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[d41] Álvarez del Vayo sobre la situación

a principios de enero de 1939

Barcelona, 6 de enero de 1939

Estrictamente personal

Excmo. Sr. D.

Marcelino Pascua.

Embajador de España.

París

Mi querido amigo:

Quiero, al aprovechar la salida de la valija de hoy, darle a Vd. una impresión sobre la situación militar. Por teléfono tropiezo siempre con la dificultad de saber hasta qué punto son escuchadas, y seguramente registradas, nuestras palabras. Sin haber motivo todavía alguno para juzgarla grave, nos encontramos desde luego ante una situación militar particularmente apretada y difícil. Cuanto se diga del heroísmo de nuestra gente resultaría pobre y banal. Ha habido unidades que, diezmadas, después de doce días de batirse día y noche, sin mandos, por haber caído la casi totalidad de sus jefes y oficiales, con un comisario, o un teniente, o un cabo, como único elemento director, se han rehecho y han vuelto a contraatacar. Pero, la superioridad en material del enemigo es abrumadora. Tienen unas veintiuna divisiones, una cantidad de artillería imponente y aviación toda la que quieren. Se percibe claro el propósito de crear una situación de hecho lo más favorable posible antes de la visita de Chamberlain a Roma. Como usted habrá visto, el mando republicano trata por todos los medios de disminuir la presión en el frente catalán y para ello ha iniciado la ofensiva sobre Extremadura comenzada ayer mañana y no del todo mal. Sin embargo, hay que contar con unos días muy duros. Les haremos frente y saldremos de ellos como hemos salido otras veces. El recuerdo de noviembre del 36, de abril del año pasado, cuando nuestros mejores amigos de aquí —recuerdo una noche en que Pietro Nenni, que acababa de regresar del frente vino a verme para preguntarme «en qué basaba yo todavía mis esperanzas»— hace que, sin tratar de engañarnos sobre lo serio de la situación, conservemos intacta nuestra resolución y nuestra confianza.

Supongo que volverá a repetirse lo ocurrido en ocasiones parecidas. Un colapso momentáneo de nuestros amigos de fuera y unas llamadas angustiosas para que veamos la manera de reconfortarles. No hay sino decirles que de la propia experiencia de nuestra guerra saquen alientos y que en vez de desanimarse redoblen sus esfuerzos, gritando a los cuatro vientos el escándalo y la monstruosidad de que mientras nosotros hemos retirado a todos los combatientes extranjeros, cinco divisiones italianas ensayan de abrirse paso a los Pirineos. Comprendo que todo esto no es muy agradable y me doy cuenta [indescifrable en la copia] en el exterior. ¡Pero, qué quiere usted que hagamos! También nosotros, los que estamos aquí, pasamos malos ratos y no por eso desafallece en nada nuestro ánimo.

Estoy personalmente muy al tanto para que nuestros servicios de propaganda rindan de sí todo lo que puedan. Ahora bien, hay momentos en que nuestra acción en ese sentido se ve naturalmente limitada por la fuerza misma de los hechos. Si el enemigo avanza, es inútil que queramos convertir en una situación favorable lo que es una situación adversa y nuestro principal esfuerzo, aparte de procurar contenerle, es recordar a la gente que también en otros momentos en que la avalancha se nos venía encima con síntomas arrolladores, se ha producido una reacción última afortunada que nos ha salvado y nos ha permitido rehacernos.

No quisiera que viese usted en las anteriores líneas la menor sombra de pesimismo. Me ha parecido un deber de lealtad y de orientación decirle a usted, sin simulación alguna, cómo están las cosas. Y dentro de la discreción y reserva obligada en las conversaciones telefónicas, procuraré en los próximos días tenerle a usted lo más al corriente de todo que me sea posible. Repito que la situación aún no es grave: «apretada» me parece la palabra justa.

Le saluda con todo afecto.

V.

Fuente: AMAE: FPA, caja 106. <<