No han hablado. O apenas.

Han callado sin drama. Instalados en el olvido.

Escondiendo dentro algo duro, como piedra de roca.

Casi todos se han ido sin contar su historia.

Sin saberlo, formaron una cantera de hombres imperfectos

aunque heroicos e irrepetibles, como aseguraba Raymond Dronne[1],

el capitán de La Nueve.