[d34] Negrín se dirige a la troika soviética
Barcelona, 11 de noviembre de 1938
Al Secretario General del E. del PC.
J. Stalin
–Moscou–
Mi insigne Camarada y gran Amigo:
La marcha de nuestra lucha en España y la situación internacional presente, me mueven a escribirle por considerar que las decisiones y medidas que en estos instantes se adopten tendrán consecuencias definitivas, no sólo sobre nuestra contienda sino en el devenir de la política europea y mundial en tiempos próximos.
Por esta razón, y por otras de tanta monta, hubiera querido concertar una entrevista reservada con Vd., pero las circunstancias no permiten el alejarme varios días de mi país.
Los intermediarios, que en alguna ocasión he aprovechado, valiéndome de nuestro camarada Pascua o indirectamente por medio de los representantes acreditados de la URSS cerca de mi Gobierno, es difícil que en ciertas cuestiones sepan hacer llegar a Vd. la expresión fiel de mis ideas.
Esto motiva el que le dirija estas líneas, y me permito hacerlo en español —sabedor de que existen ahí perfectos traductores de mi idioma— porque me siento así más seguro de matizar mejor mi pensamiento.
Antes de entrar en materia quiero significar a Vd. que sé perfectamente que en la Unión Soviética —en el Pueblo y en sus Dirigentes— contamos con excelentes amigos. Pero sé además que entre todos figura Vd. en lugar preeminente. Yo quiero frenar mi pluma y no decir nada que pueda parecer halago a su persona o signo de reconocimiento surgidos, uno y otro, de una gratitud bien motivada. Mas no puedo callar que sin el interés que Vd. ha puesto en nuestra lucha hace ya mucho tiempo que habríamos sucumbido y que el porvenir y la suerte de la Libertad y de la Democracia y con ellas de mi Patria se habría ya jugado y perdido irremisiblemente.
La convicción de que nuestra causa la siente Vd. como propia, me anima a hablarle con sinceridad y franqueza, en la certidumbre de que dentro del terreno estrictamente confidencial e íntimo en que, con sentimientos de camaradería y amistad, me produzco, sabrá disculpar lo que pudiera —en otro caso— parecer un entrometimiento o una incorrección.
Situación internacional
Es hoy España el último baluarte que queda para que la pugna entre los países democráticos y los totalitarios pueda resolverse sin llegar a una guerra o sin capitulaciones sucesivas y vergonzosas, aún peores que la guerra.
Si en España fuéramos derrotados, dudo que el verano de 1939 transcurra sin estallar un conflicto general. A no ser que Francia e Inglaterra estén dispuestas a tolerar y transigir con todas las exigencias y humillaciones del bloque nazi-fascista, prestándose así al hundimiento definitivo de estas dos potencias.
Inglaterra
La política inglesa es la clave de la conducta de Francia y de los países europeos que oficialmente figuran como amigos nuestros con relación a España.
Desgraciadamente quien gobierna en Inglaterra es la tertulia de Cliveden, con los Astors, lord Londonderry, Garvin y tantos otros elementos completamente hostiles a España y entregados a Hitler y Mussolini.
Chamberlain es un instrumento eficaz por su tozudez, su cazurrería y su impermeabilidad al influjo de la opinión pública.
El desconocimiento absoluto de los problemas internacionales y la carencia de visión de estadista no bastan para explicar los errores de Chamberlain, hombre que además no oye ni entiende los consejos y asesoramientos de técnicos y expertos.
Hay en él una serie de elementos afectivos que le aferran a su posición política: 1.º una simpatía por Hitler y Mussolini, que apenas sabe ocultar; 2.º un profundo recelo hacia la URSS, no sólo por lo que en cuanto régimen simboliza, sino como reacción ancestral de un «tory» hacia todo país que pueda ser competidor temible de la hegemonía del mundo y, en el caso de la Unión Soviética, vecino peligroso en sus zonas de influencia en Asia; 3.º una aversión hacia Francia que aprendió de su padre; 4.º un marcado espíritu de clase con todos los rasgos del fabricante provinciano inglés, con mentalidad de negociante filisteo insular y una repugnancia al proletariado que se manifiesta por un odio, que le hace perder su flema británica, hacia lo que signifique comunismo, socialismo o simple liberalismo.
