cuando terminó su trabajo. Andábamos cogidos del brazo por un pasillo cuando vi una cara y una figura que me resultaron familiares: una chiquilla delgada, todo ángulos con el pelo color zanahoria. No podía tener más de doce años, y yo la conocía, aunque no recordaba de qué, ni de cuándo, ni de dónde.

Psst, muñeca —dije—. Fíjate en esa chica que va delante de nosotros. La pelirroja.

Sidris se fijó.

—Querido, sabía que tenías gustos extravagantes, pero esa chica, como tú dices, no es más que una niña.

—De acuerdo. Pero ¿quién es?

—¿Cómo puedo saberlo? ¿Quieres que se lo pregunte?

Súbitamente recordé la escena. Y me hubiera gustado ir acompañado de Wyoh… pero Wyoh y yo nunca nos dejábamos ver juntos en público. Aquella delgada pelirroja había estado en la reunión en la que mataron a Shorty. Estaba sentada en el suelo con la espalda apoyada en la pared, y escuchaba con mucha seriedad y aplaudía frenéticamente. Luego la había visto volando por el aire, hecha un ovillo, para estrellarse contra las piernas de un chaqueta amarilla: el mismo cuya mandíbula destrocé unos segundos después.

Wyoh y yo estábamos vivos y en libertad gracias a que aquella mocosa supo actuar rápidamente en un momento de crisis.

—No, no hables con ella —le dije a Sidris—. Pero no quiero perderla de vista. Ojalá tuviéramos aquí a uno de tus Irregulares.

—Aquí hay un teléfono —dijo mi esposa—. Llama a Wyoh y tendrás uno dentro de cinco minutos.

Lo hice. Luego continué andando con Sidris lentamente, ya que la pelirroja se paraba delante de todos los escaparates. Al cabo de siete u ocho minutos un chiquillo se paró delante de nosotros y dijo:

—¡Hola, tía Mabel! ¡Hola, tío Joe!

Sidris le cogió de la mano.

—Hola, Toni. ¿Cómo está tu madre, querido?

—Muy bien. —Y añadió en un susurro—: Me llamo Jock.

—Perdona —dijo Sidris, volviéndose hacia mí—. No la pierdas de vista —y entró con Jock en una confitería.

Al cabo de unos instantes salió y se reunió conmigo. Jock la seguía chupando un pirulí.

—¡Adiós, tía Mabel! ¡Gracias!

Se alejó dando saltitos, y se paró junto a la pelirroja delante de un escaparate, chupando solemnemente su pirulí. Sidris y yo nos marchamos a casa.

Nos esperaba un informe.

—La muchacha ha entrado en el Asilo Cradle Roll y no ha vuelto a salir. ¿Mantenemos la vigilancia?

—Un poco más —le dije a Wyoh, y le pregunté si se acordaba de aquella niña.

Se acordaba, pero no tenía la menor idea de quién podía ser.

—Podrías preguntárselo a Finn.

—Puedo hacer algo mejor —y llamé a Mike.

Sí, el Asilo Cradle Roll tenía un teléfono y Mike escucharía. Tardó veinte minutos en recoger datos suficientes para un análisis: muchas voces juveniles, y en edades casi asexuadas. Pero súbitamente me dijo:

—Man, oigo tres voces que podrían encajar con la edad y el tipo físico que me has descrito. Sin embargo, dos responden a nombres que me parecen masculinos. La tercera responde cuando alguien dice «Hazel»… lo cual hace repetidamente una voz de mujer más vieja. Parece ser la jefa de Hazel.

—Mike revisa el fichero de la antigua organización. Busca los Hazel.

—Hay cuatro Hazel —respondió inmediatamente—, y aquí está ella: Hazel Meade, Jóvenes Camaradas Auxiliares, domiciliada en el Asilo Cradle Roll, nacida el 25 de diciembre de 2063, peso treinta y nueve kilos, estatura…

—¡Ese es nuestro pequeño bólido! Gracias, Mike. Wyoh, suspende la vigilancia. ¡Buen trabajo!

