Bancos sin dinero

Pues bien, actualmente todo el dinero nace de la deuda. Veamos otro ejemplo. Cuando ahora se habla de deuda, acude irremediablemente a la mente de todos nosotros la hipoteca. Acudo al banco para pedir una hipoteca para comprar la casa de un vecino por 100.000 euros. El banco no tiene ningún problema en prestármelo, ni siquiera cuando se lo pido en billetes en un maletín, a la antigua usanza. Ese dinero procede de los depósitos de sus clientes, no hace falta crearlo de la nada. Así que yo, con mi maletín lleno de euros, pago al dueño de la casa, quien lo deposita de nuevo en el banco, con lo que el banco sigue teniendo el mismo dinero disponible para volver a prestar. ¿Hemos creado dinero con esta transacción? Técnicamente no, pero lo cierto es que antes el banco tenía 100.000 euros en depósito y ni yo ni el dueño de la casa teníamos dinero. Ahora el banco tiene la misma cantidad en depósito, el dueño de la casa tiene 100.000 euros y yo tengo una deuda de 100.000 euros. El dueño de la casa ha aumentado su capacidad de compra sin que el banco pierda dinero, más bien al contrario, por lo que a efectos prácticos se ha creado dinero de la nada. Mi deuda se ha convertido en dinero listo para ser gastado. De lo que podemos deducir que «dinero es igual a deuda».

Sin embargo, hay una pregunta que seguro que está en la mente de muchos: ¿qué sucede si el propietario del piso deposita sus 100.000 euros en otro banco? De hecho, en el mundo real, lejos de los ejemplos teóricos ideales, sería lo que sucedería casi con seguridad. Entonces nuestro banco tendría un problema, pues no tendría dinero para prestar a otros, al menos hasta que yo devolviera mi préstamo.

Aquí es donde entra en juego uno de los principios en los que se asienta el actual sistema bancario: la confianza. Debemos confiar en que si acudimos a nuestro banco a sacar dinero, el banco nos lo dará sin ningún problema. Sin embargo, al mismo tiempo todos somos conscientes de que, si todos vamos a la vez al banco a reclamar nuestros ahorros, este no va a poder devolvérnoslos, sencillamente porque no los tiene. ¿Cómo se explica esta paradoja y qué efectos tiene en la economía? La respuesta la encontramos en el denominado encaje bancario o coeficiente de caja y en el efecto de multiplicación del dinero. Cuando nosotros depositamos dinero en un banco, este está obligado a conservar en sus arcas solo una parte de este, mientras que el resto puede utilizarlo para otras operaciones. El porcentaje de dinero que el banco necesariamente ha de tener en su caja es el coeficiente de caja. En la zona euro ese porcentaje lo fija el Banco Central Europeo y en estos momentos es del 2 por ciento.

Los bancos no guardan el dinero depositado en ellos, ya que mantener los fondos en una caja fuerte, como los bancos de las películas del oeste, no es rentable. En busca de esa rentabilidad todo banco toma todo el dinero depositado y lo intenta invertir, bien mediante créditos, invirtiendo en bolsa o en bonos. Evidentemente un banco no puede invertir todos los depósitos que los ahorradores le entregan, ya que ello podría producir fallos de liquidez o quiebras de las instituciones; para impedir estas situaciones la normativa dictada por el banco central les obliga a mantener un porcentaje de los depósitos en su poder. El coeficiente de caja (c) es igual al porcentaje entre las reservas del banco (R) y los depósitos entregados al banco por los ahorradores (D).

c = R/D

Es decir, en los bancos no hay tanto dinero como la gente piensa. De hecho nos sorprenderíamos si realmente supiéramos la poca cantidad de efectivo que hay en una sucursal bancaria. Es más, debido a las medidas de seguridad en prevención de los atracos, en las sucursales bancarias se intenta tener la menor cantidad posible de dinero. Si cualquiera de nosotros desea hacer una retirada de efectivo de un importe elevado, generalmente más de 10.000 euros, se debe avisar con un mínimo de antelación para que la sucursal tenga preparado el dinero.

A pesar de esta sorprendente revelación, los que somos ciudadanos disciplinados y responsables tenemos una confianza ciega en que, si en algún momento queremos recuperar nuestro dinero, lo tendremos, al menos mientras no se nos ocurra a todos la misma idea a la vez. Para respaldar el sistema bancario y justificar esa confianza se crea el Fondo de Garantía de Depósitos, un fondo al que todos los bancos, cajas de ahorro y cooperativas de crédito deben aportar un porcentaje de todos sus depósitos. Las aportaciones en vigor en España en 2011 son las siguientes:

Este fondo nos garantiza que, si la entidad bancaria no puede pagar, por la razón que sea, al menos nuestros depósitos estarán garantizados hasta un límite mínimo. Por ejemplo, si una persona tiene dos depósitos de 100.000 euros cada uno en un banco que quiebra, solo le devolverán 100.000 euros. Si una persona tiene un depósito de 100.000 euros en un banco y otro depósito de 100.000 euros en otro banco y quiebran los dos bancos, el fondo responderá por los 200.000 euros.

Así pues, la ley obliga al banco a tener un 2 por ciento (a fecha de 2011) de lo que ingresemos en sus cajas, pero ¿qué pasa con el otro 98 por ciento? Pues que, como sucedía en nuestro ejemplo hipotético, el banco puede disponer de ese dinero a su antojo, aunque lo normal será que la forma de disponer de él sea prestarlo de nuevo, con lo que se produce el interesante efecto multiplicador del dinero del que hablábamos antes y que viene determinado por la siguiente fórmula: multiplicador del dinero bancario: 1/coeficiente de caja. En estos momentos en la zona euro el efecto multiplicador del dinero será: multiplicador del dinero bancario en la zona euro: 1/0,02 = 50. Esto quiere decir que si el banco central emite 1 millón de euros, realmente en el mercado se crean, al final del proceso, 50 millones de euros.