Estos factores pasionales condicionan la posición de Chamberlain en forma tal que posterga los intereses del Imperio, que está obligado a defender, a mezquinos y endebles intereses de «clan».
Hay en el Partido Conservador inglés, hoy rector oficial de los destinos británicos, gente que se percata de que la nación va al abismo. El caso de Eden y de Lord Cranborne, primero, de Duff Cooper, hace poco, según parece de Hora Belisha ahora, y de Churchill siempre, no son los únicos. Pero las mayorías parlamentarias votan siempre, en Inglaterra, no por convicción o espíritu de disciplina sino por la presión de los «whips», por compromisos personales y coacciones de los «clubs» y por la cursilería «snob» de gran parte de los típicos M. of P. [miembros del Parlamento: diputados] que no suelen discurrir sino de prestado.
Es evidente que en el pueblo inglés se está produciendo una reacción, pero las masas son lentas en Inglaterra y su madurez política deja mucho que desear.
Los liberales arrastran poca gente, los laboristas forman un partido heterogéneo, sin nervio ni elementos de gran empuje y anquilosado por prejuicios que resisten a los martillazos de la realidad.
En cuanto a personalidades aisladas como Lloyd George, Churchill y algunos otros, cuentan sí con sectores de opinión selectos, pero políticamente de poco peso, por el instante.
Los comunistas son el horror de todos los buenos súbditos de S. M. que en su frenesí serían capaces de aliarse con el diablo para luchar contra los bolcheviques.
Añádase a todo esto que no sólo la banca, la gran industria y el comercio, en resumen el capitalismo, que tanto influye en el Reino Unido, son devotos de Alemania e Italia, sino que en los círculos de la aristocracia que juegan a la política y, lo que es peor, en puestos calificados del «Civil Service» se ha ido infiltrando una afición al fascismo que llega hasta los medios próximos a la Corte de Buckingham donde predomina la admiración y entregamiento completo al totalitarismo.
No se debe descuidar el influjo que el fascismo internacional ha conquistado por la propaganda, por maniobras sutiles y por toda clase de medios, cerca de algunas casas reales. La actitud de Spaak, en Bélgica, yo la sospecho debida a sugestión del monarca y en Inglaterra poco han cambiado las cosas después de la abdicación forzada del rey anterior.
No se puede pues contar con un cambio radical y rápido de la política internacional inglesa y habrá que manejar hábilmente todas las incidencias que surjan en los próximos meses para, o forzar a que cambie la actitud de Chamberlain, cada vez más aislado entre los suyos, haciendo sentir entre las clases dominantes de Inglaterra el peligro que significa su política de continuas dejaciones ante Alemania o Italia, o dejar fácil acceso a un cambio de situación política general facilitando que el movimiento de oposición surgido en el pueblo y en los partidos contra una política de concesiones y de humillaciones no se distraiga con problemas que escinden las masas y que deben quedar relegados a otros instantes más propicios.
Poco se puede hacer desde fuera en ese sentido dada la susceptibilidad comprensible con que los ingleses rechazan toda sugestión que pueda parecer injerencia, pero yo no he recatado mi opinión ante algunos amigos británicos.
Eden, Churchill, Lloyd George, quizás Morrison, pueden ser los hombres en que converja ese movimiento de opinión. Poco importa quién sea con tal de que el hecho se produzca.