—Mike, llama a Donna y transmítele la consigna.

Encargué a las mujeres que reclutaran a Hazel Meade, y no volví a verla hasta que Sidris la trajo a casa, dos semanas después. Pero Wyoh había presentado un informe unos días antes: Sidris tenía su célula completa, pero deseaba incluir en ella a Hazel Meade. Además de esta irregularidad, Sidris faltaba a las normas tratando de reclutar a una niña. Sólo podían admitirse adultos, a partir de los dieciséis años.

Llevé el asunto a Adam Selene y a la célula ejecutiva.

—Tal como yo lo veo —dije—, el sistema de células de tres miembros está destinado a servirnos, no a atarnos. No me parece mal que la Camarada Cecilia tenga un miembro más en su célula. Ni lo considero un peligro desde el punto de vista de la seguridad.

—Estoy de acuerdo —dijo el profesor—. Pero sugiero que ese miembro adicional no forme parte de la célula de Cecilia; no debería conocer a los otros miembros, a menos de que las tareas que Cecilia le encomiende lo hagan necesario. Y creo que no debería reclutar, a su edad. El verdadero problema es el de su edad.

—De acuerdo —dijo Wyoh—. Quería hablar precisamente de la edad de esa chiquilla.

—Amigos —dijo Mike en tono apocado (en tono apocado por primera vez desde hacía semanas; ahora, Mike era algo más que una máquina solitaria: era el ejecutivo «Adam Selene», seguro de sí mismo)—, tal vez debí ponerlo en vuestro conocimiento antes, pero ya he otorgado unas variaciones similares. Me pareció que el asunto no merecía ser discutido.

—Y estabas en lo cierto, Mike —le tranquilizó el profesor—. Un presidente tiene que utilizar su propio criterio. ¿Cuál es la célula mayor que tenemos?

—De cinco. Es una célula doble, tres y dos.

—Me parece muy bien. Querida Wyoh, ¿propone Sidris que esa chiquilla ingrese en el Partido con todos los derechos y todas las obligaciones? ¿Le ha hecho saber que estamos empeñados en una revolución… con todo el derramamiento de sangre, todos los desórdenes y el posible desastre que entraña?

—Eso es exactamente lo que ella propone.

—Querida mía, nosotros ponemos en juego nuestras vidas, pero somos lo bastante viejos para saberlo. Para eso hay que tener un conocimiento cabal de lo que es la muerte. Los niños rara vez se dan cuenta de que la muerte les llegará personalmente. Podría decirse que una persona se convierte en adulta en el momento en que se da cuenta de que tiene que morir… y acepta su sentencia sin desmayar.

—Profesor —insistió Wyoh—, Mike, Mannie. Sidris está convencida de que esa chiquilla es adulta. Y yo también lo creo.

—¿Man? —inquirió Mike.

—Busquemos la manera de que el profesor la conozca y se forme su propia opinión. Confieso que a mí me conquistó. Especialmente por su decisión en el momento de luchar. De no ser así, no hubiera dado origen a todo esto.

Aplazamos la decisión y no volví a oír hablar del asunto. Poco después, Hazel se presentó a cenar en casa como invitada de Sidris. No dio ninguna señal de haberme reconocido, ni yo admití que la había visto anteriormente… pero mucho después me enteré de que me había reconocido, no sólo por mi brazo izquierdo sino porque la alta rubia de Hong Kong me había abrazado y besado. Además, Hazel había penetrado a través del disfraz de Wyoming, reconociendo lo que Wyoh nunca había conseguido disfrazar del todo: su voz.

Pero Hazel tenía un candado en la boca. Si alguna vez supuso que yo era un conspirador, nunca lo demostró.

Los antecedentes de la chiquilla explicaban su firmeza de carácter. Transportada con sus padres cuando sólo tenía unos meses, lo mismo que Wyoh, había perdido a su padre a causa de un accidente de trabajo, que su madre atribuyó siempre a la despreocupación de la Autoridad por las condiciones de seguridad de los convictos. La madre murió cuando Hazel tenía cinco años; la niña ingresó entonces en el asilo en que la habíamos encontrado. Ignoraba el motivo por el cual fueron transportados sus padres, pero posiblemente fuera por subversión si estaban bajo sentencia los dos, como Hazel creía. En cualquiera de los casos, su madre le había legado un odio implacable a la Autoridad y al Alcaide.

