La conciencia y la lógica no son criterios fiables.
PENSADORES, Postulados fundamentales
Un grupo conectado de robots obreros correteó sobre el casco del Viajero onírico cuando la nave se posó sobre una estructura que abarcaba un cráter artificial en los terrenos del espaciopuerto. Diminutas máquinas reptaron en el interior de las lumbreras de escape y restregaron las cámaras del reactor, un ejército coordinado de unidades de mantenimiento que reparaban los daños infligidos por la Armada de la Liga.
Vor y Seurat contemplaban a los obreros desde lo alto de una plataforma, confiados en que las reparaciones se ejecutarían según las especificaciones programadas.
—Pronto podremos partir —dijo el capitán robot—. Debes de estar ansioso por derrotarme de nuevo en tus juegos de guerra.
—Y tú por contarme chistes que yo no considero divertidos —replicó Vor.
Ansiaba volver a bordo del Viajero onírico, pero también le asediaba otra clase de impaciencia, un dolor en el pecho que empeoraba cada vez que pensaba en la hermosa esclava de Erasmo. Pese al desprecio de Serena Butler, no podía dejar de pensar en ella.
Lo peor era que no entendía el motivo. Debido a sus vínculos paternos, Vor Atreides había gozado de numerosas esclavas sexuales, algunas tan adorables como ésta. Habían sido criadas y educadas para estas tareas, y vivían en cautividad entre las máquinas pensantes. Pero la esclava de Erasmo, pese a haber sido llevada a la villa contra su voluntad, no parecía sentirse derrotada.
Vor recreaba en la mente su rostro, sus labios sensuales, la mirada penetrante de sus ojos lavanda cuando le miraba con desagrado. Aunque su embarazo era evidente, aun así se sentía atraído hacia ella, y experimentaba unos extraños celos. ¿Dónde estaba su amante? ¿Quién era?
Cuando Vor regresara a la villa de Erasmo, ella no le haría caso o volvería a insultarle. No obstante, ansiaba verla antes de que Seurat y él partieran en otra larga gira de actualización. Ensayaba lo que iba a decirle, pero aún en su imaginación ella siempre se mostraba más ingeniosa que él.
Vor subió una escalerilla y se internó en un estrecho espacio interior, donde vio que un obrero de mantenimiento disponía nuevas redes de circuitos líquidos en el panel de navegación principal. El obrero escarlata trabajaba con sus herramientas incorporadas. Vor avanzó unos centímetros y lanzó un vistazo al panel abierto. Observó la pauta mareante de componentes de colores.
—Te llevarás una decepción si esperas pillarlo cometiendo un error —dijo Seurat desde atrás—. ¿O intentas llevar a cabo tu tantas veces anunciado sabotaje?
—Soy un sucio hrethgir. Nunca sabes lo que podría hacer, vieja Mentemetálica.
—El hecho de que no rías mis chistes indica que careces de inteligencia para trazar un plan tan tortuoso, Vorian Atreides.
—Tal vez todo se reduzca a que no eres divertido.
Por desgracia, las chanzas y los trabajos de reparación no impedían que siguiera pensando en Serena. Se sentía como un adolescente, excitado y confuso al mismo tiempo. Quería hablar con alguien de sus sentimientos, pero no a su amigo robot, que aún comprendía menos a las mujeres que Vor.
La verdad era que necesitaba hablar con Serena. Tal vez con su perspicacia e inteligencia, ella había leído en su interior, pero lo que vio no le agradó. Le había llamado esclavo incapaz de ver las cadenas. Un insulto desconcertante, teniendo en cuenta todos los privilegios de su vida. No tenía ni idea de a qué se refería.
El obrero cambió de herramientas para poner a punto un puesto de recogida de datos. El brazo esbelto de la máquina se extendió más para manipular un botón de ajuste del interior del panel.
Seurat, que se hallaba de pie en la cabina del Viajero onírico, activó los controles principales de la nave, utilizando métodos de diagnóstico incorporados para verificar los sistemas de navegación.
—He descubierto un atajo a nuestra segunda escala de la ruta. Por desgracia, exige atravesar una estrella azul gigante.
—En ese caso, aconsejo una ruta diferente —dijo Vor.
