Amado Granell

(El soldado que «liberó» París)

«[…] nadie la merece como usted».

El 26 de agosto de 1944, tras rendir homenaje a las tropas del general Leclerc instaladas frente al Arco de Triunfo y especialmente a La Nueve, el general De Gaulle inició a pie, rodeado de sus hombres, el desfile de la Victoria por los Campos Elíseos. Delante, por el centro de la avenida, el teniente Amado Granell abría el desfile conduciendo un vehículo blindado que portaba dos banderas, la de la Cruz de Lorena de la Francia Libre y la bandera republicana española.

Con ese mismo jeep y como soldado de De Gaulle, el valenciano de Burriana había llegado dos días antes hasta la alcaldía de París, donde fue recibido como un héroe por el Comité de la Resistencia instalado en el palacio municipal. El teniente Granell anunció a la comisión que la avanzadilla de la División Leclerc, encabezada por el capitán Dronne, no tardaría en llegar.

Al día siguiente, el periódico Libération de fecha 25 de agosto de 1944, publicó en primera página la única fotografía que existe o que se conoce de ese momento. La foto mostraba al primer soldado «francés» llegado a París, posando con el representante de la resistencia gaullista junto a una ventana, en el interior de la alcaldía. El soldado era el teniente Amado Granell y aparecía en la portada del periódico con el título «Ils sont arrivés».

Ese 26 de agosto, en el gran desfile de la Victoria, el republicano español, el soldado vencido de la Guerra Civil, avanzó por la gran avenida de los Campos Elíseos enarbolando en su coche, junto a la insignia de la Francia Libre, la bandera republicana española y recibiendo los aplausos entusiastas de la población parisina.

El sereno y reservado Amado Granell, el hombre que terminó la contienda con tres menciones, con una Cruz de Guerra con palmas y estrellas, que fue calificado por el Ejército francés de «oficial de una valentía temeraria» y que recibió la Legión de Honor apoyada por la declaración contundente del mismo general Leclerc, «si es verdad que Napoleón creó la Legión de Honor para premiar a los bravos, nadie la merece como usted», confesaría más tarde que había vivido aquellos momentos con una gran emoción.

La misma emoción que había experimentado el 2 de agosto cuando después de desembarcar y pisar suelo francés había avanzado firmemente sobre las dunas de la playa de Normandía. La emoción que viviría unas semanas después, tras duras batallas, cuando al rendir honores a los compañeros muertos en la batalla, ante la tumba del soldado desconocido en el Arco de Triunfo, la fórmula empleada de «muertos por Francia» fue cambiada por la de «muertos por la libertad», como los españoles habían solicitado. Y la misma emoción que sintió al anochecer de ese mismo día 28, apoyado en uno de los muros del Sacre Coeur de Montmartre, contemplando en silencio el magnífico panorama del París liberado.

Granell no olvidaría, por encima de todas, la emoción conjunta de aquel anochecer del 24 de agosto de 1944 en la plaza de la alcaldía de París cuando, junto a sus hombres, los soldados de La Nueve, había oído sonar al unísono todas las campanas de París anunciando la liberación de la capital y toda la tropa había sido rodeada por el mayor entusiasmo humano que había contemplado en su vida:

Las campanas de Nôtre–Dame nos conmovieron y se nos encogió el corazón. El combate no nos había endurecido del todo. Gritos, vivas y canciones por todos lados, sobre todo «La Marsellesa», acompañaban el sonido de las campanas. Todos teníamos los ojos húmedos y una opresión en la garganta. Traté de cantar «La Marsellesa» con los otros, pero no pude… Bengalas, disparos al aire… Aquel entusiasmo era la libertad. Era la victoria… Ni siquiera podía pestañear, temeroso de que me brotaran las lágrimas. Nuestros sentidos parecían privados de todo impulso. La letra del verso de Rubén Darío se había transformado en escena viva: «La más hermosa sonríe al más fiero de los vencedores». La fiereza de los vencedores se había disipado bajo la emoción[71].

Un largo camino, para el burrianense… Tres guerras con las armas en la mano y decenas y decenas de combates donde había perdido a la mayoría de sus compañeros. Ocho años de guerra intensa con la libertad como objetivo, cinco con la obsesión de volver a España.

