Capítulo 11
¿Y ESPAÑA?

La travesía del desierto está siendo muy, muy dura, y parece que fue hace mucho tiempo, pero hay que echar la vista atrás, hasta 2007, para volver a la época en que España era vista como un modelo de economía a imitar, un milagro. Se había luchado mucho y se habían hecho muchos sacrificios para no perder el tren del euro, pero una vez en la moneda única los desvelos por sanear nuestra economía parecían haber dado fruto en forma de un vertiginoso crecimiento que catapultó a España al Olimpo de las economías más ricas de Europa, acortando a pasos agigantados la brecha con los potentes vecinos del norte.

La crisis económica que hace tambalearse a las economías de todo el planeta se ha dejado sentir de forma muy especial en España. La principal causa del ensañamiento de la crisis con nuestro país fue la burbuja inmobiliaria y especulativa. Se construyeron más pisos de los que se podían vender (hay un millón de pisos vacíos en España) y a precios sobrevalorados. La banca dio créditos a constructoras y particulares también por valores superiores a los de dichos pisos, ya que la propia banca los tasaba al alza y el Estado no lo impedía.

Cómo será la situación que el actual gobierno, a pesar de contar con una holgada mayoría absoluta, ha tenido que renunciar a sus promesas electorales. Primero prometió que bajaría los impuestos, e incluía el IRPF; después que no podría bajarlos, pero que tampoco los subiría, y que los reduciría cuando las cuentas públicas estuvieran saneadas, lo que situaba en la segunda mitad de la legislatura. La realidad ha sobrepasado las intenciones y las promesas del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quien tuvo que renunciar a sus compromisos y aceptar la propuesta que le presentaba su equipo económico, que suponía la subida de impuestos, comenzando por el IRPF y el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI).

Desde que comenzó la crisis económica, este país ha visto cómo más de 150.000 empresas se han dado de baja de los ficheros de la Seguridad Social por falta de actividad. O lo que es lo mismo: la recesión se ha llevado por delante una de cada diez empresas que tenía este país en 2007. Si al acabar ese año el sistema público de protección social contabilizaba la existencia de 1.405.938 empresas, al finalizar el año 2009 el número había bajado hasta 1.264.689, lo que da idea de la intensidad de la crisis. Si a esta cifra le sumamos los autónomos, la cantidad resultante es dramática ya que, como dato, medio millón de comercios han echado el cierre.

Según la Asociación de Promotores Constructores de España (APCE), en nuestro país había el año pasado 675.000 viviendas sin vender, una cifra que Josep Oliver, autor del estudio del mercado inmobiliario de CatalunyaCaixa, eleva a 938.000 viviendas. Otros expertos, como Ricardo Vergés, autor del Observatorio Inmobiliario y de la Construcción, elevan aún más la cifra, hasta los 2,3 millones de viviendas. Según reconoció José Manuel Galindo, presidente de la APCE, «es crucial elaborar un censo para conocer cuántas viviendas hay actualmente sin vender».

Qué diferencia con aquella época, hace apenas cinco años, en que España era un país rico. Fue bonito mientras duró. Éramos ricos. En los barrios «currantes» de toda la vida los pisos pasaron a costar de repente 300.000 euros. Se compraban con hipotecas con horizonte final en la ancianidad. Los más audaces se lanzaban a adquirir segundas viviendas.

Nicolas Sarkozy describió perfectamente la situación cuando puso a nuestro país como modelo a evitar: «Mirad cómo cambian las cosas de rápido. Se hablaba de España como de un milagro hace dos o tres años. Se hablaba de Irlanda como de un El Dorado. ¿Quién querría ahora estar en esa situación?», dijo en un discurso público en Carcasona.

La construcción de edificios e infraestructuras se difundió por el territorio peninsular a modo de melanoma sin control: la proliferación de grúas y la escasez de árboles han venido ofreciendo en nuestro país un paisaje bien singular en Europa. El hecho de que entre 2002 y 2007 se construyeran todos los años en España muchas más viviendas que en Francia y Alemania juntas, cuando estos dos países triplican a España en población y la duplican en territorio, evidencia que este boom inmobiliario no solo se caracterizó por el fuerte crecimiento de los precios, sino también de la construcción nueva, reclamando una financiación mucho mayor que los anteriores periodos de auge. El pasado boom inmobiliario incrementó en más de una cuarta parte el stock de viviendas, haciendo de España el país con más viviendas por habitante de la Unión Europea.

Con todo, a pesar de un mercado inmobiliario que vivía en un perpetuo estado obsesivo compulsivo y un déficit comercial del que no se podía presumir mucho, ni siquiera los más críticos analistas internacionales pensaban que la economía española fuera un castillo de naipes. Los Presupuestos Generales del Estado estaban bajo control. Qué digo bajo control: había superávit y una ratio de deuda del 40 por ciento, una de las más bajas del mundo rico. La cifra de desempleo se movía en los márgenes endémicos del 10 por ciento que caracterizan a la economía española. Y la inflación era aceptable, si bien todo el mundo se quejaba de lo caro que había salido el euro a las economías domésticas. Empresas españolas como Zara, Santander y Ferrovial navegaban como temibles tiburones por los océanos de todo el mundo.