La familia que estaba al cuidado del asilo le permitió quedarse allí cuando se hizo mayorcita: Hazel cuidaba bebés y fregaba platos desde que alcanzó el fregadero. Ella misma se había enseñado a leer, pero no sabía escribir. En lo que respecta a matemáticas, sabía contar con los dedos.

Se armó un jaleo cuando se habló de que Hazel abandonara el asilo; la dueña de la institución y sus maridos pretendían que Hazel debía los servicios de varios años. Hazel resolvió el problema marchándose por las buenas, dejando en el asilo sus ropas y sus escasas pertenencias. Mum se puso furiosa y quiso que nuestra familia entablara una querella contra los dueños del asilo. Pero yo la intimé, en mi calidad de jefe de su célula, a que dejara las cosas tal como estaban ya que no era conveniente que la Autoridad, por el motivo que fuera, pusiera los ojos en nuestra familia. Le dije que el Partido correría con todos los gastos que ocasionara el volver a equipar a Hazel. Mum rechazó el dinero, convocó una reunión familiar, se llevó a Hazel a la ciudad y se mostró despilfarradora —tratándose de Mum— al reequiparle.

De modo que adoptamos a Hazel. En aquella época, adoptar a un niño era algo tan simple como adoptar a un gatito.

Se armó otro jaleo cuando Mum quiso llevar a Hazel a la escuela, lo cual no encajaba ni con lo que Sidris había planeado, ni con lo que Hazel había sido inducida a esperar como miembro y camarada del Partido. Intervine de nuevo y Mum cedió en parte. Hazel iría a la escuela por la mañana y ayudaría a Sidris por las tardes, lavando cabezas, aprendiendo a peinar… y haciendo cualquier otra cosa que Sidris le indicara.

«Cualquier otra cosa» fue capitanear a los Irregulares de la Baker Street.

Hazel había manejado niños durante toda su corta vida. Le gustaban, y los niños se sentían a gusto con ella; podía inducirles a hacer cualquier cosa; y comprendía su lenguaje, ininteligible para un adulto. Era un puente perfecto entre el Partido y sus auxiliares más jóvenes. Sabía convertir en un juego las tareas que les asignábamos, y «educar» adecuadamente a los pequeños.

Por ejemplo: supongamos que un niño, demasiado joven para saber leer, es sorprendido con un paquete de literatura subversiva… cosa que había ocurrido más de una vez. He aquí cómo se desarrollarían los acontecimientos, después de que Hazel hubiera adoctrinado a un niño:

ADULTO: Niño, ¿dónde has conseguido esto?

IRREGULAR BAKER STREET: ¡No soy un niño, soy un chico mayor!

ADULTO: De acuerdo, chico mayor, ¿dónde has conseguido esto?

IBS: Me lo ha dado Jackie.

ADULTO: ¿Quién es Jackie?

IBS: Jackie.

ADULTO: Pero ¿cuál es el apellido de tu amigo?

IBS: ¿De quién?

ADULTO: De Jackie.

IBS (en tono burlón): ¡Jackie es una niña!

ADULTO: De acuerdo, ¿dónde vive esa niña?

IBS: ¿Quién?

Y así indefinidamente. La respuesta clave a todas las preguntas era: «Me lo ha dado Jackie». Dado que Jackie no existía, no tenía apellidos, ni señas, ni sexo determinado. Aquellos niños gozaban tomándoles el pelo a los adultos, una vez habían aprendido lo fácil que era.

En el peor de los casos, la literatura era confiscada. Incluso una patrulla de Dragones de la Paz se lo pensaba dos veces antes de «arrestar» a un niño.

Sí, empezábamos a tener patrullas de Dragones dentro de Luna City, pero nunca menos de una patrulla: algunos habían entrado solos y no habían vuelto a salir.

