Epílogo

«Si no aceptan ahora nuestras condiciones, deben esperar que, desde el cielo, les llegue la ruina más terrible que se haya contemplado en la Tierra».

Presidente Truman

6 DE AGOSTO DE 1945,

HIROSHIMA

La ciudad se desperezaba de la noche cuando la luz lo cubrió todo. Una luz cegadora, mensajera de muerte y odio, como si todo el mal acumulado en los últimos cuatro años se concentrara en un punto y lo consumiera todo por completo. El gran estruendo siguió al resplandor en una violenta tormenta atómica. La bola de fuego devoró todo a su paso y un hongo gigante de ceniza y fuego ascendió hasta el cielo despejado de la mañana.

A miles de metros de altura, el silencio reinaba en el Enola Gay. Todos habían contemplado el resplandor y se sentían angustiados por su intensidad. Ninguno se decidía a mirar, el olor a plomo y el intenso calor les hizo sentirse como si estuvieran en la misma boca del infierno. Cuando el avión se alejaba a toda velocidad del epicentro, el gran hongo comenzó a acercarse a ellos para devorarles. El viento huracanado les empujó hacia arriba, pero la nube de fuego, ceniza y polvo llegó a lamer ligeramente la cola del avión. Después un mar de fuego lo cubrió todo. Ya podían volver a casa.