Nacido en 1898 en el pueblo castellonense de Burriana, el desastre de Annual —Marruecos—, en 1921, con sus miles de muertos y los trágicos relatos que se publicaron sobre el ensañamiento de que fueron víctimas los soldados españoles, impulsaron al joven Granell a enrolarse en el tercio español de la Legión Extranjera, siendo todavía menor de edad y sin el consentimiento de su familia. Sus padres lo reclamarían un año más tarde y el 5 de julio de 1922, con galones de sargento, fue licenciado de la Legión desde el tercio Duque de Alba.

Instalado en la ciudad alicantina de Orihuela en 1927, donde abrió un comercio de venta y alquiler de bicicletas, participó activamente en el sindicalismo obrero de izquierdas. Movilizado al comienzo de la guerra, tuvo como primer destino el batallón Levante en Valencia. Nombrado capitán a primeros de noviembre de 1936, fue destinado al batallón de Hierro, unidad de choque que más tarde adoptó la denominación de Batallón Motorizado de Ametralladoras y más tarde, Regimiento Motorizado de Ametralladoras. En diciembre de 1938, con el grado de comandante, estuvo al mando de la 49.ª Brigada Mixta formada por cuatro batallones y poco después se hizo cargo de la 49.ª División del Ejército Popular de la República, con la que participó en la ofensiva realizada en el sector de Fuenteovejuna.

Granell se retiró del frente cuando supo que la flota republicana acababa de salir de Cartagena, rumbo a África del Norte. Tres días antes del final de la guerra, el 28 de marzo de 1939, embarcó en el Stambrook, el último barco que zarpó del puerto de Alicante rumbo a Orán. Subió a bordo con el fusil ametrallador como único bagaje. En la lista de pasajeros figura dos veces su nombre con los números 2073 y 1928.

Desmovilizado ipso facto, como está consignado en su libro militar, una de sus hijas, Aurora, confirmaría que pasó por un campo de concentración francés antes de ingresar en el Cuerpo Franco de África en diciembre de 1942, tras el desembarco aliado. Invitado a integrarse en una unidad americana, Granell prefirió los Cuerpos Francos al mando del general De Monsanbert.

Con ellos combatió en la Guerra de Túnez contra las tropas de Rommel, donde consiguió los galones de teniente. Allí conoció también a varios de los futuros compañeros de La Nueve y, sobre todo, al comandante Putz. Con él integraría la Segunda División Blindada del general Leclerc.

Nombrado oficial adjunto del capitán Dronne, Granell fue indiscutiblemente uno de los mejores oficiales de La Nueve y de la Segunda División, atestado por las múltiples medallas y menciones que consiguió, incluidas la Cruz de Guerra con palmas y la Legión de Honor francesa. El decreto que otorga esta nominación explicitaba claramente algunas de sus cualidades:

[…] De una valentía rayana en la temeridad, siempre en cabeza de sus hombres, con desprecio total del peligro. Se ha destacado en todo el curso de la campaña desde el desembarco hasta Estrasburgo, de Écouché a París, Andelot, Remoncourt, Châtel–sur–Moselle, Vaxancourt, Vacqueville, se ha impuesto al enemigo, consiguiendo victoria tras victoria. El 17 de noviembre de 1944 arrastró su unidad al asalto de Badenvillers y, a pesar de las pérdidas severas, consiguió desalojar a un enemigo tenaz y muy superior en efectivos, conquistando brillantemente la posición.

Enfermo y abatido por la desaparición de una mayoría de sus hombres y compañeros —el último el coronel La Horie, con el que había dirigido numerosos combates— y tremendamente decepcionado ante las argucias políticas que apartaban de la batalla al general Leclerc y sus tropas para reinstalar el antiguo orden militar, decidió cesar el combate y aceptó ser hospitalizado. Antes de irse, quiso llegar hasta el Rin, donde se lavó la cara y las manos. De esa forma quiso terminar su guerra. El día que Granell abandonó la compañía, el 28 de noviembre de 1944, Dronne escribió en su diario: «Con Granell se va una parte del alma de La Nueve».

