9

[d9] Carta de Togliatti a la Comintern

13 de septiembre de 1937

Queridos camaradas:

Quisiera decir algunas palabras sobre lo que se ha hecho últimamente para poner en práctica vuestros consejos y directivas. Hoy aparecerá en la prensa del Partido la declaración del Buró Político por la que este declara su intención de dar los primeros pasos para corregir la línea táctica en toda una serie de cuestiones.

El documento se preparó tras la partida de Luis [Codovilla]. Más adelante os explicaré por qué no fue posible hacerlo antes: las primeras observaciones críticas las hizo en vísperas [de la partida] vuestro amigo Alfredo [Togliatti, refiriéndose a sí mismo en tercera persona] durante la reunión antes de que se marcharan Ch[eca] y L[uis]. Pero, por desgracia, no se adoptó ninguna acción práctica. Quisiera añadir que estuve muy descontento con la intervención y la postura de L[uis] en esta reunión. Mientras que la información de Checa, la introducción de Hernández y especialmente la de Uribe encauzaron la discusión por el buen camino de la autocrítica y de la búsqueda de vías para mejorar la táctica y la labor del Partido, la introducción de L[uis], en la que este planteó una serie de cuestiones, por así decirlo, prácticas y relacionadas con la actividad del Gobierno en diversos campos, desorientó totalmente a los camaradas y ocultó los problemas mayores que exigirían una política consecuente del Frente Popular impulsada por el Partido. Tras la partida de L[uis] continuamos las conversaciones y debates en el Secretariado y en el Buró Político y quedé muy satisfecho con el método de discusión. En tales debates llegué a la convicción de que era imperativo cambiar de forma radical el método del trabajo de vuestros «consejeros» que se hallaban presentes. Sin hablar ya de Díaz, que no se encuentra aquí, como sabéis, y de Checa, hay un grupo de camaradas (Uribe, Dolores, Hernández, Giorla) que pueden dirigir el Partido, y además dirigirlo bien. Pero para ello haría falta:

  1. Que vuestros «consejeros» no desorienten a los camaradas empujándoles a tomar un camino equivocado a tenor de teorías improvisadas e incorrectas o con un nerviosismo innecesario para la política. Ello, sumado al de los camaradas españoles, tiene como consecuencia la debilitación paulatina de la táctica del Partido. Esta crítica se dirige contra L[uis] y también contra Pedro [Erno Gerö].
  2. Que vuestros «consejeros» dejen de considerarse a sí mismos como «dueños» del Partido, que dejen de creer que los camaradas españoles son ineptos y que dejen de sustituirlos bajo el pretexto de hacer mejor [y mejor[4]] las cosas, etc. Esta crítica se dirige sobre todo a L[uis]. Si este no puede cambiar sus métodos de trabajo, es preferible que no vuelva. Cada día que pasa me convenzo cada vez más de que sería lo correcto.

El documento que se ha publicado hoy es, en verdad, el resultado del trabajo colectivo de todo el Buró Político. Sus componentes, enfrentados a la necesidad de adoptar una actitud crítica hacia la labor del Partido, han dado muestras de madurez y de su capacidad, tomando incluso la iniciativa de acordar las conclusiones correspondientes a partir de las observaciones críticas colectivas. El documento del Buró Político se vio precedido por un artículo de Dolores [Ibárruri] (que escribió por su propia iniciativa, sin ninguna ayuda ni correcciones por nuestra parte). Es un artículo que ha tenido mucho eco y es muy bueno. Dos artículos escritos por Giorla causaron un profundo asombro debido a que estaban redactados en un tono distinto y hoy mismo dos periódicos anarquistas han respondido en un tono muy cordial. Sin embargo, personalmente pienso que esto, al igual que el propio documento, no son sino los preparativos imprescindibles para descargar la atmósfera de la electricidad acumulada durante los últimos meses de encarnizada polémica. El verdadero trabajo político empezará tras el inicio de las conversaciones con la CNT, cosa que tendrá lugar, creo, dentro de unos días. Habrá grandes dificultades, ya que tenemos que acercarnos a los anarquistas sin romper con los socialistas y con otros partidos del Frente Popular y sin que se enfríen las relaciones con estos. Siempre que se mantenga una cierta flexibilidad, podrá alcanzarse el resultado deseado.