La URSS tiene, a mi juicio, una carta de mucho peso con qué jugar. Es el de buscar un terreno de «entente» a base de una coincidencia de intereses en lo que respecta al problema del Extremo Oriente, en el momento actual, que preocupa hondamente a Gran Bretaña. En Europa central, por consideraciones políticas, prefiere el Gobierno inglés la hegemonía alemana, pero en el Extremo Oriente, por consideraciones imperialistas, necesita un aliado. Es quizá la única base sobre la que se podrían lograr compensaciones, porque una actitud destemplada sólo serviría hoy de pretexto al Gobierno inglés para echarse abiertamente en brazos del conglomerado italo-germano.
Para España han sido Chamberlain y su «clique» los peores enemigos. De sus medios íntimos han salido los «slogans» de peor gusto que tanto daño nos han hecho. Felizmente la magnífica resistencia de nuestros soldados y de nuestro pueblo han esterilizado su eficacia.
Sin embargo, en esos medios siguen deseando nuestra completa derrota. Esperan lograr un desinteresamiento de Alemania en la política española por concesiones económicas y coloniales y confían en que lograrán la retirada de Italia, después de la guerra, mediante presiones financieras simultaneadas con concesiones territoriales. Dar por seguro que al encontrarse entonces con una España debilitada y arruinada podrán, ofreciendo un apoyo para su reconstrucción, que cobrarían usurariamente, intervenir en el gobierno de España, mediatizándonos a través de una monarquía con la corona en la cabeza de un hijo del exrey, muy sometido a la influencia inglesa.
Los cálculos son absurdos. Ni Alemania renuncia a las ventajas económicas y estratégicas de tener bajo su férula una España fascista. Ni Italia se resignaría, al triunfar, a no recoger el fruto de su victoria. Ni sus promesas en este sentido pueden inspirar confianza.
Pero, sobre todo, el pueblo español no está dispuesto a aceptar una derrota.
Muy poco podremos hacer cerca del actual gabinete inglés. No obstante, hay que reconocer que lentamente hemos ido deshaciendo muchos prejuicios que contra nosotros había. Y la firmeza del Gobierno español ha traído en jaque a la política exterior británica que ha hecho cuanto ha podido, dentro de su hipócrita disimulo, por contribuir a nuestra derrota y acelerarla. Bien seguro que si Checoslovaquia hubiera mostrado igual entereza ante los arteros consejos de Runciman y sus secuaces, y ante las confabulaciones de Godesberg y Munich, bien seguro que no se hubiera producido la derrota catastrófica sufrida por las democracias.
Me he entretenido considerando la actitud inglesa porque la estimo el eje de la posición más o menos encubiertamente hostil de los países que presumen de amigos.
Francia
Tiene un gran ejército, pero no tiene política exterior. Marcha a la deriva de Inglaterra. Dividida internamente, muy trabajada y debilitada por la propaganda demagógica fascista. Sobornados muchos de sus hombres políticos en los que hoy día domina la inepcia y la debilidad.
Lebrun, el presidente de la República, influye más allá de lo que la Constitución le permite y es hombre obtuso y reaccionario.
Daladier, indeciso, con pretensiones de hombre enérgico, no tiene nada de energía y mucho de soberbia. Es uno de los hombres más desvaídos que he conocido, poco culto, sin sensibilidad política. La peor desgracia que podía caer sobre Francia es que un sujeto así la dirija en instantes tan delicados.
Bonnet, fascista 100%, ligado a muchos negocios, muy astuto, tanto como cobarde. Enemigo nuestro y de la URSS. En el fondo tan hitleriano como Flandin. Es el que ha maquinado toda la debacle checa pues es más ingenioso y hábil que Chamberlain. Daladier sólo ha servido de marioneta. Los procedimientos de Bonnet son siempre tortuosos.
Blum es hombre de buen deseo, pero sin voluntad ni penetración. Plañidero sempiterno no hace más que quejarse de las consecuencias de sus errores sin reconocerlos. No tiene fibra ni entusiasmo.
