Desde finales de 1980, estas protestas han dejado de circunscribirse al ámbito de los países directamente perjudicados y se han convertido en internacionales, vertebrando lo que ha venido denominándose el Movimiento Antiglobalización. En septiembre de 1988 la reunión anual del FMI y el Banco Mundial, la mayor desde Bretton Woods, celebrada en Berlín occidental y que reunió a trece mil banqueros y funcionarios financieros, fue escenario por primera vez de protestas masivas en un país del Primer Mundo. Unos veinte mil manifestantes marcharon por la ciudad protestando contra las políticas del FMI hacia los países en desarrollo. Estas protestas recibieron una importante atención por parte de los medios de comunicación. Otras manifestaciones de protesta se convocaron a partir de entonces en todas las reuniones posteriores hasta que llegaron las protestas en Seattle contra la Organización Mundial del Comercio en 1999, la célebre «Batalla de Seattle», auténtica puesta de largo del movimiento.
Entre el 29 de noviembre y el 2 de diciembre de 1999 Seattle sería sede de la ratificación ceremonial del Tratado Multilateral sobre Inversiones (MAI, por sus siglas en inglés) de la Organización Mundial del Comercio. El MAI, principal motivo de una más que justificada discordia, constituía un alegato sin precedentes por la absoluta soberanía del capital que haría que los huesos de Dickens se removiesen en su tumba. Lo realmente curioso de este documento es que era un texto completamente unilateral, generado sin debate público por parte de los negociadores, los jefes de Estado, los cancilleres y los representantes de las diversas naciones.
Durante los días previos a la celebración del encuentro de la OMC, el texto del MAI fue filtrado al público. En respuesta, una gran coalición global de ONG se coordinó vía Internet, consiguiendo convocar a más de cincuenta mil manifestantes procedentes de todo el mundo que se presentaron en Seattle para dar una bienvenida nada afectuosa a los funcionarios de la OMC. Un observador externo se habría quedado maravillado no solo por el tamaño y la coordinación electrónica de la protesta (en un momento en que Internet era mucho más incipiente que las redes extendidas hoy en día), sino por la increíble diversidad de sus participantes y de sus prácticas. Allí había sindicatos grandes y pequeños, grupos ecologistas, organizaciones religiosas de todos los credos, activistas por el comercio justo, defensores de los derechos humanos y, por supuesto, el Bloque Negro, el sector más violento y radical del movimiento. Sus tácticas eran igualmente diversas e iban desde marchas en las que los asistentes se contaban por miles (alguna de ellas encabezada por docenas de personas disfrazadas de tortugas en peligro de extinción), sentadas y cortes de tráfico en grandes avenidas, caceroladas, algaradas varias, batucadas, el bloqueo del hotel que albergaba a los delegados de la OMC por medio de una cadena humana formada por decenas de Santa Claus provistos de sus correspondientes barbas, gorros y campanas, y por último la especialidad del Bloque Negro, el lanzamiento de ladrillos a los escaparates de tiendas pertenecientes a grandes cadenas. La Batalla de Seattle puso de manifiesto cuáles eran las nuevas prácticas de resistencia, creativas y generalmente lúdicas, llevadas a cabo por personas carentes de filiación política, en un ambiente asombrosamente parecido a un circo gigantesco.
Mucho menos lúdica fue la actuación aquellos días del Bloque Negro. Pequeñas células de activistas vestidos de negro y con el rostro cubierto por pasamontañas se infiltraron en las manifestaciones autorizadas para cometer actos violentos, incluida la destrucción generalizada de bienes, mobiliario urbano, etc. Células de entre cinco y diez individuos, llamadas «grupos de afinidad», causaron el caos en la ciudad con una gran violencia. La policía de Seattle estima que entre doscientos y trescientos miembros del Bloque Negro llevaron a cabo operaciones de guerrilla urbana durante la reunión de la OMC. Por primera vez a gran escala, los líderes del Bloque Negro emplearon con éxito la telefonía móvil para coordinar sus actividades y poner en jaque a la policía, sorprendida ante la sincronización casi militar de los movimientos de los manifestantes. La policía de Seattle estima que los partidarios del Bloque Negro causaron 17 millones de dólares en daños.
Desde la Batalla de Seattle el Bloque Negro ha participado activamente, casi siempre de forma violenta, en manifestaciones en todo el mundo. En abril de 2000 los partidarios del Bloque Negro participaron en nuevas manifestaciones en Washington para protestar contra las políticas económicas del Banco Mundial, al que acusan de ser el principal promotor de la globalización. Su grito de batalla en esta ocasión fue: «¿De quién son las calles? ¡Las calles son nuestras!». Una vez más, alrededor de doscientos seguidores del Bloque Negro causaron una oleada de violencia y disturbios que enturbió las manifestaciones. En esta ocasión la organización militar de los líderes llega al extremo de utilizar un antiguo sistema de los samuráis, empleando banderas negras y rojas para indicar a sus seguidores si debían aumentar o disminuir la intensidad de la violencia.
