DIEZ

CUANDO me liberé de la prisión-dormitorio, le propuse a Ben Hur una reunión de la plana mayor de la Organización LOM, en el escondite del bosque de Tel Arza. Sin entrar en detalles, informé que había descubierto una fuente de información vital y pedía autorización para comenzar una operación de espionaje. Chita Reznik dijo:

—¡Oh!

Sin embargo Ben Hur le dirigió una mirada zorruna de color caqui, y no dijo ni sí ni no, ni tan siquiera me miró. Al final, le habló a las uñas de sus dedos:

—La plana mayor estará siempre pendiente de ti.

Vi, en esas palabras, la autorización explícita para comenzar con la operación. Dije:

—Por supuesto.

Les recordé que también en Una pantera en el sótano se le otorgaba a Tyrone Power plena libertad para esfumarse en la niebla y adoptar distintas identidades según sus propios criterios. Chita dijo:

—Es verdad. Se convirtió en contrabandista de diamantes y después en dueño de un circo.

—Un circo —apuntó Ben Hur—. Eso le cuadra a Profi. Una pantera en el sótano, no tanto.

No imaginé que me seguirían. Que la Unidad de Asuntos Internos comenzaría ese mismo día a ponerse en acción. A Ben Hur no le gustaba no saber. Tenía una especie de sed que nunca se saciaba. En su rostro, sus movimientos, su voz, había algo que reflejaba su sed. Por ejemplo, en los partidos de fútbol (él era el centrocampista derecho y yo el comentarista) nos quedábamos alucinados al ver que Ben Hur era capaz de beberse seis o siete vasos de gaseosa seguidos, y después pegarse al grifo y, aun así, parecía que seguía teniendo sed. Siempre. No tengo una explicación. Hace poco me lo encontré en la sala de espera de un vuelo de El Al. Vestía un traje oscuro, llevaba zapatos de piel de cocodrilo, una elegante gabardina colgada del brazo, y su bolsa de viaje, llena de hebillas, llevaba la palabra Patent escrita con letras color plata. Ahora su nombre ya no es Ben Hur Tikochinsky, sino señor Beny Takín, propietario de una cadena de hoteles. Y todavía parece sediento. (Existe una expresión que verdaderamente ilustra la sed de Ben Hur: «abrasado de sed» [Is 5:13].)

¿Sediento de qué? Ojalá lo supiera.

Gente como ésa quizás esté condenada a vagar durante toda su vida por un desierto interior, entre áridas dunas amarillentas, arenas movedizas, soledad. Muchas aguas no lo apagarán, ni lo bañarán los ríos. Como cuando era niño, ahora todavía siento cierta fascinación por esa clase de personas, pero con el paso de los años he aprendido a intentar cuidarme de ellas. O no de ellas, sino de mi fascinación por ellas.