Hay otros casos que ejemplifican la falta de perspectiva del Fondo. Brasil fue un paraíso de la ortodoxia del libre mercado durante los ocho años de presidencia de Fernando Henrique Cardoso, lo que tuvo como resultado un crecimiento económico modesto, de alrededor del 3 por ciento anual, y una deuda pública de 30.000 millones de dólares. En las elecciones de 2002 el candidato izquierdista del Partido de los Trabajadores, Luiz Inácio Lula da Silva, se convirtió en el máximo aspirante a alcanzar la presidencia. Según se iban acercando las elecciones estalló una tremenda crisis financiera en el país que hizo que el gobierno acudiera al FMI para su rescate. Antes de que Da Silva asumiera el poder, el FMI realizó un desembolso de 6.000 millones de euros para aportar mayor sostenibilidad a la economía.
Las condiciones en este caso fueron que los 24.000 millones restantes serían entregados durante los siguientes cuatro años solo si el nuevo gobierno cumplía con los objetivos presupuestarios dictados por el Fondo, algo visto como una intrusión en la soberanía de Brasil. Todos los candidatos en las elecciones brasileñas, incluyendo a Lula, se vieron obligados a mostrarse de acuerdo con las condiciones del FMI por la emergencia financiera existente.
La respuesta a la crisis latinoamericana de principios de siglo, discutida en septiembre de 2002 entre el FMI, el Banco Mundial y los ministros de finanzas del G-7, fue un nuevo marco legal bajo el cual los países sometidos a severas crisis financieras serían capaces de entrar en algo así como un procedimiento de quiebra, propuesta inspirada en las leyes de bancarrota del Reino Unido. Bajo el nuevo enfoque un país puede solicitar una suspensión temporal de la amortización de sus deudas, tiempo durante el cual negociaría una reestructuración con los acreedores durante un periodo de varios meses.
El plan se enfrentó a la oposición de Wall Street, ya que el Fondo Monetario Internacional se reservaba para sí mismo el papel de juez de las quiebras, protegiendo su propia cartera de préstamos en detrimento de las entidades privadas. El Gobierno de Estados Unidos tampoco fue muy amigo de esta idea al principio, pero la administración Bush, después del 11 de septiembre de 2001, comenzó a ver los problemas de los países en desarrollo no solo como cuestiones económicas, sino también como parte de su estrategia de seguridad nacional. Finalmente el plan se aprobó en 2002.
Las políticas del FMI han provocado protestas masivas y violentas por parte de millones de personas afectadas. Dadas las drásticas condiciones impuestas a los países del Tercer Mundo, el descontento popular escaló rápidamente en las zonas afectadas. Los ejemplos son múltiples. En enero de 1977 estallaron disturbios en Egipto después de que el gobierno, alentado por el FMI, decidiera abolir los subsidios a los alimentos básicos. Veinticuatro personas murieron cuando el ejército intervino. El 1 de julio de 1981 una huelga general fue convocada por la Confederación de Trabajadores Democráticos en Casablanca para protestar contra la decisión de las autoridades marroquíes de levantar los subsidios a los alimentos básicos ante la insistencia del FMI como condición para un préstamo de 1.200 millones de dólares. La huelga se convirtió en disturbios protagonizados por miles de jóvenes de los barrios de chabolas que rodean la ciudad. El ejército disparó contra la multitud, matando a sesenta y seis personas, según el gobierno, y seiscientos treinta y siete, principalmente niños y adolescentes, de acuerdo con el opositor Movimiento Socialista.
El 24 abril de 1984 la República Dominicana entró en erupción con empresarios, trabajadores, organizaciones de izquierda y jóvenes unidos todos en protesta contra las medidas de austeridad impuestas por el gobierno. A raíz de las condiciones de un préstamo del FMI, el ejecutivo había levantado los subsidios a los productos importados, provocando que los precios de los medicamentos aumentaran hasta hacerse inasequibles para la gran mayoría de la población. La protesta se convirtió en motín y la policía y los militares perdieron por completo el control de la situación: cincuenta personas murieron y hubo más de cuatro mil detenidos. Las autoridades de República Dominicana criticaron al FMI por tratar de imponer políticas sin tener en cuenta la historia, cultura y sociedad del país.
Las protestas en Nigeria de abril de 1988 fueron una reacción a la supresión de subvenciones a los productos derivados del petróleo, y se extendieron durante dos décadas. En Venezuela, cientos de personas murieron en las protestas de 1989 como reacción al incremento de las tarifas del transporte público a raíz del aumento de los precios del petróleo. El FMI impuso medidas de austeridad que incluían recortes en el sector social, lo que alentó aún más la protesta.
En la primavera de 1998 se produjeron disturbios masivos y violentos en Indonesia también como consecuencia directa de las medidas del FMI. Al igual que en otros casos, la oposición se centró principalmente en la supresión de los subsidios a alimentos y petróleo. Todo comenzó en 1998 cuando el Fondo concedió a Indonesia, todavía presidida por el corrupto Suharto, un paquete de préstamo de 40.000 millones de dólares. En mayo de 1998, como consecuencia de las medidas exigidas por el FMI, se produjo un incremento del 70 por ciento en los precios del combustible y la electricidad. Los negocios incendiados, las tensiones étnicas crecientes y los disturbios sumamente violentos llevaron a la renuncia de Suharto a finales de ese mes. Para entonces, una docena de miles de vidas se habían perdido.
Estos «motines del hambre» no son ni mucho menos un asunto del pasado, sino que continúan hoy día siendo de máxima actualidad. «Si los precios de los alimentos siguen aumentando, cientos de miles de personas van a morir de hambre», advertía el director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, pareciendo olvidar que esos aumentos de precios son en gran medida consecuencia directa de las políticas de la organización que dirigía. El espectacular incremento del coste del arroz, el maíz o la harina está creando situaciones insostenibles en los países en desarrollo, que tienen auténticos problemas para abastecer a su población. En Haití, Egipto o Camerún decenas de personas han muerto en las algaradas de las llamadas «revueltas del pan».4