Herriot está dominado por su afán de contemporización y su anhelo de ser presidente de la República. Es capaz, de sentido democrático, tiene simpatía por España y no es hostil a la URSS.
Marin, Reynaud y Mandel son cada vez más afectos a nuestra causa y no creo que sea difícil hacer desaparecer los prejuicios que sienten hacia la Unión Soviética.
Jeanneney —el presidente del Senado— es por su carácter hombre que puede dar lugar a mucho juego, si las circunstancias le son propicias.
Hay un hombre, de Monzie, muy ambicioso, intrigante que se da de amigo nuestro, pero especula sobre los particularismos regionales españoles para intentar —en lo que coinciden bastantes franceses e ingleses de segundo orden— que de España no quede nada o quede una Nación muy dividida y debilitada. Si no se le vigila a él y a los que con él intrigan puede ser hombre peligroso.
En el juego político de Francia no se puede hablar de partidos sino de hombres y estos son los que en los próximos tiempos pueden tener más que ver con España.
El panorama no es muy halagüeño, pero yo confío en que la autoridad del Estado Mayor francés, que no puede ser ciego a los intereses de Francia; el temor ante las ambiciones desmedidas de Alemania, que hará resurgir un sentimiento de solidaridad nacional en el pueblo; y, sobre todo, las constantes torpezas de Hitler y Mussolini, harán inclinar cada vez más a nuestro lado la opinión pública de nuestros vecinos.
Ahora va de embajador a Moscú una persona que, según mis informaciones, es débil e indeciso. Estimo que procurando un contacto permanente y tratando de imbuirle confianza no será difícil conseguir que se desvanezcan en él y haga desaparecer [d] el Quai d’Orsay ciertos errores y prejuicios. Pero lo que a mi juicio sería un gran acierto es el obtener una mayor compenetración y colaboración con los elementos más destacados del Estado Mayor francés en los que ciertamente será imposible encontrar coincidencias políticas, pero con los que se podrá trabajar con provecho sobre un plan de intereses nacionales coincidentes.
Tengo motivos para sospechar que con gran tacto y paciencia tal cometido no sería difícil si el Gobierno soviético lo cree digno de ser tomado en consideración. Y la consolidación y concreción del pacto franco-soviético es la mejor manera de cortar las veleidades profascistas del Gobierno inglés —que cada vez se desinteresa más de Francia— y de asegurar así la paz en Europa.
Balcanes
Después del hundimiento checo ya no queda a los países occidentales más posibilidad de asegurar su ascendiente en los países balcánicos, de la antigua petite entente, que el favorecer nuestro triunfo. De lo contrario serán inútiles los esfuerzos que hagan Francia e Inglaterra para impedir que salgan de su órbita.
Los restos de Checoslovaquia están ya sojuzgados por Alemania. Rumanía y Yugoslavia tienen una serie de problemas de política interior y de nacionalidades que con un vecino peligroso no les permitirán sostener una cohesión de Estado. Ni a ellas ni a Hungría ni a Bulgaria les permitirá vivir en paz Alemania si no se entregan en sus manos.
Polonia —país casi balcánico— políticamente seguirá fácilmente a Alemania mientras a su frente estén gentes como Beck.
Hitler, después de anexionarse a Austria y deshacer el último bastión de las democracias en Centroeuropa, Checoslovaquia, ha interpuesto una serie de Estados «tampones» entre sí misma y la URSS, en los que intentará irse afirmando y arraigando mientras resuelve sus problemas coloniales para intentar después de deshecho el bloque franco-anglo-soviético acometer por separado a cada uno de sus componentes.
Si Francia e Inglaterra vieran claramente su situación, comprenderían que la clave de ese problema está también en nuestra lucha.
