Nota Histórica

Estamos en 1665 y la muerte de Felipe IV, dejando un heredero de corta edad y salud precaria, Carlos II, concita la codicia de las potencias europeas. Luis XIV, casado con la infanta de España María Teresa, hija de Felipe IV y su primera esposa, Isabel de Borbón, aduce el Tratado de los Pirineos de 1659 para sostener sus pretensiones a territorios de Flandes.

Comienzan así las sucesivas guerras con Francia, que conllevan la pérdida del Franco Condado y plazas de Flandes; ataques de terrible fiereza a Cataluña; la gangrena de la Real Hacienda y, con posterioridad, los repetidos intentos de desmembración del Imperio español mediante los varios Tratados de Partición.

La decadencia política y económica es imparable. Pero en el terreno artístico y literario, el florecimiento es evidente. Este es el contexto en el que una escultora de talento, Luisa Roldan, intentará acceder al puesto que cree le corresponde. Nunca una mujer había intentado ocupar ese lugar, reservado a los hombres. Ella lo hará.

Libro I (1654-1690)

Las guerras con Francia y el consiguiente decaimiento de la hacienda marcan este periodo. A la Paz de los Pirineos (1659) sigue el matrimonio de Luis XIV con María Teresa de Austria. Esta unión será trascendental para el futuro de España.

Mazarino, el astuto cardenal y primer ministro francés, introduce en el contrato de esponsales una cláusula que el rey español no podrá cumplir: la entrega de una dote de quinientos mil escudos.

Al morir Felipe IV en 1665, dejando un niño de cuatro años como heredero, se despiertan las ambiciones del Rey Sol respecto a los territorios hispánicos. Comienza la Guerra de Devolución, por la que reclama parte de Flandes. El incumplimiento del acuerdo de esponsales es la excusa para la ansiada expansión. La Paz de Aquisgrán (1668) finaliza la contienda.

Continúan las hostilidades contra Holanda, pero tras cinco años de guerra, la Paz de Nimega en 1678 traerá consigo la boda de Carlos II con Luisa de Orleans. El Rey Sol intentará entonces inmiscuirse en los asuntos españoles. Tras un nuevo conflicto, se firma la Paz de Ratisbona en 1684.

La coalición formada por Holanda, Suecia, Saboya, Inglaterra y España comienza una lucha contra Francia de resultados muy negativos para nuestro país, pues el estado del reino es de suma necesidad. Con la Paz de Ryswick (1697), Luis XIV, queriendo congraciarse con los españoles, y con los ojos puestos en nuestra nación, devuelve Barcelona y todos los territorios catalanes; en Flandes, restituye Mons, Courtrai y Ath.

Dos hombres se esforzarán por ordenar este caos: el duque de Medinaceli y el conde de Oropesa. El primero, de 1680 a 1685, intenta imponer medidas que resultan impopulares, pero que son necesarias; que no contentan a nadie y que terminarán por provocar su caída. El segundo, de 1685 a 1691, procura racionalizar la administración y frenar la bancarrota. Acabará por ser destituido. Era uno de los hombres más capaces de su tiempo.

Esta es la situación política, pero en las artes y la literatura es el siglo XVII de gran esplendor.

En la literatura, florece el genio de Lope de Vega, Quevedo, Gracián y Calderón de la Barca. En la pintura, liderados por Velázquez, serán admirados Murillo, Valdes Leal, Zurbarán y Carreño de Miranda, y sus obras, requeridas en todas las cortes de Europa. En unión de sus colegas pintores, los escultores Alonso Cano, Simón de Pineda y Pedro Roldán elevan a Sevilla a villa segunda sólo después a Roma. Las prodigiosas riquezas que todavía arriban de Indias a su puerto atraen al Zar. Dos embajadas de Rusia intentarán introducir este país en su próspero comercio.

En esa ciudad vital, culta, puente de Indias, sensual y fascinante, ve la luz en 1654 (1652, según otros investigadores) Luisa Roldán, que recibirá una magnífica educación en el taller de su padre, Pedro Roldán, reconocido escultor. En una época en la que las mujeres trabajan en los talleres de padres, maridos o hermanos y son ellos los que firman todas las obras, Luisa emprende el difícil camino de la independencia y el reconocimiento. Primero en su Sevilla natal, y más tarde en la pujante Cádiz, afianza su posición. Llegará a obtener su propio taller y un insólito honor para una artista: ser nombrada escultora de cámara. Y por dos reyes tan diversos, oriundos de culturas tan diferentes: Carlos II y Felipe V.

Libro II (1690-1691)

La lucha por el poder conmociona la madre Rusia. Un joven heredero, Pedro, que acabará siendo llamado el Grande, soporta una infancia terrible; las revueltas de los temibles streltsi amenazan de continuo su seguridad y la de su madre, Natalia. La propia hermanastra de Pedro, Sofía Alexeievna, instigará una de esas revueltas.

