El límite de la deuda

Si un banco necesita dinero en un momento dado, la solución sencilla es pedirlo prestado a otro banco a un tipo de interés inferior al que me cobra a mí y ya tiene de nuevo para prestar y sigue ganando. El tipo de interés al que se prestan los bancos entre ellos es el denominado «interbancario», el famoso Euribor en el caso de la banca europea. Al final, en el mundo real, sumando las operaciones de todos los bancos, el efecto final resultante es el mismo que si hubiera un solo banco, al menos mientras el dinero se mueva dentro del sistema bancario occidental. Sin embargo, hay una parte del dinero que sale fuera del sistema. Hay que pagar las importaciones de petróleo, los productos fabricados en Asia, etc. Los países productores de los bienes que consumimos en occidente acumulan reservas en divisas, en euros y dólares principalmente, lo que provoca cierto desequilibrio en el mercado interbancario y hace que algunos bancos tengan dificultades para encontrar quien les preste. En esas ocasiones los bancos recurren al banco central de su país, el Banco Central Europeo en el caso de la zona euro o la Reserva Federal en los Estados Unidos.

Los bancos centrales son los lugares donde se hace la verdadera magia, donde el dinero surge literalmente de la nada. El banco central ni siquiera necesita imprimir billetes para prestar dinero a los bancos, le basta con hacer un mero apunte contable. El dinero sale de su cuenta y pasa a engrosar la del banco que solicita el préstamo que, evidentemente, está sujeto a intereses, como los préstamos de cualquier hijo de vecino, un interés que fija el propio banco central y que es de capital importancia para la vida económica, ya que determinará los tipos de interés que los bancos aplican a sus clientes.

Con estos préstamos el banco central tiene en sus manos la más poderosa herramienta para regular la economía. Los bancos centrales tienen un extremo cuidado a la hora de crear dinero. El truco consiste en no crear mucho, en no conceder demasiados de estos préstamos, pues el aumento indiscriminado de dinero en circulación provoca un estímulo excesivo del consumo y un aumento de los precios, es decir, una inflación por exceso de demanda. Si aumenta la inflación, disminuye el poder adquisitivo de la moneda y da la casualidad de que el banco central es la institución encargada, entre otras cosas, de mantener el valor de la moneda.

Pero se trate de préstamo para un coche, o de miles de millones para un banco, hace un rato hemos aprendido que todo el dinero creado es deuda. Y la capacidad de endeudarse tiene un límite, básicamente la capacidad de reembolsar esa deuda. Si se llega a un punto en que la capacidad de endeudamiento de la economía no da para más, la cantidad de dinero en circulación se estanca, el comercio deja de aumentar, el producto interior bruto deja de crecer y la inflación tiende a cero, lo que, en contra de lo que pudiera parecer, no es nada bueno. Si la inflación baja mucho, entonces el banco central baja los tipos de interés, lo que hace que la capacidad de endeudamiento vuelva a subir, volviendo a aumentar los préstamos. Y así hasta que los tipos de interés sean prácticamente cero, algo que vimos recientemente por estos pagos. En esa situación y sin nadie que lo evite, lo más fácil es que el endeudamiento llegue al máximo posible, sin que ya el banco central pueda hacer nada para evitarlo.

Este es el caso de Japón, que lleva muchos años arrastrando una importante crisis económica provocada por endeudamiento máximo, con unos tipos de interés casi cero y un Estado también endeudado al máximo. Desde hace lustros la economía japonesa se encuentra estancada y su única esperanza es aumentar sus exportaciones para incrementar su riqueza.

Naturalmente hay más factores a tener en cuenta. El aumento de la riqueza y por lo tanto de la capacidad de endeudarnos es uno importante. Si aumenta la riqueza, aumenta la capacidad de endeudamiento y esto permite la creación de dinero en forma de deuda. Las burbujas representan un aumento de riqueza y un aumento de capacidad de endeudamiento, y los pinchazos de burbujas, una destrucción de riqueza.

En determinados ámbitos se acusa al sistema bancario de ser una estafa piramidal. Y en cierto sentido es verdad: la única diferencia es que el sistema bancario está regulado. Existe un estricto control por parte de las autoridades en cuanto a los riesgos, pero en última instancia todo se basa en la confianza.

Todo lo que hemos contado hasta ahora, por esotérico que pueda resultar a primera vista, no es ni mucho menos un secreto. Instituciones como la Reserva Federal norteamericana explican, con sorprendente sinceridad, el proceso de creación de dinero. En un folleto publicado por el Banco de la Reserva Federal de Nueva York titulado «I Bet You Thought» se explica claramente por qué la moneda no puede ser canjeada o intercambiada por oro del Tesoro o cualquier otro activo de respaldo. En la misma publicación se puede leer más adelante que los bancos crean el dinero sobre la promesa de devolver la deuda.

En otro folleto, «Modern Money Mechanics», muy conocido y citado, el Banco de la Reserva Federal de Chicago revela que en Estados Unidos ni el papel moneda ni los depósitos tienen valor alguno. En sí mismo un billete de dólar es solo un trozo de papel. Los depósitos son meros apuntes contables y el valor intrínseco de las monedas que circulan es muy inferior a su valor facial real. La confianza que la gente tiene en que esos medios de pago permiten intercambiar otros activos financieros, bienes y servicios reales es lo que les da su valor que, en el fondo, es meramente simbólico. Pero también se debe en parte a la ley. En un boletín del Banco de Saint Louis de la Reserva Federal encontramos la siguiente explicación: «Los sistemas monetarios modernos tienen una base fiduciaria». Literalmente se trata de «dinero por decreto». En el caso estadounidense este decreto aparece reflejado en los propios billetes con la frase: «This note is legal tender for all debts, public and private».