[1] Grisoni y Hertzog se confunden (p. 97) y absurdamente pretenden que las ventas se realizaron en el mercado de Londres. <<

[2] Quien esto escribe tampoco pudo, en su momento, avanzar mucho más, aunque lo intentó (Viñas, 1979, pp. 337s). <<

[3] «Soviet gold production» y «Soviet gold industry», despachos de 9 de enero y 4 de marzo de 1938. TNA: FO 371/22292. <<

[4] En otros documentos se identifica el contenido de la cuarta oleada de suministros. En él se incluyeron 4 lanchas torpederas, 16 torpedos, 15 estaciones de radio marítimas, 10 000 cascos de acero, trilita, harina de trigo, etc. (ibid., pp. 33s). <<

[5] Negrín guardó algunos datos al respecto. Para 192 hombres, los gastos ascendían a: 2660 y 782 697 dólares, según se tratase de la parte alícuota de explotación de materiales y gastos de organización, entretenimiento y aprendizaje. Coste por individuo en torno a los 6000 dólares. AFCJN, carpeta 24. <<

[6] Sus nombres o apodos eran Perpich, Kreming, Leonidov, Maximov, Duvrovitch, Alexander y Malino. Este último era Rodion Malinovski, a quien encontraremos más adelante. Se le reconoció el rango de general en septiembre. En el período considerado aparecieron otros llamados Bikov, Shilov y Orlov. <<

[7] El 15 de julio de 1938, el general Maximov escribió a Negrín que le parecía engorroso el sistema seguido hasta la fecha de justificación de gastos por mensualidades y sugirió que se modificase por otro que permitiese pagos por adelantado (300 000 ptas.), corriendo a su cargo la emisión de declaraciones firmadas sobre los gastos realizados, que continuarían detallándose mensualmente a posteriori con los justificantes correspondientes. Desde el 23 de abril de 1937 hasta el 21 de abril de 1938 se habían hecho gastos por trabajos especiales (605 000 ptas.), por servicios de consejeros, instructores, intérpretes y enlace (290 000) y por gastos de organización debido a las operaciones militares (105 000), cargados a un millón recibido en la primera fecha (AJNP). <<

[8] El lector que desee ampliar este relato con las necesarias consideraciones y cálculos técnicos puede acudir a Viñas (1976 y 1979), para un tratamiento más detallado. <<

[9] Es el que manipuló Vidal para «demostrar» que el autor era Dimitrov y que Santiago Carrillo fue el responsable de Paracuellos (Viñas, 2007, cap. II). Se reproduce en Radosh et al., doc. 46. <<

[10] Una de las cosas que convendría hacer es poner en paralelo este tipo de informaciones con las que suministraban otros observadores extranjeros. El encargado de negocios británico telegrafió el 17 de septiembre, por ejemplo, que la CNT y elementos militares descontentos se habían agitado en Valencia. Hubo mucho tiroteo. Corrían rumores de que quizá se formase un nuevo Gobierno con los generales Miaja y Pozas al frente a fin de mantener el orden si se producía un hundimiento de la resistencia. El diplomático no pensaba que las cosas fueran tan mal pero los rumores mostraban el colapso de moral, intensificado por la carencia de alimentos y combustible (TNA: FO 371/21300). <<

[11] Beevor se abstiene de identificar al autor («un alto funcionario soviético en Valencia») pero ello no le impide afirmar que «este documento revela la determinación de los comunistas de hacerse con todo el poder en España» (p. 434). <<

[12] Esto es lo que dice el informe, no lo que afirma Beevor (p. 416), que atribuye tales deseos a su autor, en una clara manipulación de la evidencia documental. <<

[13] El coronel Antonio Cordón, en cuanto se le nombró subsecretario de Guerra tras la crisis de abril de 1938, se apresuró a presionar a Negrín para que la decretase. El tema se discutió en Consejo de Ministros pero no se llegó a ella. Se adoptaron sucedáneos. La movilización general no se proclamó hasta que ya fue demasiado tarde, en enero de 1939. <<

[14] En el EP llegaron a contabilizarse 246 brigadas (contando las internacionales). De ellos, según Engel, al menos 154 se formaron antes de julio de 1937. Hubo, además, 19 brigadas en Euzkadi, 16 en Santander y 22 en Asturias. <<

[15] Mi interpretación diverge radicalmente de la de los historiadores pro o neofranquistas que siguen los surcos habituales de la propaganda de los vencedores o la de un sector amplio de los vencidos. Subsiste incluso en literatura que pasa por seria. El ejemplo paradigmático lo ofrece el profesor Suárez (p. 534), quien al aludir a la «revolución interna» en la zona republicana argumenta que «en diversas fases, conduciría al establecimiento del orden mediante la implantación del marxismo soviético y la creación de un Ejército rojo capaz de respaldar y conservar dicha revolución». <<

[16] Lamentablemente una página, la 98, está escrita en caracteres tan débiles que hoy, en fotocopia, resulta indescifrable. <<