Las palabras pronunciadas por la mujer habían causado un profundo revuelo en todos los hombres presentes y el primero en exigir ver la tablilla en la que había leído aquello era su propio padre. Guylaine se la mostró e, instantáneamente, a medida que la interpretaba, lo sumía en un profundo estado de abstracción.
—Sí, hija, tienes razón. Estas placas de mármol han sido talladas por la mano firme de nuestro papa. Creo que, sin ningún tipo de duda, podemos afirmar que el legado de Silvestre es absolutamente excepcional.
—Aquí dice que decidió no hacer público este gran descubrimiento porque nadie lo hubiese entendido en el siglo X —leyó Renaud en otra de las tablillas—. Según él, la barbarie del primer milenio no permitía comprender los profundos conceptos y revelaciones que contiene este…
—Este qué… —le demandó su jefe.
—Me parece bien la palabra que habéis dicho antes. Creo que debemos llamarle monolito. Pues bien, este monolito que encontró es un sorprendente vestigio de una civilización atávica que nadie ya recuerda y que recoge una serie de principios herméticos relacionados con la naturaleza y con el funcionamiento de nuestro planeta.
»Aquí hay unas palabras iniciales de Silvestre, dirigidas a quien encontrase este legado —continuó Renaud—. Dejadme que os lea.
Dios provea suerte a la humanidad para que este prodigio que deposito aquí caiga en buenas manos, porque su uso está destinado a salvar la vida y no a destruirla.
Yo creo que ha sido enviado por nuestro Dios, pero no puedo asegurar que no sea una invención de Lucifer, ya que representa las dos caras de una misma moneda.
Soy un hombre inquieto desde que nací. Siempre me ha interesado la ciencia y, sobre todo, las matemáticas y la astronomía. En el transcurso de la búsqueda de pergaminos y libros antiguos, encontré este portento que deseo legar al futuro: una tabla de metal que contiene conocimientos inauditos. Cuando la descubrí y supe lo que contenía, debo reconocer que mi primera intención fue destruirla por el peligro que representa. Le pegué duros golpes, pero con ello sólo conseguí romper la herramienta con la que lo hice. Ésa fue otra de las razones por las cuales supe el valor de este descubrimiento y que me permitió comprobar que fue construido por una civilización que ya no existe, pero que, a juzgar por el resultado, debió de tener unos conocimientos muy superiores a los nuestros.
Yo he estudiado la herencia cultural de nuestros antepasados y conozco bien el legado de los egipcios, los griegos, los hebreos y, cómo no, también de los árabes. Muchos pueblos han usado el lenguaje de signos para dejar evidencias a otras generaciones.
Sin embargo, esto es bien distinto. Creo que la cronología de la humanidad no se corresponde con lo que hemos entendido y que, mucho antes de las primeras culturas que conocemos, existió en tiempos remotos un pueblo que se forjó en la sabiduría ancestral y que vivió muy en contacto con la naturaleza.
Esa civilización, cuyo nombre ni siquiera sabemos, poseyó un avanzado dominio del suelo que pisamos y de los fenómenos naturales.
En nuestra era, los hombres están sufriendo el asedio de la madre tierra. Fuertes lluvias, sequías, malas cosechas, hambrunas, movimientos violentos del suelo y un sinfín de desastres matan a los seres que pueblan este mundo continuamente.
Aunque siempre hemos considerado que esos castigos son enviados por Dios, lo cierto es que esta tabla metálica permite controlar y solucionar esos problemas.
Por tanto, mi legado es sorprendente, porque quien tenga este prodigio podrá jugar a ser Dios. En mi caso, no he conseguido entender todo lo que hay aquí contenido, debido a que mis conocimientos no alcanzan a entender muchas de las cosas que dice. Por eso, y por otras razones que antes he explicado, dejo aquí esta tabla divina para que personas más sabias que yo puedan utilizarla en beneficio de los hombres que pueblan este mundo.
Haced buen uso de ella, pues hará falta para los desastres que se avecinan en el transcurso del segundo milenio y, sobre todo, al principio del tercer milenio, alrededor del año 2033, ya que, si nadie lo remedia, ése puede ser el fin del mundo.
Al terminar la lectura, una mirada de complicidad entre ellos puso de relieve la importancia del descubrimiento, y la primera en conseguir hacer una reflexión sobre aquel descubrimiento fue la mujer.
—Me pregunto cómo hemos de interpretar estos signos tan extraños y para qué servirán, ya que no me imagino la forma en la cual el ser humano puede controlar la Tierra para evitar las catástrofes naturales.
