[1] Por prurito de imparcialidad hemos de señalar que ni siquiera la reciente obra de Moreno Juliá contiene, incomprensiblemente, la menor referencia a tales aspectos. <<

[2] Hace ya más de treinta años que di a conocer la escritura de su constitución. La formaron el comerciante Johannes E. F. Bernhardt y un marino retirado, Fernando Carranza y Fernández-Reguera, designado por Franco. El capital nominal —200 000 pesetas— ni siquiera se desembolsó. <<

[3] El cuadro de comisiones utilizadas en el sistema se reproduce en Leitz, pp. 36s, referido al 31 de diciembre de 1937. <<

[4] Nada de ello obsta para que el profesor Suárez (p. 473) subraye que «la germanofilia del nuevo Estado se mantenía, pues, dentro de límites que cualquier otro país tendría que reconocer como correctos; exceptuando a la URSS (sic) ningún impedimento había para adquirir compromisos con otros países absolutamente semejantes». <<

[5] Hidalgo Salazar (p. 78) señaló que Hitler y Göring decidieron que se abordara a Franco para que accediese a las pretensiones alemanas retirándole, «en caso negativo, las concesiones de material acordadas». Una pequeña distorsión histórica. <<

[6] Este es un tema delicado y que no abordaremos aquí. Baste con señalar que en marzo de 1937 Fernando Carranza, absolutamente marginado, abandonó la empresa. No fue sustituido. Sin embargo, sus derechos de propiedad se transfirieron al nuevo Estado que nombró a un abogado del Estado, Manuel Sierra Pomares, como delegado en la compañía (García Pérez, p. 65). Terminó (¿por convicción?) convirtiéndose en un acérrimo defensor del mecanismo. <<

[7] Dado que en ciertos círculos sigue haciendo autoridad la obra de Hidalgo Salazar, conviene indicar que no señala nada de lo que antecede. Sí subraya (p. 78) que los españoles no se comprometieron a fondo con el Tercer Reich. También se las apaña (p. 79) para presentar la no mención «de la HISMA» como un triunfo franquista. <<

[8] Los protocolos secretos de julio se conocen desde hace casi sesenta años. No hay excusa para escoger algunos puntos y dejar otros en el tintero cuando no casan con las preconcepciones ideológicas. Se encuentran en ADAP, docs. 392, 394 y 397. También se firmó un acuerdo, público, por el que España concedía a Alemania el trato de «nación más favorecida», como dice García Pérez (p. 68) el único país que lo obtuvo durante toda la guerra civil. <<

[9] Este punto esencial suele obviarse en ciertos autores. Lo hace por ejemplo el profesor Suárez (pp. 568-573), cuyos comentarios a los tres protocolos son, cuando menos, ligeros. Tiene razón, por el contrario, Elena Martínez (p. 314) al subrayar que la dependencia franquista del Tercer Reich proporcionó «la oportunidad a las autoridades germanas a moldear los intercambios a su conveniencia». <<

[10] No ignoro que escribir sobre política comercial o cambiarla es una tarea ingrata. De todas maneras, los resultados de un análisis no completo pero sí un tanto pormenorizado se encuentran expuestos en Viñas et al., cap. II, para la seguida por el naciente Estado. <<

[11] Suárez es, por ejemplo, uno de los que ni siquiera pierde una línea en aludir a las mismas. <<