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Las máquinas pueden ser predecibles, pero también dignas de confianza. A la inversa, los humanos cambian de lealtades y creencias con notable e inquietante facilidad.

ERASMO, Diálogos de Erasmo

Vorian Atreides estaba sentado a la mesa larga y pulida de una sala de interrogatorios, dispuesto a plantar cara a una multitud de líderes políticos, todos los cuales albergaban sospechas y preguntas. Confiaba en tener respuestas para todos.

Iblis Ginjo iba a ser interrogado por separado. La liga ya había enviado su nave exploradora más veloz a la Tierra para verificar su historia y conocer el estado actual de la revuelta.

El aspecto de la capital había asombrado a Vor. Los edificios de Zimia carecían de la majestuosidad indignante de la Tierra, y las calles parecían… desorganizadas. Pero la gente que veía, los colores, las ropas, la expresión de los rostros… Era como si hubiera despertado de un sueño. Vor decidió colaborar con los humanos libres lo máximo posible. Si le dejaban.

Para una sesión de interrogatorios como esta, Agamenón habría utilizado estimuladores del dolor y aparatos de tortura exóticos. Sin duda, la liga consideraba que tenía una oportunidad inmejorable de obtener información fidedigna sobre Omnius. Sentados alrededor de la mesa los representantes le contemplaban con curiosidad, algunos con odio o resentimiento, como mínimo.

Vor siempre se había sentido orgulloso de su linaje, engañado por las glorias teóricas de Agamenón y los titanes. No obstante, los humanos libres tenían una visión diferente de la historia. Una visión más exacta, esperó.

Vor, incómodo entre tanta gente nerviosa, se sentía abandonado, echaba de menos a Serena, confiaba en que estuviera bien. ¿Se había reunido ya con Xavier? ¿Querría ver a Vor de nuevo?

Antes de que el murmullo de conversaciones se apagara, Vor habló, eligiendo sus palabras con la máxima cautela.

—No me excusaré por mi conducta. Mi colaboración con las máquinas ha causado perjuicios y dolor a la gente gobernada por la Liga de Nobles. —Paseó la vista por la sala, y sostuvo la mirada de cada espectador intrigado—. Sí, he trabajado como hombre de confianza en una nave de actualizaciones, entregando copias de Omnius a los Planetas Sincronizados. Fui educado por las máquinas pensantes, me enseñaron su versión de la historia. Y reverencio a mi padre, el general Agamenón. Creía que era un gran cimek.

Una oleada de murmullos se elevó en la sala.

—No obstante, Serena Butler me abrió los ojos. Me retó a cuestionar lo aprendido, y comprendí que me habían engañado.

Le costaba verbalizar su ofrecimiento. Se le antojaba la traición definitiva a su pasado.

Así sea. Respiró hondo y continuó.

—Deseo con todas mis fuerzas utilizar mis conocimientos y habilidades, así como mi precisa información sobre el funcionamiento de las máquinas pensantes, para ayudar a mis hermanos humanos, que se han rebelado contra Omnius en la Tierra.

Los representantes hablaron entre murmullos, cuando empezaron a darse cuenta del significado de sus palabras.

—Desconfío de cualquier hombre capaz de traicionar a su padre —dijo uno de los representantes—. ¿Cómo sabemos que no va a entregarnos información falsa?

Vor frunció el ceño. Para su sorpresa, la hermosa Zufa Cenva habló en su favor.

—Está diciendo la verdad. —Sus ojos oscuros le taladraron, y no pudo sostener su mirada más de un momento—. Si osara mentir, yo lo sabría.

Uno de los interrogadores examinó sus notas.

—Y ahora, Vorian Atreides, queremos hacerte muchas preguntas.