Cuando Mike empezó a escribir poesías no supe si reír o llorar. Además, ¡quería publicarlas! Lo cual demuestra hasta qué punto la humanidad había corrompido a aquella inocente máquina, que deseaba ver su nombre en letra impresa.

—¡Mike, por el amor de Bog! —dije—. ¿Te has propuesto hacer estallar todos los circuitos? ¿O es que planeas abandonarnos?

Antes de que Mike pudiera replicar, intervino el profesor:

—Déjale en paz, Manuel. Yo veo posibilidades. Mike, tendrías que adoptar un seudónimo.

Así es como nació «Simon Jester». Un seudónimo elegido por el propio Mike. Pero utilizaba otro nombre para la poesía seria: su nombre de guerra, Adam Selene.

Los versos de «Simon» eran aleluyas, impúdicas, subversivas, llenas de veneno contra el Alcaide, el Sistema, los Dragones de la Paz y los esbirros de Álvarez. Aparecían en las paredes de los mingitorios públicos o en cuartillas abandonadas en las cápsulas del Tubo. O en las tabernas. Siempre estaban firmadas por «Simon Jester», e incluían un tosco dibujo de un diablo cornudo, de ancha sonrisa y rabo hendido. A veces estaba pinchando a un hombre gordo con una horquilla. A veces sólo aparecía su cara, ancha sonrisa y cuernos, hasta que los cuernos y la sonrisa llegaron a significar: «Simon ha estado aquí».

Simon apareció en todo Luna el mismo día, y a partir de entonces no la abandonó. No tardó en recibir ayuda voluntaria; sus versos y sus pequeños dibujos, tan sencillos que cualquiera podía hacerlos, empezaron a aparecer en más lugares de los que nosotros habíamos planeado. Aparecieron incluso dentro del Complejo… lo cual no podía haber sido obra nuestra, ya que nunca reclutábamos miembros del servicio civil. Así, tres días después de la aparición inicial de unas estrofas especialmente obscenas, sugiriendo que la gordura del Alcaide no procedía de lo que ingería por la boca, sino de lo que tragaba por el final de su tubo digestivo, las estrofas aparecieron impresas sobre etiquetas adhesivas con un dibujo mejorado hasta el punto de que la víctima pinchada con la horquilla por Simon podía ser reconocida inmediatamente como el Alcaide. Nosotros no las habíamos imprimido. Pero aparecieron simultáneamente en Luna City, en Novylen y en Hong Kong, pegadas en casi todas partes: teléfonos públicos, pasillos, rampas, cápsulas del Tubo, etc. Hice un conteo de muestra y se lo pasé a Mike; informó que sólo en Luna City se habían utilizado más de setenta mil etiquetas.

Yo no conocía ninguna imprenta de Luna City dispuesta a arriesgarse a aquel trabajo y equipada para realizarlo. Empecé a preguntarme si era posible que existiera otro grupo revolucionario…

Los versos de Simon tuvieron tanto éxito que Mike amplió sus actividades y se convirtió en un «espíritu burlón», de cuyas «travesuras» no escaparon ni el Alcalde ni el Jefe de Seguridad. «Apreciado Mort el Verruga —decía una carta—. Tenga mucho cuidado desde medianoche hasta las cuatro de la mañana. Amor y Besos, Simon»… con cuernos y sonrisa. En el mismo correo, Álvarez recibió otra carta que decía: «Estimado Alcahuete Mayor: Si el Alcaide se rompe una pata mañana por la noche será por culpa tuya. Tu fiel conciencia, Simon»… con sonrisa y cuernos.

No teníamos nada planeado; sólo queríamos que Mort y Álvarez perdieran unas horas de sueño… cosa que hicieron, lo mismo que sus guardaespaldas. Lo único que hizo Mike fue llamar al teléfono privado del Alcaide a intervalos desde medianoche hasta las cuatro de la mañana. Se trataba de un número que no figuraba en ningún listín y que sólo conocían las personas que gozaban de toda su confianza. Llamando a aquellas personas simultáneamente y conectándolas con Mort, Mike no sólo creó una gran confusión sino que logró que el Alcaide se enfureciera con todos sus colaboradores, cuyas disculpas y negativas se negó a aceptar.

