[d27] El general Rojo sobre la eventual
retirada de las Brigadas Internacionales
Señor Ministro:
En relación con el problema de la retirada de los elementos internacionales que combaten en nuestro Ejército, que dispuso V. E. fuera estudiado por esta Jefatura, con el criterio de ir a la supresión de aquellos, tengo el honor de informarle lo siguiente:
La retirada de dicho personal puede hacerse sin que se irroguen graves perjuicios al funcionamiento de nuestras Unidades, por cuanto son una parte insignificante del total y, solamente en forma limitada la eficacia de nuestro Ejército (sic).
Actualmente el personal internacional encuadrado en nuestras tropas está desempeñando diferentes cometidos en las unidades de Infantería, Artillería, Aviación, Carros de Asalto y DECA y en varios servicios adscritos a las unidades de tipo internacional; pero de una manera general puede decirse que el mayor tanto por ciento de internacionales está formado por cuadros de mando que, o bien han sido contratados como tales, o bien son individuos pertenecientes a las primitivas Brigadas Internacionales y que, como resultado de su actuación en las operaciones en que han tomado parte o por el apoyo de los Jefes que dirigen esas unidades, han sido ascendidos a diversas categorías militares.
Teniendo en cuenta los diversos cometidos que desempeñan y las unidades en que los prestan, los únicos perjuicios que podrían irrogarse pueden concretarse a los tres aspectos siguientes:
Primero. Pérdida de cuadros de mando
Esto sería perjudicial, por cuanto es sabido de V. E. que uno de los principales defectos que tiene nuestro Ejército es la escasez de cuadros, y si en la actualidad puede calcularse que hay unos tres mil o cuatro mil internacionales, serían difícilmente sustituidos, no sólo por su cifra, sino porque en la mayor parte de los casos se trata de gente avezada a la guerra y que está desempeñando el mando de la unidad que tiene a su cargo con bastante acierto. Además, entre ellos se encuentran algunos Jefes que han adquirido renombre y prestigio en la lucha a nuestro lado y que desempeñan un excelente papel por comparación con los defectuosos cuadros nacionales de que disponemos.
Segundo. Reducción de efectivos
Esta reducción no sería notable por su volumen; en números redondos, unos cinco o seis mil combatientes que, como es natural, quedarían compensados con hombres de cualquiera de los próximos llamamientos. En cambio se obtendría una evidente economía por los que están percibiendo haberes y sólo desempeñan cargos auxiliares o de retaguardia. Sin embargo, de llevarse a cabo de una manera absoluta esa reducción, algunas unidades se resentirían, pues si bien en el caso de las Brigadas Internacionales el trastorno sería pequeño, porque ya existe en todas ellas un crecido tanto por ciento de españoles, hay, en cambio, otras unidades, como son baterías de la DECA, escuadrillas de aviación, unidades de carros y grupos de artillería en las que en su totalidad son sus componentes extranjeros o figuran en aquellos los nacionales en una proporción muy reducida. Es evidente que en estas unidades, por el carácter de especialistas que tienen, no sería posible sustituir al referido personal sin una mengua considerable en la eficacia de tales unidades.
Tercero. Efecto moral de la supresión de los internacionales
El Jefe que suscribe considera este aspecto el más peligroso de la cuestión. Posiblemente, por lo que a nuestros soldados se refiere y por lo que a la conducción política de la guerra atañe, puede ser útil la eliminación de los elementos internacionales. Sin embargo, es justo reconocer que muchos de ellos, y algunas unidades, han ganado un prestigio sólido en la colaboración que vienen prestando en la defensa de la causa popular española. Por ello, si no existe un motivo muy poderoso para llegar a prescindir de esa colaboración, debería evitarse, por cuanto sorprendería de modo extraordinario el prescinde en un momento dado de unos hombres que, en muchos casos en forma abnegada y a costa de toda clase de sacrificios, han venido a nuestro suelo a defender una causa que consideraban propia, por el carácter que desde el comienzo de la subversión tuvo la lucha popular. Es posible que ganase nuestro prestigio en el exterior si nos valiésemos de nuestros propios medios para defender nuestra causa, y es posible también que en algunos sectores de la España leal produjese un efecto saludable tal medida; pero también es necesario tener en cuenta que, merced a esa colaboración, nuestra causa ha tenido internacionalmente resonancia, y que son muchas las organizaciones obreras de países extranjeros que nos prestan una ayuda indirecta por ver en nuestra lucha un problema de repercusiones internacionales y las cuales, al ver que la contienda tomaba exclusivamente un carácter interno, podrían dejarnos abandonados y sin el apoyo espiritual que en cierto modo se recibe, aun cuando sólo sea en forma de propaganda.