Norteamérica
No pierdo la esperanza de que el interés y la participación de los Estados Unidos en la política europea se irá acentuando. Roosevelt, que es un hombre que con tenacidad y habilidad ha sabido ir sorteando las dificultades que un parlamentarismo del tipo americano y un sistema federal anacrónico ofrecen en un país tan complejo como el suyo, se ha dado cuenta de que no puede permanecer al margen de lo que pasa no sólo en Extremo Oriente sino en Europa, incluso por los reflejos que amenaza tener en América.
Yo me alegraría, por considerarlo beneficioso, de que a base quizá de los intereses comunes en la lucha chino-japonesa, pudiera llegarse a una más íntima compenetración con la URSS. No creo que a él personalmente dejara de agradarle esa posibilidad, según me informan personas que pretenden conocer sus pensamientos.
Tal acercamiento —desde luego difícil— sería una gran garantía para la paz general.
La situación de España
Yo me he permitido hacer consideraciones tan prolijas porque es imposible desconectar nuestro problema del conjunto del panorama internacional.
En la política interior aquí se ha llegado a una unidad que aún no es perfecta pero si se tiene en cuenta el período de anarquía porque hemos pasado no deja de ser satisfactorio. Esta unidad ha habido que irla haciendo con las dificultades inherentes a tener que gobernar con una coalición de partidos tan heterogéneos y sometida a la influencia de los rebeldes y de los países enemigos, manifiestos o no, del exterior. Es posible que en ocasiones se haya interpretado como debilidad lo que en realidad no era más que la apreciación de que aún no se tenían las fuerzas necesarias para acometer una empresa. Función de un hombre de gobierno, sobre todo cuando no se tiene un fuerte partido homogéneo detrás, es el de no sacrificar el poder a la realización prematura de un propósito. Yo creo que en la aplicación de esa norma se ha procedido con acierto.
Por influjos exteriores; por influjo de la propaganda enemiga; por celos de partidos que han perdido su vitalidad o no han encontrado arraigo en el pueblo, sigue manteniéndose una enconada y dura campaña contra los comunistas. Yo no debo ocultárselo a Vd., a quien no vacilo en decirle que son mis mejores y más leales colaboradores. Los más propicios a la abnegación y al renunciamiento en aras a la victoria. Pero el hecho es que el menor pretexto sirve de motivo para empozoñar el ambiente intentando hacer creer que el Gobierno está manejado por influencias extrañas. No son ajenas a estos manejos representaciones diplomáticas y políticos extranjeros —así como españoles—. Hoy no podemos responder aún en forma adecuada porque implicaría crear un nuevo conflicto.
Sin embargo, la situación anterior no me intranquiliza y estoy seguro de que irá mejorando.
Grave es el problema que nos plantea el abastecimiento, estrechamente ligado con la situación financiera y de la que informé a su Gobierno a través de Pascua. Sobre el particular, urge llegar a acuerdos concretos, pues su demora puede ser perniciosa para el desarrollo de la guerra.
Ejército
De él le supongo a Vd. conocedor. Su mejoramiento en los últimos meses ha sido considerable. Aumento de reservas, formación de cuadros, perfeccionamiento técnico, todo ha ido superándose, pero más que nada sus cualidades combativas.
Ahora bien, por los informes verbales que ha de transmitir el General Hidalgo de Cisneros, podrá apreciar su Gobierno el carácter decisivo que la rápida resolución de las peticiones de que adjunto copias puede tener sobre el resultado de la guerra.
Para la plena eficacia será preciso un envío masivo y no gota a gota. Este último procedimiento puede tener el inconveniente de que en un momento que hoy no se prevé, pero que pudiera producirse en unos meses, nos encontraremos con obstáculos para la llegada del material.
Hay que tener en cuenta que los rebeldes y las divisiones italianas cuentan con un material aplastante y unos países de suministro próximos e inagotables. No necesitaremos, ni sería posible, el material de que ellos dispondrán, pero el mínimo para pertrechar a nuestra gente es indispensable. Todo lo que aquí se gasta es un seguro contra la próxima guerra.
