Por fortuna, buena parte de la comunidad internacional comienza a ser consciente de la magnitud del problema y, aunque aún no se toman acciones enérgicas contra los paraísos fiscales existentes, sí que se ponen trabas a que nuevas naciones alcancen este estatus. Guatemala fue colocada dentro de la lista gris respecto al índice de opacidad financiera en 2009, después de lo cual debió realizar algunas reformas para no entrar en la lista negra:
Las dos últimas reformas se encuentran actualmente en proceso.
Argentina en 2001, con su tremenda crisis económica, fue otro de los escenarios en los que se hizo evidente el tremendo poder destructivo de los paraísos fiscales, tal y como se lee en el informe final de la Comisión de Diputados del Congreso argentino sobre la fuga de capitales. En marzo de 2001 huyeron los inversores más poderosos. La fuga propiamente dicha de ese año 2001 rondaría los 16.000 millones de dólares, y la de 2002 estaría cerca de los 15.000 millones. Según el informe, el sector privado no financiero habría sido «el agente más dinámico de la fuga», mientras que los bancos habrían sido la «autopista que vehiculaba la salida». Finalmente, en 2009 el gobierno argentino tomó una medida que, de puro obvia, extraña que no se haya convertido en generalizada. Ante la continuada salida de capitales del país, estimada aquel año en unos 23.000 millones de dólares, el gobierno argentino prohibió a los agentes y sociedades de bolsa operar con los paraísos fiscales.
Es un principio para combatir esta lacra. Otra medida eficaz es algo que está actualmente en el listado de reivindicaciones de todos los movimientos de indignados que manifiestan su descontento por todo el planeta: una tasa sobre las transacciones financieras (que ha sido bautizada con el nombre de Robin Hood Tax). Con una cuantía de tan solo un 0,05 por ciento podría generar unos 400.000 millones de dólares anuales para hacer frente a los efectos de la crisis tanto a nivel doméstico como para luchar contra la pobreza y los efectos del cambio climático en los países más empobrecidos. La tasa sobre las transacciones financieras internacionales sería parte de un esfuerzo más amplio para poner coto a la evasión de impuestos que genera el uso de los paraísos fiscales. Para aplicarla habría que suprimir el secreto bancario, exigir que se ofrezca información efectiva a todas las autoridades tributarias del mundo y obtener transparencia en la rendición de cuentas de las multinacionales, que deberán estar obligadas a presentar sus cuentas país por país. Se evitaría así la elusión fiscal y se fortalecerían las capacidades tributarias nacionales de una manera justa, fortaleciendo a los estados para hacer frente a crisis económicas como la actual.
El camino hasta lograr este objetivo será largo y de final incierto debido a la multiplicidad de intereses poderosos en juego. Toda gran empresa transnacional procura maximizar sus ganancias, lo cual, en principio, es legítimo; lo que ya no es ni mucho menos tan legítimo es que solo algunas lo hagan respetando leyes y códigos de justicia y ética, mientras que otras aprovechan su presencia en diversas jurisdicciones territoriales para violar leyes y lucrarse a costa del expolio de víctimas indefensas que ni siquiera son conscientes de que lo están siendo ni de las consecuencias a las que están haciendo frente. Una de las formas para materializar esa ilegítima extracción de ganancias extraordinarias es a través de ventas y compras entre subsidiarias de un mismo grupo económico.
Para evadir el pago de impuestos en la jurisdicción en la que opera, una subsidiaria vende su producción exportable a menor precio que el de mercado a otra empresa del mismo grupo económico (o vinculada con ese grupo) localizada en un paraíso fiscal. El comprador basado en ese paraíso luego revende lo adquirido al precio, ahora sí, de mercado, reteniendo para su grupo económico la ganancia extraordinaria originada en la evasión fiscal. Muchas, o más bien todas, las multinacionales utilizan los servicios de los paraísos fiscales para aumentar los beneficios. El ahorro puede representar entre un 20 y un 25 por ciento. Entre las diez primeras multinacionales del mundo puede representar unos 150.000 millones de dólares.
Con todo lo que hemos visto, cuando usted vuelva a hacerse esa pregunta recurrente que se hace todo el mundo desde que empezó la crisis —¿dónde está todo ese dinero que se ha perdido?—, al menos ahora tendrá una respuesta: en los paraísos fiscales.