Otra cosa relacionada con los anarquistas. La situación se complicó a causa de los rumores propagados durante estos días acerca de la preparación de un putsch anarquista. Fue preciso trabajar para que los camaradas no perdieran la sangre fría. Lo que ha sucedido (voy a detenerme en los detalles), ya que los hechos son muy significativos, es lo siguiente. Hace unos días recibimos una información secreta acerca de que los anarquistas, junto con elementos de la quinta columna, preparaban una revuelta para el 14 o 15 de septiembre. Paralelamente, nuestros camaradas de Barcelona recibieron la misma información. La fuente era la policía de Perpiñán que había interceptado los telegramas y las cartas. El plan de la revuelta: grupos anarquistas debían entrar en España a través de la frontera francesa al tiempo que en la ciudad se llevaba a cabo una rebelión organizada por la CNT. Naturalmente, el Partido tomó todas las medidas de precaución necesarias, pero yo aconsejé a nuestros camaradas que no dieran la voz de alarma públicamente ni dijeran nada a la prensa, en contra de lo que se había hecho en otros casos semejantes. Les hice tal sugerencia en la convicción de que una alarma de tal índole podía perjudicar la campaña de acercamiento a los anarquistas que ya estaba en marcha. Pero en realidad ocurrió una cosa extraña. Resultó que a la vez que nosotros recibíamos la advertencia de una inevitable revuelta anarquista, se alertó a la CNT de que los comunistas preparaban una rebelión para el 14 o 15 de este mes. También ellos adoptaron sus medidas de precaución y en la noche del 14 al 15, mientras todos los comunistas se reunían en los edificios del Partido a esperar el desarrollo de los acontecimientos, los anarquistas también se reunieron en sus sedes. Por fortuna, todo se limitó a una noche en vela pero cualquier minucia podría haber provocado un enfrentamiento sanguinario. De todo ello se saca la conclusión de que hay gente interesada en que nosotros y los anarquistas nos enfrentemos y esta gente, conocedora de los estados de ánimo de una y otra parte, ha aprendido a utilizarlos muy bien, al tiempo que el Partido ha de estar siempre alerta para prevenir semejantes provocaciones.