Satisfechas nuestras demandas será militarmente posible derrotar a los facciosos antes de fin de la primavera. Pero es preciso no perder un momento y acumular rápidamente todo lo necesario.
En las condiciones en que está hoy el territorio leal no es posible pensar en una producción suficiente, si bien ha mejorado considerablemente todo lo referente a industrias de guerra.
No quiero terminar sin asegurar a Vd. de que la reconstrucción y recuperación de España podrá hacerse con nuestros propios medios en muy pocos años. No es este el momento de exponerle mis planes de recuperación, pero créame Vd. que con la riqueza potencial de España, con un país unido y un Gobierno dirigido por manos vigorosas es tarea fácil tal empresa.
Nos encontraremos al final más fuertes que antes. Borrados muchos obstáculos tradicionales; gentes de energía y autoridad que ha forjado la guerra; un ejército potente y las posibilidades industriales de nuestros arsenales nos permitirán no sólo crear una Marina mercante y de guerra de consideración sino proveer de ella a otros países.
Será para muchos españoles siempre un honor el pensar que si en un momento dado hay en este extremo occidental de Europa un instrumento potente militar y naval que pueda colaborar en fines comunes de progreso humano con la URSS, lo deberemos en gran parte al aliento, colaboración y apoyo que de una manera desinteresada nos han prestado nuestros amigos soviéticos. Y entonces podremos hablar sin ambages de la contribución noble y generosa del pueblo soviético, del sacrificio de sus hijos y de la visión genial de sus hombres de Estado que dirigen a su país.
De un lado a otro de Europa, yo le estrecho a Vd. la mano, mi querido camarada Stalin, como símbolo de unión y en señal de reconocimiento y gratitud.
J. NEGRÍN
(…)
Barcelona, 9 de noviembre de 1938
Al Presidente del Consejo de Comisarios de la URSS.
V. Molotov.
Moscú.
Mi querido Camarada y colega:
Adjunto le envío una carta oficial para formalizar las peticiones de material hechas por mi Gobierno al Gobierno soviético así como igualmente las listas anexas autentificadas.
Parece ser que un malentendido sobre el procedimiento a seguir ha retrasado la contestación a nuestras peticiones. He solicitado al General Hidalgo de Cisneros que explique al Mariscal Vorochilov la urgencia de nuestras necesidades.
En estos momentos la situación general es relativamente satisfactoria, pero con rapidez puede vencerse de un lado o de otro. Los alemanes y los italianos están haciendo un esfuerzo formidable para ayudar a los rebeldes. Un apoyo potente y rápido que permitiera utilizar nuestras reservas, ya preparadas, aseguraría sin duda un resultado favorable, quizá incluso antes de la primavera próxima. En la actualidad lo que necesitamos es el material, después de una dura tarea de organización cumplida gracias a la ayuda de nuestros consejeros soviéticos. La paz en España antes del verano de 1939 equivale probablemente a evitar una conflagración mundial, al menos por algún tiempo. Quisiera decir que es la paz con nuestra victoria. Lo contrario, después de la catástrofe checoslovaca, sería dejar caer el último bastión de la democracia en Europa occidental ya que Francia e Inglaterra terminarían aliándose con las potencias totalitarias. Los esfuerzos y sacrificios hechos tanto de un lado como de otro habrían sido estériles.
Estoy convencido que en España se juega la última carta del porvenir democrático de Francia y de Gran Bretaña e incluso su papel de potencias de primera magnitud. La incapacidad y las bajas pasiones políticas de sus hombres de gobierno impiden verlo claro, pero en el realismo político hay que contar con las cosas tal y como son.
El pueblo español y su Gobierno están decididos a mantener la lucha hasta el éxito. Ya se han dado pruebas de nuestra decisión y de nuestra resistencia pero para vencer hace falta algo más que el heroísmo. Sólo podemos contar con la URSS.