Al final de la guerra, decidió quedarse en Francia trabajando como gerente de una agencia de noticias, al mismo tiempo que mantenía estrechas relaciones con diversas personalidades políticas, con el fin de intentar instaurar una democracia en España. Cercano a Francisco Largo Caballero, inició contactos con el círculo de la monarquía de Don Juan, para trasladarles la propuesta socialista de una reinstauración monárquica y democrática. Entre las numerosas cartas intercambiadas de 1945 y 1949 con las diversas personalidades, reproducimos unos párrafos de dos de ellas. Primero de la enviada por Granell a Largo Caballero, el 31 de enero de 1945, y que aclara algunos aspectos de los diversos contactos:

[…] Con nuestro amigo H. F. he entrado en contacto con los consejeros de Don Juan, Sres. Quiñones de León y López Oliván. Después de oírles, he confirmado la impresión que hace tiempo tengo de que, en el ambiente internacional, se considera a la monarquía como la única solución viable, ya que es la única que tendría «apoyos exteriores» al mismo tiempo que dentro del país.

He tratado de averiguar con la mayor discreción posible si al entrar Don Juan en España haría la promesa solemne de devolver al pueblo sus libertades democráticas en el plazo más breve posible y, en tal caso, cuál sería su actitud con respecto al movimiento obrero si, por ejemplo, los socialistas se abstenían de combatir abiertamente al régimen. Dije que para que esto fuera posible entendía yo que al Partido Socialista y a las organizaciones obreras debería dárseles el mismo trato, en cuanto a derechos, que a los partidos monárquicos. El Sr. López Oliván me hizo saber que trasladaría mis preguntas a Don Juan y que sólo después de hablar con este podría darme una respuesta categórica.

Pero esta misma tarde, a las seis, me he visto sorprendido con una urgente llamada telefónica para que me entrevistara con el propio Don Juan, quien, tras una conferencia con H. F., me ha hecho pasar a su presencia. Me ha dispensado una afectuosa acogida —sabía de antemano que trataba con un socialista y con un combatiente por la República en España y contra el fascismo fuera de España— y me afirmó que siente un interés especial y una gran impresión por los problemas obreros y sociales… Don Juan no aceptará de ningún modo pactos ni compromisos con Franco y con el falangismo, ni se avendrá a colaboraciones de ninguna especie con ellos[72].

En la otra carta, del 26 de octubre de 1948, dirigida a Luis Jiménez de Asúa y firmada por Indalecio Prieto, este le presenta a Granell:

Este Granell que para usted aparece por primera vez en escena es un alicantino, de Orihuela, que se hizo famoso en París porque su tanque, en la extrema vanguardia de la Columna Leclerc, fue el primero que entró en dicha capital el día de la Liberación. En España militó en la Izquierda Republicana. Miguel Maura, cuando al ser derrotada Alemania creyó poder formar Gobierno, le había ofrecido nombrarle ministro de la Guerra. Desde entonces Granell ha actuado mucho en política, habiendo hecho gran amistad, según afirma, con Don Juan de Borbón. Estuvo a ver a este en Estoril como emisario de Largo Caballero, según un informe escrito que yo tengo en mi poder desde hace mucho tiempo, aunque quizá procediese con exceso de oficiosidad y Caballero no le confiase misión alguna. Gil Robles lo ha utilizado para entregarme parte de las notas que usted conoce y que figuran en el expediente de la negociación. Al enterarse de que el asunto estaba estancado por parte de los monárquicos, me escribió ofreciéndose a intervenir y yo le contesté aceptando.

Cuando Don Juan se entrevistó con Franco en el yate Azor, el 25 de agosto de 1948, cesaron los contactos con Amado Granell.

En 1950, Granell abrió en París un pequeño restaurante, Los Amigos, donde se daban cita gran cantidad de republicanos españoles. En 1952 lo dejó todo y volvió a España clandestinamente. Vivió años de clandestinidad en Santander, Barcelona y Madrid. A los 71 años se instaló en Alicante, donde regentó un pequeño negocio de electrodomésticos. Murió en un accidente de coche, cerca de Valencia. El capitán Dronne, en su diario, escribe que habrían encontrado trazas de balas en el coche. Esta afirmación no ha podido verificarse como cierta.

Cruz de Guerra con palma y cinco menciones, oficial de la Legión de Honor, Amado Granell fue enterrado en el cementerio de Sueca. La lápida, donde figura LH (Legión de Honor) y una hoja de palma, fue sufragada por el gobierno de la República francesa.