De los tres aspectos considerados, ninguno de ellos puede decirse que tiene carácter concluyente para inclinar el ánimo del que tiene el honor de informar a V. E. a dar una solución concreta en el sentido de si se debe o no llegar a prescindir del concurso de esos elementos.
Militarmente, estima el Jefe que suscribe que puede llegarse a esa supresión, teniéndola estudiada y prevista para un plazo no mayor de tres meses, en el cual se podría preparar la labor que conviniese realizar para que la supresión se verificase sin trastorno; pero políticamente, por las razones aludidas, estima también necesario el Jefe que suscribe llamar la atención de V. E. sobre la conveniencia de que el Gobierno estudie las repercusiones de tipo político, moral e internacional que tal medida pueda tener en perjuicio de la causa que defendemos.
Para el caso de que el Gobierno acordase ir francamente al licenciamiento de los elementos internacionales, estimo que debía hacerse en dos fases.
En una primera, asegurar que, en todas las unidades en que existe personal internacional, exista un tanto por ciento de hombres españoles que supere al de internacionales; y para lograr esto, las unidades que tengan exclusivamente de los segundos podrían desdoblarse en otras en que aparecieran mezclados unos y otros en la proporción antes indicada. De este modo, en un período inferior a tres meses las nuevas unidades que se formasen adquirirían además de la instrucción técnica necesaria para asegurar su funcionamiento, la base precisa para encuadrar a los elementos que, al licenciarse los internacionales, hubiera que enviarles.
Paralelamente, y también dentro de esta primera fase, deberían reducirse todos los organismos que correspondan a los servicios de las unidades internacionales, haciéndolos exclusivamente españoles, y licenciar a todos los cuadros que estén sobrantes o que son inservibles, a fin de que, cuando se adoptase la medida definitiva, el volumen de los licenciados quedase reducido al mínimo.
Igualmente, en esta primera fase debería acordarse la suspensión de la recluta de elementos internacionales so pretexto de reorganización de las unidades.
La segunda fase comprendería simplemente el licenciamiento que podría hacerse gradualmente en el plazo de un mes, para evitar la salida de España en bloque de todos los que actualmente están con nosotros prestando servicio.
En total, el plazo que el Jefe que suscribe calcula que podría durar esta transformación es simplemente de unos tres meses.
Al tratar de este problema no es posible excluir la parte que corresponde a los camaradas rusos que desde el comienzo de la guerra vienen prestando una colaboración muy intensa, no sólo con los mandos de las unidades y Estados Mayores, sino también constituyendo unidades especialistas. También esta cuestión entra dentro de la órbita del Gobierno, por depender, a juicio del que suscribe, principalmente, de las relaciones que se mantengan y piensan mantenerse con la URSS y de los compromisos que pueda haber contraído el Gobierno en cuanto a esa colaboración se refiere. No obstante, el Jefe que suscribe estima que podría mantenerse esa colaboración hasta hoy meritoria y abnegada y prescindir solamente de la participación en nuestra lucha del conglomerado de internacionales, con los cuales no puede ligar al Gobierno ningún compromiso; y esto último si como consecuencia de lo expuesto anteriormente lo considera práctico el Gobierno.
Es cuanto tiene el honor de informar a V. E. el Jefe que suscribe, en cumplimiento de la orden recibida.
Barcelona, 18 de febrero de 1938
El General Jefe del EMC.
Fuente: AHN, AGR, diversos, caja 2/1. <<