Capítulo 2
EL FMI: DESCUBRIENDO AL GRAN DESCONOCIDO

Tal y como fue concebido originalmente en Bretton Woods, el Fondo Monetario Internacional iba a ser un organismo supranacional esencialmente dedicado a dos cosas: regular las tasas de cambio de las monedas entre los países miembros y asegurar la estabilidad internacional a través de préstamos en tiempos de crisis. A pesar de que su misión sigue siendo esencialmente la misma, el FMI ha sufrido grandes cambios en su breve historia aunque, para algunos, se haya hecho demasiado larga.

Hoy en día las políticas del FMI afectan directamente a las economías de ciento ochenta y cinco países. Su influencia es enorme y a menudo desastrosa. De hecho el Fondo es probablemente la institución no gubernamental más poderosa del mundo y no exenta de polémica. Miles de trabajadores y estudiantes se manifiestan casi a diario contra el FMI y, en muchos casos, lo hacen arriesgando o sacrificando sus propias vidas porque, según ellos, es mejor perder la vida en una algarada callejera, tiroteado por el ejército o la policía secreta del tirano de turno, que dejar que el Fondo te la vaya arrebatando poco a poco.

A primera vista parece una reacción desproporcionada contra una institución que tan solo ofrece préstamos a corto plazo a los países miembros con situaciones de crisis en su balanza de pagos. Pero el Fondo Monetario Internacional es mucho más que eso. En un principio, en el marco de los Acuerdos de Bretton Woods, las condiciones para los préstamos del FMI a los países miembros consistían simplemente en aportar «un programa eficaz para el establecimiento o mantenimiento de la estabilidad de la moneda». Con el paso del tiempo estas condiciones limitadas se han convertido en algo de muchísimo más alcance, llegando a regular de facto las políticas económicas del país solicitante. Los gobiernos, si quieren realmente ayuda (y cuando acuden al FMI suelen estar desesperados), están obligados a adoptar un conjunto de políticas económicas y medidas fiscales basadas en lo que el FMI piensa que va a promover la estabilidad económica, pero que, casualmente, sucede en muy contadas ocasiones.

Un examen crítico de lo que ha sucedido hasta hoy en día sugiere que el pago de estos préstamos se produce a expensas de la economía del país prestatario, recayendo, muy especialmente, sobre las espaldas de los más desfavorecidos. Las políticas sugeridas por el FMI casi siempre requieren la reducción o eliminación de aranceles y barreras a las importaciones, lo que tiene como consecuencia directa la desaparición de miles de puestos de trabajo. Al mismo tiempo, en esos mismos países en los que el paro comienza a subir como la espuma, se imponen severos programas de austeridad que recortan los servicios sociales y públicos y eliminan las subvenciones estatales que, entre otras cosas, mantienen bajos los precios de los alimentos. Dicho de una forma resumida y sencilla de comprender por todos: primero se aumenta el número de pobres y luego se endurecen las condiciones en que estas personas tienen que sobrevivir. De esta forma las personas con menos recursos económicos se ven obligadas a pagar los préstamos a los gobiernos cuyas políticas previas han sido consideradas erróneas por los economistas del FMI y, en consecuencia, corregidas con mano de hierro.

Con semejante panorama no es de extrañar que los préstamos del FMI se conviertan entonces en un foco de tensión que polariza las luchas sociales en muchas partes del mundo. El camino para llegar hasta aquí ha sido largo y complicado. Aunque parezca mentira, antes de convertirse en la entidad todopoderosa que es actualmente, el Fondo tuvo una época en que fue considerado como una revolución para el mundo, que abriría la puerta a una nueva era de prosperidad sin límite. Incluso, hace poco tiempo, tuvo una etapa en la que se le consideraba una institución superflua en vías de extinción. Sin embargo, todo eso cambió.

Fundado en 1945, el FMI en realidad comenzó a operar, como vimos, en 1947. Se supone que es la principal institución supranacional que regula las finanzas de los estados. Su ideario se encuadra en una visión capitalista liberal clásica de cómo deben funcionar las economías. Como se indica en el artículo I del Convenio Constitutivo, los objetivos del FMI son:

En teoría el FMI se encuadra dentro de la estructura de las Naciones Unidas. Es la institución central del sistema monetario internacional, que controla las políticas económicas de los países miembros y actúa como un fondo de reserva que puede ser utilizado por los países que necesitan financiación temporal para hacer frente a sus problemas de balanza de pagos.

El Fondo se centra principalmente en las políticas macroeconómicas de los gobiernos: los presupuestos del Estado, la gestión del dinero, el crédito, el tipo de cambio y las políticas financieras, incluyendo la regulación y supervisión de los bancos y otras instituciones financieras. La Junta de Gobernadores, con representantes designados por todos los países miembros (por lo general, el ministro de Hacienda o el gobernador del banco central), es la máxima autoridad que rige el FMI. Nombrado para un mandato de cinco años, el director general es asistido por un subdirector general y dos subdirectores gerentes. Un «pacto de caballeros» hace posible que el director general sea elegido entre los miembros europeos del FMI, mientras que el director general adjunto es elegido por el Gobierno de los Estados Unidos. Este pacto es el que ha sentado a la francesa Christine Lagarde al frente del Fondo Monetario Internacional. El nombramiento de Lagarde fue especialmente contestado por los principales países emergentes, que califican de obsoleta esta peculiar (y no muy democrática) tradición de que el director gerente del organismo sea europeo. Pravin Gordhan, ministro sudafricano de Finanzas, declaró que «lo que queremos es que cada cual pueda tener la oportunidad de presentar su candidatura. Los europeos dicen que el próximo director debe ser europeo. Pero durante todas nuestras discusiones en el seno del G-20 no hemos cesado de repetir que el proceso de selección debe estar basado en la transparencia, las competencias y la experiencia del candidato». De hecho, Estados Unidos abandonó su tradicional prudencia al respecto para asegurar que la candidatura del gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, era tan creíble como la de Lagarde.