Se dio la afortunada circunstancia de que el Alcaide, cegado por la cólera, dio un traspiés y se dislocó un tobillo… algo muy próximo a una fractura de pierna. Y Álvarez se hallaba presente cuando ocurrió.

Otra noche, Simon difundió el rumor de que la catapulta había sido minada y estallaría antes del amanecer. Noventa más dieciocho hombres no pueden revisar un centenar de kilómetros de catapulta en unas horas, especialmente cuando los primeros noventa son Dragones de la Paz que no están acostumbrados a trabajar con un traje-p y que odian hacerlo. Lo ocurrido aquella noche fue lo más cercano a un motín que se haya producido en toda la historia del regimiento. Un accidente resultó mortal. ¿Cayó, o fue empujado? Un sargento.

El trajín de medianoche hizo que los Dragones de la Paz encargados del control de pasaportes bostezaran con frecuencia al día siguiente y se mostraran más malhumorados que de costumbre, lo cual provocó más choques con los lunáticos y un mayor resentimiento en ambos sentidos.

De modo que Simon aumentó la presión.

La poesía de Adam Selene era más selecta. Mike la sometió a la crítica del profesor y aceptó sus juicios (buenos, creo) sin resentimiento. Tratándose de una computadora con todo el idioma inglés en sus bancos de memoria y capaz de encontrar una asonancia en milésimas de segundo, la medida y la rima de Mike eran perfectas. Lo más flojo era la autocrítica. Pero mejoró rápidamente bajo la severa supervisión del profesor.

El primer poema de Adam Selene apareció en las austeras páginas del Moonglow. Se titulaba «Hogar», y eran los pensamientos de un viejo transportado en su lecho de muerte, descubriendo en aquel instante supremo que Luna es su amado hogar. El lenguaje era sencillo, la rima fácil y sin ripios, y lo único levemente subversivo eran las conclusiones del moribundo de que ni siquiera los numerosos Alcaides que había tenido que soportar representaban un precio demasiado elevado.

Dudo que los editores del Moonglow lo pensaran dos veces. Era un poema excelente, y lo publicaron.

Álvarez revolvió la oficina del Moonglow de arriba a abajo tratando de encontrar algo que le llevara hasta Adam Selene. El ejemplar había salido a la calle medio período lunar antes de que Álvarez lo viera, o le llamara la atención. Nosotros empezábamos a impacientarnos: queríamos que viera aquel poema. Y nos alegramos mucho del sofocón de Álvarez cuando lo vio.

Los editores no pudieron prestarle ninguna ayuda. Le dijeron la verdad. El poema había llegado por correo. ¿Lo conservaban? Sí, desde luego… No, el sobre, no, nunca los guardaban. Álvarez terminó por marcharse, flanqueado por cuatro Dragones que le servían de escolta.

Supongo que disfrutó examinando aquella hoja de papel. Llevaba el membrete de la oficina de Adam Selene:

SELENE Y COMPAÑÍA

LUNA CITY

Inversiones

Oficina del Presidente

Antigua Cúpula

… y debajo, mecanografiado, Hogar, de Adam Selene, etc.

Cualquier huella dactilar era posterior al envío. Y la máquina utilizada había sido una Underwood Eléctrica de Oficina, el tipo más corriente en Luna. Incluso así, las máquinas importadas no abundaban. Un detective científico hubiera identificado la máquina. La hubiera encontrado en la oficina de la Autoridad Lunar en Luna City. Encontramos seis máquinas de aquel modelo en la oficina y las utilizamos en rotación: cinco palabras y pasábamos a la siguiente. A Wyoh y a mí la tarea nos costó horas de sueño y de exposición a un gran peligro, a pesar de que Mike escuchaba en todos los teléfonos, presto a advertirnos. Nunca volveré a hacer una cosa así.

Álvarez no era un detective científico.