A continuación, los activistas del Bloque Negro se presentaron en la ciudad de Quebec, Canadá, en abril de 2001, en la Cumbre de las Américas. Allí protestaban nuevamente contra la globalización y la búsqueda de ganancias del capitalismo a expensas de los trabajadores y el medio ambiente. Aquí en Europa las principales acciones del Bloque Negro tuvieron lugar en Londres en mayo de 2001 y en Génova en julio de 2001 durante la reunión del G-8. Alrededor de ciento cincuenta mil manifestantes pertenecientes a varios grupos antiglobalización se unieron para entrar en una batalla abierta contra los veinte mil policías encargados de la seguridad de la reunión. Los enfrentamientos entre el Bloque Negro y la policía produjeron numerosos heridos y una muerte. El 20 de julio de 2001 la policía mató al joven Carlo Giuliani, un estudiante genovés anarquista. La muerte exacerbó aún más los ánimos de los manifestantes y los enfrentamientos subsiguientes causaron daños en Génova por un total de aproximadamente 45 millones de euros y una crisis política de la máxima magnitud en Italia.
En la actualidad existen bloques negros tanto violentos como no violentos, aunque según algunas fuentes los primeros han disminuido su actividad desde hace varios años. La mayor cobertura de las actividades del Bloque Negro la lleva a cabo el Independent Media Center (IMC), un servicio de noticias en Internet coordinado por voluntarios de todo el mundo.
Los activistas antiglobalización exigen una sociedad más justa, el control del poder ilimitado de las multinacionales, la democratización de las instituciones económicas mundiales y la distribución más equitativa de la riqueza. Sus enemigos principales son las multinacionales y las grandes organizaciones económicas y políticas internacionales, fundamentalmente el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.5
La condonación de la deuda externa es una de las exigencias de este movimiento y las campañas sobre el asunto han sido su simiente. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional son, para los grupos antiglobalización, los responsables de la asfixiante situación en la que se encuentran la mayor parte de los países pobres, incapaces de afrontar la deuda que en muchos casos supera su PIB (producto interior bruto). Las instituciones monetarias, hijas de Bretton Woods, concedieron créditos masivos a los gobiernos de los estados pobres a lo largo de las décadas de 1970 y 1980, exigiéndoles a cambio la reestructuración de sus economías e imponiendo reformas que implicaban un alto coste social y que se han demostrado económicamente contraproducentes.
Existen discrepancias dentro del movimiento entre los que consideran que el Banco Mundial y el FMI deben desaparecer y la corriente más moderada que aboga por una reforma de estas instituciones.
Las multinacionales como McDonald’s o Nike son también blanco de los grupos antiglobalización, que tildan de amorales las prácticas de estas compañías, especialmente la explotación de trabajadores del Tercer Mundo, en su mayoría mujeres y niños. La destrucción de los símbolos o propiedades de estas empresas se ha convertido en bandera de los sectores más radicales.
Otros, en cambio, protestan contra el FMI desde sensibilidades muy distintas. Jubileo 2000 fue un movimiento fundamentalmente religioso, aunque con una importante participación laica, que trabajaba para convencer a los gobiernos de la necesidad de aliviar la deuda de las naciones más pobres del mundo. La coalición nació en Reino Unido en la década de 1990. En términos bíblicos (Levítico 25:8-12), un jubileo es algo que sucede cada cincuenta años, una celebración en la que la tierra es restaurada a sus dueños originales, los esclavos son liberados y hay una remisión general de las deudas. Ellos proponían que el año 2000 habría sido un momento ideal para la condonación de la deuda externa de los países más pobres del mundo, que gastan más solamente en intereses de lo que emplean en cubrir necesidades básicas como la salud o la educación. La idea fue recibida con buenas palabras y mejores intenciones. El Vaticano la apoyó sin reservas. Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Francia, Japón, Alemania e Italia acordaron una condonación del cien por cien de la deuda bilateral para los países más pobres, a pesar de lo cual solo una veintena de países recibieron algún alivio para su deuda externa. Pese al fracaso, Jubileo 2000 no desapareció en 2001, sino que dio lugar a una nueva organización: Jubileo Sur.
Jubileo Sur es mucho más radical que su antecesora. Por ejemplo, rechaza las iniciativas de reducción de la deuda porque en el fondo suponen legitimar una deuda que la organización no acepta. Además, enmascaran que el propósito oculto de estas iniciativas es otorgar un «alivio para los acreedores», proporcionando a los países del sur la oportunidad de acceder a más crédito y acumular una mayor deuda. Jubileo Sur solicita a los gobiernos del sur repudiar sus deudas debido a que sus ciudadanos ya habrían pagado en su totalidad a través del colonialismo y la esclavitud. Por último, Jubileo Sur exige que el norte pague indemnizaciones al sur por el dolor y el sufrimiento causados históricamente.
A partir de las crisis monetarias de la década de 1970 los objetivos de control y estabilidad de Bretton Woods se aparcaron definitivamente mientras se imponía de nuevo la desregulación financiera, la libertad absoluta para los movimientos de capital, la proliferación de los paraísos fiscales, las compras y fusiones transfronterizas, la aparición de sofisticados productos financieros, la privatización de lo público… Las grandes multinacionales y los conglomerados financieros cabalgaban de nuevo y gobiernos, agencias e instituciones se sometían a la deriva conocida desde 1989 como «Consenso de Washington».
El nombre Consenso de Washington fue utilizado por primera vez por el economista británico John Williamson, y se refiere a los temas de ajuste estructural que formaron parte de los programas del FMI, el Banco Mundial y otras instituciones en la época del nuevo enfoque económico durante la crisis de la deuda desatada en agosto de 1982. Algunos se refieren a la «Agenda de Washington», otros a la «Convergencia de Washington» y unos pocos la llaman la «Agenda Neoliberal».