Nuestra derrota ha sido impedida gracias a Vdes., es decir, a sus ayudas de todo tipo, sus consejos, su apoyo internacional y, por último, la colaboración y el sacrificio de nuestros amigos y del pueblo soviético.
Conozco bien el interés de los dirigentes soviéticos hacia nuestra causa. Conozco el suyo personal y sé que no me es necesario invocarlo para estar seguro de poder contar con él una vez más.
Le ruego, querido Camarada y colega, recibir la amistad cordial de su buen amigo
J. NEGRÍN
(…)
Barcelona, 7 de noviembre de 1938
Al Mariscal C. E. Vorochilov
Moscou
Mi querido Mariscal y colega,
Por mediación del General Hidalgo de Cisneros me permito hacerle llegar una copia de los documentos enviados al Presidente del Consejo de Comisarios de la URSS, camarada Molotov, para formalizar las peticiones de material hechas por mi Gobierno a la URSS.
Tales documentos reproducen, en parte ampliada o modificada, las peticiones hechas anteriormente pero que, por un malentendido, no habían sido formalizadas.
El General Hidalgo de Cisneros, siguiendo mis instrucciones, podrá explicarle la urgencia y la necesidad de tal material.
En las semanas que se avecinan el desarrollo de la lucha en España tendrá una influencia decisiva sobre la evolución de la lucha en el mundo. Italia y Alemania lo entienden bien y es así por lo que, después de su formidable éxito en Checoslovaquia, centuplican su ayuda a los rebeldes, lo que hacen sin restricción y sin medida. Nunca podremos llegar a sobrepasarles o incluso a igualarles en potencia material. Tampoco ya es necesario para llegar a la victoria. Pero incluso para resistir con eficacia es indispensable un mínimo. Como Vd. sabrá indudablemente por nuestros camaradas Grigorovich, Maximov y Sapunov, estamos muy lejos de haber llegado a ese mínimo y la situación amenaza incluso hacerse peligrosa, sobre todo después de las grandes pérdidas sufridas en los últimos meses. Nuestra capacidad de producción es reducida e insuficiente. La única fuente segura de aprovisionamientos es la URSS. Por razones de orden internacional que Vd. conoce y también por motivos económicos y financieros.
Un retraso, una indecisión pueden estropear todos los esfuerzos realizados y todo el heroísmo sacrificado hasta el momento. Una ayuda que no sea rápida y masiva sería a la larga más costosa y correría el riesgo de resultar inútil.
Le hablo a Vd. con toda franqueza, como militar y como amigo. Sé bien, tal vez mejor que ningún otro, lo que mi país debe a la URSS y a sus dirigentes. Conozco perfectamente su compromiso personal con nuestra causa, que es común. Cuento con él como aliado para una solución favorable a nuestras peticiones.
Lamento mucho que motivos de alta política me impidan declarar abiertamente que sin la ayuda diplomática, material y técnica de la URSS hace ya tiempo que nos hubieran aplastado y que sin el apoyo moral del pueblo y de los dirigentes soviéticos —entre los cuales debo mencionar ante todo a nuestro camarada Stalin—, sin su colaboración y sin los consejos de sus técnicos y militares y sin el sacrificio heroico de los jóvenes amigos soviéticos que han caído en nuestro país el fascismo hubiese, sin ello, triunfado en España.
Espero que pronto llegue el día de expresar al mundo entero nuestro reconocimiento. Será el día de la Victoria y de la Paz. De ese triunfo le pertenece a Vd. una gran parte, mi querido Mariscal, camarada y amigo.
Su muy agradecido
J. NEGRÍN
Fuente: AFCJN.
Las dos primeras cartas están parcialmente reproducidas en Juan Negrín el estadista. La tranquila energía de un hombre de Estado. La tercera lo está en su totalidad. La carta a Stalin apareció en facsímil en GRE, IV, entre pp. 328 y 329, y reproducida en Álvarez (pp. 45-54). <<