La Iglesia ortodoxa, que ya había conocido el cisma del obispo Nikon en 1652, heredera de Bizancio, hará todo lo posible por oponerse a las ideas renovadoras de su zar. Pero él cree en Rusia y en su capacidad de convertirse en una nación moderna. Nada lo detendrá en su empeño. A pesar de las convulsiones que produce la transformación.

Para ello, como ya hiciera Isabel de Castilla dos siglos antes, escoge a sus colaboradores según mérito, no por su origen, buscando al mejor para cada cargo. Algunos de sus consejeros proceden de la poderosa clase nobiliaria de los boyardos; otros son hijos del pueblo; los unos ortodoxos, otros católicos extranjeros o judíos rusos. Y se funden en un abrazo de colaboración en esa apasionante época de la historia rusa.

Ayudado por ellos, Pedro impulsará el cambio con estos proyectos: el acceso al mar Báltico por el oeste, vital para la navegación comercial, y por el sur, al mar Negro; la contratación y asesoramiento de científicos, artistas y arquitectos, para que Rusia conozca el nivel de progreso de que goza Europa; la fundación de escuelas y talleres para formar a sus súbditos y espolear el innato sentido artesanal de los rusos.

El sueño de Pedro el Grande se cumplirá, y fundará el 27 de mayo de 1703 una extraordinaria ciudad bañada por las aguas: San Petersburgo.

De todas partes del mundo vendrán a conocer el fruto de la imaginación de Pedro, y el denodado trabajo de tantos seres anónimos.

Construye también los palacios que imaginó: Petergov, al borde del mar, y Tsárskoye-Selo, con su asombrosa Cámara de Ámbar. Se casa en segundas nupcias con una joven mujer enérgica y decidida, pero no la escoge entre las gentes de su rango. Una prisionera de guerra, amante de Alexander Menshikov, enamora al Zar en el primer encuentro. Se convertirá con el tiempo en Catalina I.

Las embajadas rusas, aunque llenas de intenciones, no tendrán un resultado concreto hasta 1723, en que se instala el primer consulado ruso en Cádiz; España manda a su primer embajador permanente, el duque de Liria, en 1727.

Libro III (1692-1704)

La decadencia de España es ya imparable. La miseria y el hambre afligen a la población, y la esperanza de un heredero, que brotó tras el matrimonio del Rey con Mariana de Neoburgo, se desvanece. Es el momento en que las potencias europeas renuevan su avidez para arrebatar retazos de España.

El sentido del deber de Carlos II le impulsa a no dejarse influir en un asunto tan grave como la sucesión. Mariana de Neoburgo, además de procurar pinturas, prebendas y objetos de arte para su familia, intentará inclinar el favor del Rey hacia su candidato, su sobrino el archiduque Carlos de Austria. Pero la opción francesa saldrá victoriosa, esto es, Luis XIV. Su nieto, el duque de Anjou, será rey de España con tan sólo diecisiete años. El creciente poder del Rey Sol y la eficiente administración de su reino conllevan poderío económico y ejércitos bien pertrechados y organizados, lo que garantiza al moribundo Carlos II la continuidad del Imperio español tal y como le fue legado por sus antepasados. El laudo de Inocencio XII, que aboga por el candidato francés, será determinante.

La amenaza de una guerra civil inminente se cierne sobre España. A pesar de ello también se abre un periodo de prosperidad. Dos mujeres, María Luisa de Saboya y la princesa de los Orsini, inteligentes y de decidida firmeza en las adversidades, contribuirán al progreso de nuestro país.

Otro factor había sido decisivo para inclinar la balanza del lado francés: la habilidad de los servicios diplomáticos y de inteligencia galos; y la soberbia y falta de visión de sus homólogos austríacos. Ambos favorecen la causa de Francia.

Pero las potencias marítimas, Holanda e Inglaterra, no aceptan esta decisión. Se coaligan con Saboya (¡el duque de Saboya es el padre de la Reina de España!) y Portugal para comenzar otra nueva guerra, la más terrible y cruel: una guerra civil.

De nuevo la Roldana habrá de batallar y templar por lo que ella considera merecido. Una mudanza sin precedentes se produce en la corte y la sociedad española. Los acontecimientos pesarán en la existencia de la escultora. Las carencias en el presupuesto real son la causa de la tardanza, o la inexistencia, en los pagos, ocasionando la enorme necesidad que marcará la vida de Luisa. Accede a la fama, sí, pero no al bienestar.

Las convulsiones que acompañan a los cambios drásticos de la historia afectarán a la Roldana, que no cejará en su lucha por el reconocimiento, abriendo así caminos de libertad para las mujeres del futuro.