Guylaine contempló todo lo cerca que pudo un texto que parecía venir de otro planeta.
—Pues la respuesta está aquí mismo —Renaud elevó la mano derecha sosteniendo con ella una de las tablillas de mármol—. Silvestre no entendió lo que el monolito, o la tabla metálica como él la llama, quería decir, porque carecía de las nociones básicas para entender los mecanismos globales del planeta. Pero lo que sí supo fue traducir esa escritura tan extraña, porque, si en algo era bueno nuestro papa, fue en el campo de las matemáticas y en la interpretación de signos ocultos. No obstante, es muy probable que, al descubrir el monolito, también hallase algún tipo de guía sobre cómo traducirlo. La verdad es que nunca lo sabremos, pero lo importante es que tenemos el manual de instrucciones completo.
—Es evidente que la ciencia moderna lleva muchos años indagando sobre cuestiones que fueron resueltas en otra etapa de la tierra, por otras civilizaciones —dijo el conde—. No sabría decir cuánto hace de aquello, pero está claro que este hallazgo se hunde en la noche de los tiempos.
—¿Podemos leer una parte de lo expuesto en el monolito? —pidió Bruno—. Me muero de ganas por saber qué tipo de información contiene y cómo se puede actuar sobre un planeta entero.
En unos segundos, Renaud había ordenado las tablillas donde se exponía cómo leer la gran tabla metálica y se encontró en disposición de realizar las primeras traducciones.
—La facilidad de este hombre para los idiomas extraños nunca dejará de sorprenderme —lanzó el conde.
—Pues allá voy —dijo su asistente—. Perdonadme si cometo errores, pero es que este lenguaje tan especial me llevará semanas de estudio hasta dominarlo. Comienzo…
Hace mucho tiempo, la semilla de la vida fue depositada en nuestra tierra por alguien que desconocemos. Unos dicen que fueron unos seres venidos de las estrellas y otros, que fue nuestro Dios, el único que creemos que existe, aunque otros pueblos lejanos piensan que hay muchos dioses.
De una u otra forma, ni el más viejo de nuestra gente sabe ni cómo ni cuándo llegó hasta nosotros el más valioso de los tesoros que tenemos, el que nos permite hablar con nuestros campos, mares y el cielo.
—Aquí parece haber una palabra que no puedo traducir con facilidad, pero que debe de significar algo parecido a «Madre Naturaleza», por lo que, si me permitís, voy a referirme a ella cada vez que la vea —solicitó Renaud.
Nuestro pueblo tuvo una evolución muy rápida que atentó contra el suelo que pisamos, los campos que nos dan frutos y animales, y los mares que nos proveen de peces para alimentarnos.
Esa etapa de nuestras vidas ha durado mucho tiempo y hemos llegado al momento en el cual es irreversible: hambre, sequías, tormentas y desesperación nos acechan sin descanso. Por eso, el fin de nuestra civilización está marcado y nada podemos hacer ya para cambiarlo.
Sólo nos queda escribir esta tabla para que otros pueblos aprendan de nuestros errores y sean capaces de aplicar los conocimientos que nosotros recibimos pero que no fuimos capaces de aplicar, porque no creímos que la Madre Naturaleza fuese capaz de volverse contra nosotros, con la violencia necesaria para causar daños irreparables a los seres que otrora albergó con dulzura. Cuando dejamos de sentir un contacto armonioso con la naturaleza, lanzándonos hacia unos sistemas de explotación y progreso que no son coherentes con el respeto al sitio donde vivimos, es cuando empezamos a morir, ya que los hombres no pueden ser criminales y saqueadores con el espacio que los acoge.
Aquellas personas que lean esto deben hacernos caso y comprender lo que nosotros hemos entendido demasiado tarde: la Madre Naturaleza tiene vida propia, está viva y, si sus hijos osan dañarla, se vengará.
No cometáis el mismo error que nosotros en pensar que la Madre Naturaleza es inanimada y que está aquí sólo para proveernos de todo lo que necesitamos, sin más.
La Madre Naturaleza, al igual que las madres de nuestra raza, es fértil, benévola y generosa. Pero también puede ser salvaje y destructiva cuando se le daña, porque tiene que defenderse de sus hijos.
Renaud carraspeó y paró unos segundos para ver las caras de sus oyentes y, tal y como esperaba, encontró caras de sorpresas en todos y cada uno de los presentes.
Por todo ello, debemos dejar a otras civilizaciones del futuro este legado que recibimos de seres anteriores a nosotros y que no hemos sabido utilizar.