Para explicar el carácter de las enmiendas a los diversos puntos del documento serían necesarios extensos comentarios pero ahora no tengo tiempo de hacerlos y además creo que la discusión con Checa y L[uis] aclarará todas estas cuestiones. Quisiera solamente subrayar que [desde mi punto de vista[5]] la labor del Partido debe corregirse desde dos puntos de vista: por un lado en cuanto a la puesta en práctica de una política consecuente del Frente Popular (el documento del Buró Político es el primer paso en esta dirección); y por otro lado en el sentido de dar una cabida mucho mayor en la labor del Partido a la defensa de las exigencias y aspiraciones inaplazables de la clase obrera, de los obreros del campo y del campesinado más pobre. Todo ello, naturalmente, en el marco de la política del Frente Popular. Aquí se plantea la cuestión de trabajar con los sindicatos, algo que llevamos muy atrasado y donde la situación es bastante mala. Llevo más de un mes aquí y durante todo este tiempo la cuestión sindical no se ha discutido en el Secretariado ni una sola vez. No hay ninguna duda de la existencia de una serie de problemas acuciantes de carácter sindical como, por ejemplo, el salario de los obreros, etc., problemas por los que el Partido no puede dejar de interesarse. En la prensa del Partido no hay una sección sindical ni correspondencias con las fábricas, lo que confirma la idea de que sigue postergándose el trabajo sindical y de que la vinculación con la masa obrera es muy débil. Los camaradas se interesan sobre todo por la lucha política de las distintas tendencias dentro de los sindicatos (la lucha por ocupar los puestos directivos, etc.), pero incluso en esta pugna se sienten más atraídos por las maquinaciones de los cabecillas que por la movilización de las masas organizadas en los sindicatos en base a la defensa de sus intereses. Es una de las razones por las que Caballero ha mantenido hasta ahora una posición nada desdeñable en los sindicatos y por la que sus cuadros sindicales han quedado [casi] intactos. Tomemos, por ejemplo, Valencia. Los caballeristas tienen en sus manos la dirección del Comité Regional de los sindicatos de esta ciudad. Gracias a ellos disponen de la posibilidad de publicar un órgano cotidiano, Correspondencia de Valencia, que es el órgano de los sindicatos de Valencia. Actualmente este periódico es el órgano de Caballero y lleva a cabo la campaña más sucia contra el Partido Comunista. Este problema lo ha planteado el Secretariado desde que he llegado aquí: todos los días los camaradas me convencen de que expulsarán a los caballeristas de la dirección del Comité Regional de los sindicatos y de la redacción del periódico. Los camaradas quieren llegar a un acuerdo con los socialistas (los centristas) que están en la dirección del Comité Regional, lo cual les proporcionaría la mayoría, y después hacer algo así como un golpe semilegal en el periódico, despidiendo a los redactores caballeristas y poniendo en su lugar una nueva redacción. Aseguran que es posible y que se puede hacer con la ayuda de las autoridades, prometiendo cada día que lo harían en horas. Luis les inspira y empuja enérgicamente por este camino.

Al ver que no se avanzaba, finalmente me dirigí a los camaradas para pedirles que trabajasen una vez más sobre esta cuestión, sometiéndola a discusión en la reunión del Secretariado. En el curso del debate se descubrió que las autoridades jamás habían prometido ayudarnos en lo que se refiere al periódico; que tal intromisión sería inadmisible desde el punto de vista legal y de las tradiciones del movimiento obrero; que la única intervención posible (¡tras la decisión judicial!) es la del ministro de Trabajo, que es enemigo del Partido y no accedería a ella; que los socialistas centristas no aceptarían un golpe semejante y que si se sigue insistiendo en ello lo único que se puede hacer es llevar a cabo una ofensiva contra el periódico con los cuadros y los medios del Partido, a riesgo de poner en contra nuestra las fuerzas sociales, y que tal acción contribuiría a incrementar la unidad en la fracción caballerista, lo cual dificultaría su aislamiento y empeoraría nuestras relaciones con los anarquistas, el Gobierno y una parte de las masas obreras.

De esta forma perdimos un mes entero en negociaciones con los dirigentes socialistas, las autoridades, etc., olvidando durante este tiempo la tarea de realizar el más elemental trabajo entre las masas, de movilizar a los obreros de las fábricas contra el periódico y su redacción a través de reuniones sindicales, de enviar protestas, delegaciones, resoluciones, etc. A mi modo de ver, esto significa que se olvidó lo esencial, lo cual dio a Caballero la oportunidad de organizar su intervención contra nosotros, excluyendo diversas organizaciones locales y convocando una reunión general de los sindicatos en la que corremos el riesgo de quedar en minoría si no hacemos un gran esfuerzo desde abajo. Y esto no se ha hecho.