—Estoy de acuerdo, aunque me molesta perder el tiempo.
Se preguntó qué sería de Serena cuando el niño naciera. ¿Lo destinaría Erasmo a los recintos de esclavos para que no interfiriera en las tareas de Serena? Por primera vez en su vida, Vor sintió compasión por un cautivo humano.
Como hombre de confianza, siempre se había considerado súbdito de los Planetas Sincronizados, y ansiaba convertirse en neocimek algún día. Creía que Omnius gobernaba a los humanos por su bien. De lo contrario, la galaxia se sumergiría en el caos.
Estaba acostumbrado a situaciones en que una parte dominaba y la otra se sometía. Por primera vez, se preguntó si existirían otro tipo de relaciones, basadas en la igualdad. Estaba claro que el capitán robot del Viajero onírico era el jefe de Vorian, pero habían llegado a un acuerdo positivo para ambos.
Vor se preguntó si Serena y él serían capaces de forjar una relación en que ambos se trataran con absoluta igualdad. Se trataba de un concepto radical, que hería su sensibilidad. Aun así, creía que ella no aceptaría menos.
El obrero de mantenimiento, encajado en un estrecho espacio detrás del mamparo y el panel de navegación, emitía extraños sonidos y repetía conexiones de prueba una y otra vez.
—Deja que pruebe esa herramienta —dijo Vor al robot con un suspiro.
El obrero giró hacia él y le entregó la sonda de diagnóstico, pero parte de sus extremidades recubiertas de metal interfirieron con una conexión del campo de circuitos expuesto, y se produjo un cortocircuito. El robot chilló. Del panel averiado surgió un hedor a circuitos y sistemas hidráulicos fundidos.
Vorian salió como pudo del estrecho espacio, y luego se pasó la mano por la frente. Seurat examinó el robot y los componentes ennegrecidos del sistema de navegación.
—Mi conclusión de experto es que hace falta un poco más de mantenimiento.
Cuando Vor rió del comentario, Seurat se quedó sorprendido.
—¿Por qué te parece divertido?
—Nunca pidas a nadie que te explique lo que es el humor, Seurat. Confórmate con las carcajadas.
Después de interrumpir el suministro eléctrico, Vor sacó el robot averiado y lo tiró sobre la cubierta. Se trataba de unidades fáciles de sustituir. Seurat envió la solicitud de un nuevo obrero.
Mientras esperaban a que continuaran las reparaciones, Vor habló de sus sentimientos contradictorios. Tal vez encontraría algo útil en la base de datos del robot.
Las fibras ópticas del robot centelleaban como soles diminutos.
—No entiendo tu problema —dijo Seurat, mientras descargaba un resumen de diagnósticos de un banco de datos de la nave—. Gozas de una situación privilegiada entre las máquinas pensantes. Presenta una solicitud a Erasmo.
Vor estaba exasperado.
—No es eso, Seurat. Aunque Erasmo me cediera a Serena… ¿qué pasaría si ella me rechazara?
—Amplía tu búsqueda. Te planteas dificultades innecesarias. Entre las candidatas humanas de la Tierra, encontrarás con facilidad una hembra compatible, incluso con facciones similares a las de esta esclava en particular, si tanto valoras sus atributos físicos. Vor se arrepintió de haber sacado el tema a colación.
—Las máquinas pensantes pueden ser tan estúpidas a veces.
—Nunca me habías hablado de tales emociones.
—Porque nunca había sentido esto.
Seurat se quedó petrificado.
—Soy consciente intelectualmente del imperativo biológico humano de copular y reproducirse. Estoy familiarizado con las diferencias físicas entre hombres y mujeres, y con vuestras urgencias hormonales. Siempre que la herencia genética sea aceptable, la mayoría de sistemas reproductores femeninos son iguales. ¿Por qué es más deseable esta tal Serena que cualquier otra?
—Nunca podría explicártelo, vieja Mentemetálica —dijo Vor mientras miraba por una ventanilla y veía que otro obrero se acercaba a la nave—. Ni siquiera puedo explicármelo a mí mismo.
—Espero que lo consigas pronto. No puedo permitirme el lujo de ir cargándome robots de mantenimiento.