Las leyes y principios que siguen a continuación pueden dar un gran poder a las personas que lo manejen. Es muy importante que sea utilizado con sabiduría porque, si no, supondría el fin del hombre.
El poder que emana de lo aquí expuesto debe ser conocido y puesto en práctica solamente por un Consejo de Sabios que sepan mantenerlo en silencio, de una forma hermética.
He aquí los principios…
El asistente del conde comenzó a enumerar sorprendentes revelaciones que harían enmudecer a cualquier científico que leyese esas manifestaciones.
—Efectos de las corrientes marinas sobre el clima, condiciones de autorregulación de la atmósfera por la biomasa, datos de composición del aire y otros muchos elementos relacionados con el planeta tierra —enumeró Renaud—. Es sencillamente imposible que hace miles de años una civilización perdida manejase estos conocimientos.
—Salvo que no fuesen de este mundo… —murmuró el conde.
—¡Prestad atención a esta frase!
Habitamos un organismo vivo y somos parte de él.
En tiempos muy antiguos en este ser inmenso que nos alberga no había vida, pero unas condiciones iniciales hicieron posible que comenzaran a surgir animales, plantas y el propio hombre, que han ido modificando ese entorno de partida. Desde entonces, nuestro mundo es un ente muy complejo donde están implicados los mares, las tierras y el aire que respiramos en un equilibrio del que depende la propia existencia de este ser que nos aloja.
—Todo esto es, sencillamente, sorprendente —murmuró la mujer.
—Cualquiera de estas exposiciones tiene un valor incalculable —se atrevió a pronunciar Marc.
—Y he aquí la joya del monolito —indicó Renaud—. La relación entre todos los elementos que hacen posible la vida en la tierra y que suponen una interacción entre el mar, el aire y la tierra está escrita en forma de ecuación matemática. Es, por decirlo así, la fórmula que gobierna el equilibrio en nuestro planeta Tierra.
—¡Dios mío! Con todo esto podremos resolver muchos de los males que acechan a nuestro hábitat. Hemos resuelto el que puede ser el mayor descubrimiento de la historia de la humanidad —exclamó el noble—. Debemos estar contentos y felicitarnos por el buen resultado después de todo lo que ha ocurrido en los últimos días. Las aventuras que hemos pasado no podían haber acabado mejor.
Pierre Dubois se acercó a su asistente y, con una inmensa sonrisa en los labios, le dio un fuerte abrazo en señal de felicitación por el resultado del trabajo realizado durante toda una vida.
Renaud le respondió con otro sincero estrujón y ambos se desvivieron durante unos minutos en mutuos elogios.
—¡No puedo creer lo que estoy viendo! —les espetó Guylaine—. ¿Es que no os dais cuenta de que aún no podemos cantar victoria?
Los hombres la miraron sin entender.
—¿Dónde está mi madre? —lanzó de nuevo la mujer.
—Cuando yo llegué al castillo ya no estaba. El mayordomo me dijo que había salido con una maleta y pensé que había debido de irse a Burdeos, con su madre, como suele hacer de vez en cuando. Luego, para conseguir la mayor confidencialidad en los trabajos que íbamos a realizar, consulté con Bruno y acordamos dar unos días de vacaciones a todo el personal de servicio. Puedes llamar a su familia en el sur…
—Ya lo hice; ella no está allí.
—¿Entonces? —reflexionó el conde—. ¿Qué ha podido ser de ella?
El noble miró a Bruno primero, que se sonrojó de forma sorprendente, y luego se fijó en Marc, que también mostró un nerviosismo difícil de explicar.
La extraña reacción de los dos hombres jóvenes hizo sospechar a Guylaine que ninguno de ellos había dicho todo lo que sabía.
Cuando se disponía a interrogarlos, sonó el teléfono móvil de Marc.
Era una llamada de su tío.
Tenían a la condesa secuestrada.
Si no les entregaban el legado de Silvestre esa misma noche, Véronique Dubois sería ejecutada sin piedad.
* * *
Con el corazón latiéndole con fuerza, la mujer tomó el teléfono de la mano de Marc y exigió que le pusieran con su madre para saber si era cierta la advertencia. Necesitaba escuchar su voz y cerciorarse de que aquellos brutos no la habían maltratado.
—Hija, por favor, sácame de aquí —pronunció con tono tembloroso una maltrecha condesa, cuyas palabras cayeron sobre Guylaine como un auténtico jarro de agua fría.
—¿Te han hecho daño?
Marcos Mignon respondió que ya era suficiente y que ahora procedía llevar todo lo que habían encontrado hasta la puerta de las bodegas y entregárselo a ellos si querían evitar la muerte de la condesa.