Los mismos defectos se manifiestan en la labor del Partido a escala nacional, en la labor encaminada a resistir las acciones cismáticas de Caballero. Todo el trabajo se realiza desde arriba mientras casi se llega a olvidar: 1) el trabajo sindical en las organizaciones de base; 2) los esfuerzos necesarios para movilizar, al menos, a una parte de los cuadros contra su política (los de la antigua ala «izquierda» socialista). Pero ahí comienza un nuevo capítulo. El análisis de la situación en diversos lugares me obliga a concluir que en muchos casos el Partido comete el error de unir en un mismo bloque a todos los cuadros de la antigua «izquierda», calificándolos de la misma manera y luchando contra ellos sin diferenciar. Dicen: los contrarrevolucionarios caballeristas son enemigos del Partido, etc., lo cual en muchos casos no corresponde a la realidad. No cabe duda de que una política más flexible podría dividir incluso a los grupos más cercanos a Caballero. La intervención de Carrillo (el viejo) es distinta en muchas cosas, por ejemplo con respecto a otras actuaciones.

En la última reunión del Comité Ejecutivo de la UGT, Galarza propuso que insistiera en invitar a la Internacional Comunista a la reunión de París. Esto provocó la ira de Caballero. La táctica incorrecta en relación con los cuadros caballeristas puede tener consecuencias muy serias entre la juventud, ya que muchos dirigentes de las organizaciones locales de las juventudes siguen vinculados a Caballlero y, desde luego, nunca se separarán de él si les consideramos enemigos nuestros. Ahora, el Comité Central de las Juventudes ha comprendido este peligro y empieza a llevar a cabo una labor que consiste en: a) corregir ciertos errores (algunos de ellos muy graves: en Murcia, por ejemplo, la organización juvenil está al borde del cisma con dos tendencias, una, caballerista, en la Casa de la Juventud, y la segunda, comunista, en el edificio del Partido) y b) ganarse de forma sistemática a los cuadros caballeristas, acercándose a ellos a partir de una labor específica. No obstante, el Partido debe realizar un cambio profundo en sus relaciones con los caballeristas en este plano.

Otra de las cuestiones que nos ha ocupado estos días es el problema de la disciplina de los cuadros comunistas en el Ejército (desgraciadamente, se trata de los mejores). La situación es muy peligrosa en este sentido. Dejemos los detalles aparte. Lo fundamental es que los cuadros comunistas del Ejército no sienten la autoridad del Comité Central. Esto lleva a una lucha inadmisible entre ellos que socava la disciplina, a hacer publicidad de sí mismos, etc. El Partido, en nombre del Comité Central, ha tomado la decisión de dirigirles una carta secreta. Al tiempo el CC emprende otra serie de medidas.

Todas las observaciones que he hecho aquí reflejan también la opinión de Moreno [«Stepanov»], al cual, repito, no tengo nada que reprochar excepto que no ha hecho nada hasta ahora para orientar a los camaradas hacia una autocrítica correcta y para impedir que se cometieran errores tan graves, etc. Con el consentimiento de Moreno he planteado la cuestión de que L[uis] no debería volver. No quise juzgar su trabajo de prisa y corriendo, pero ahora puedo decir con convencimiento que su presencia perjudica al Partido. Las razones: a) es indudablemente el principal culpable de que en los últimos meses el Partido no haya llevado a cabo una política consecuente con respecto al Frente Popular, el acercamiento a los anarquistas y el aislamiento de Caballero. Su método de plantear las cuestiones importantes sólo puede desorientar al Partido; b) lo considero el principal culpable de la inconsecuencia con que la política del Partido se ha reflejado en la prensa (y, en parte, también en los mítines), asestando golpes ora a la izquierda, ora a la derecha, sin plan alguno, lo que imposibilitaba absolutamente una actividad política consecuente, en lugar de aislar a los enemigos declarados y fortalecer al Frente Popular; c) su presencia obstaculiza la labor del CC, priva a los camaradas del sentido de la responsabilidad y la crítica, etc.

Sé que, para cuando recibáis esta carta, ya habréis resuelto esta cuestión, pero me gustaría que conocierais también mi punto de vista, teniendo en cuenta la seriedad del problema. Considero que hemos cometido un grave error dejando al Partido Comunista Español bajo la tutela de L[uis].

Mi más cordial saludo.

Fuente: Komintern, doc. n.º 53. <<