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[d12] Preocupaciones del embajador en

Moscú a finales de 1937

28 de noviembre de 1937.

Querido Zuga:

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Coinciden sus apreciaciones sobre la mejora progresiva de la situación en el interior con las impresiones que me llegaron estando en Ginebra (aquí no me llega ninguna naturalmente). Sin embargo, debe de existir rozamientos, muy explicables y de esperar por otra parte, de algunos de Vds. —supongo más concretamente de Prieto y de Vd.— con los comunistas pues mi situación se ha vuelto aquí en los últimos tiempos muy tensa y dura y la experiencia me ha enseñado que estos vaivenes —por la coordinación y rigidez de los elementos en juego— suelen ser reflejos de las relaciones del PC con mis correligionarios, particularmente con Prieto, o de conveniencias de táctica. Imagino que debe tratarse de esto pues tras muchas y reiteradas reflexiones no acierto a vislumbrar razón o motivo objetivo —psicopáticos, sí— para este aislamiento casi absoluto en que ahora me encuentro de prevención poco menos que antipestosa. Apenas veo a nadie y no por falta de deseo, no ya rusos que de estos fuera de los oficiales del Comisariado de Negocios Extranjeros en turno, ni hablar a mil leguas sino incluso de los españoles que por aquí caen o vienen, ya que todo se vuelven inconvenientes y obstáculos en gran número irrisorios pero eficaces al propósito perseguido. Aseguro a Vd. que estoy pasando un período tremendo de dureza y paciencia, soportado únicamente por la consideración fundamental de que la URSS supone para nosotros en algunas esferas en estos momentos. Por lo que puedo entrever hay aquí muchos españoles que evitan cuidadosísimamente todo contacto conmigo. La correspondencia de hecho casi la tengo suprimida pues apenas recibo cartas desde hace un par de semanas sin aparente razón, fuera de las que vienen por la valija.

Contribuye mucho a hacerme desolador mi ambiente actual el hecho casi criminal de no tener personal. Consejeros, secretarios, agregados, etc. en la Embajada, no obstante repetidísimas y angustiosas demandas, algunas de estas redactadas, ya muy requemado, en términos de energía más subidos de los habituales propios al cargo. Pero el saboteo de mis jefes ministeriales, que tampoco en ningún otro aspecto dan señales de vida, continúa. La Embajada cuenta al presente con el embajador; un secretario comercial adjunto que a la vista de tan vergonzosa situación se presta a ayudarme en lo que puede, muy fuera de su cometido; María, con el barbitas [un perro], y 11 sirvientes rusos, todos con las instrucciones que Vd. puede suponer. Un dechado de independencia para una Embajada en el país en este sentido más delicado que puede imaginarse. No quiero describir a Vd. el estupor primero y la conmiseración después de las demás Embajadas al conocer este estado de cosas, al parecer inmodificable. Ni la mala impresión que ello tiene que producir en el Gobierno soviético, al apreciar la importancia que se asigna a esta Embajada por el de ahí y eso después de 14 meses, siquiera por otro lado resulten facilitadas ciertas tareas de información y vigilancia.

Todas las numerosísimas gestiones hechas acerca del Ministro de Estado y del Secretario General no han dado resultado alguno, absorbidos probablemente en la atención de enviar amigos a sitios disparatados, inútiles para el Estado español actualmente pero de vida más fácil. Fatigadísimo ya, he advertido últimamente a Negrín que cuando lo considere oportuno, pero en el plazo más breve posible, dé por presentada y acepte mi dimisión pues me es imposible tolerar por más tiempo, por el adecuado prestigio del Estado español y del Gobierno de la República, situación tan denigrante y nociva, aparte del hecho de encontrarme casi extenuado ya por la fatiga continuamente ocasionada por tanta reserva y precaución en el ambiente y por la severidad de las condiciones de vida. ¡No puede Vd. figurarse! La gestión más mínima y obligada se torna en una inmensa montaña de ascensiones delicadas. Y los disgustos, muchos pequeños, acumulados y el aislamiento me enervan forzosamente muchísimo, en tanto no llegue al estadio, no raro aquí, de perder la capacidad de reacción.

Es notoria la inferioridad de plano en que estoy colocado respecto al Gobierno soviético, dada la actitud positiva de este en varios sectores —y sus consecuencias— de nuestro problema. Agregue Vd. la tendencia dogmática de los dirigentes, una cierta inestabilidad de carácter, falta de sentido de seriedad en la ejecución de lo proyectado, escasa tendencia a la concreción y placer elusivo, más un estado general casi psicopático o, sin él, casi más bien de desconfianza y podrá Vd. darse alguna idea de cómo ando.

De lo que me dice de la Embajada de París. Creo que se va a llegar tarde. Se ha perdido mucho tiempo y oportunidades y a veces no se recobran las posibilidades. El nombramiento de O[ssorio] fue disparate mayúsculo y de muchas más grandes repercusiones que las que a primera vista parece. Pero todavía más gordo fue el de Giral, que ha desvanecido en el aire rigurosamente y totalmente el Ministerio de Estado en circunstancias importantísimas en las que se hubiera necesitado vigilantísima atención y mucha actitividad y competencia. Jamás, jamás hemos recibido (al menos Asúa y yo) instrucciones o indicaciones de la conducta a seguir, gestiones a realizar, sondajes a practicar, informaciones a remitir, etc. Nada, absolutamente nada. Y no será como en mi caso por no haberlas reclamado insistentemente, como mis archivos muestran. No entiendo cómo Negrín tolera tal demasía, tan perjudicial.

Y volviendo al asunto. ¿No cree Vd. que Asúa sería provechoso en París? Tiene una tecla, aparte de sus cualidades e inconvenientes, que tal fuera de interés en aquel medio, el mandil. Y además conoce bastante a Blum y otros personajes. Pero como necesita un consejero yo me presto a ayudarle con la mayor voluntad, aunque las categorías padezcan, que eso no importa ahora. Al menos podría restablecerme un poco y librarme de pesadillas. La cosa va en serio. ¡Empújela, si puede!

Inglaterra ha tomado a España como ventajosa mercancía de transacción para sus conveniencias internacionales. Fingiendo para disimular y cubrir tan terrible juego un hipócrita humanitarismo en forma de niños recogidos, investigación para atestiguar la salvaguardia de los tesoros del Prado (informándose de paso que no están en Rusia) y demás gestos baratos. Y condicionando, en parte solo, creo yo, la actitud del Gobierno francés y un tantico indirectamente también la de la URSS. A su vez en juego turbio también recíproca Francia al Gobierno inglés. Pero lo malo del caso es la influenciación de los actos de este en un número considerable de países (Polonia, escandinavos, Bélgica, algunos balcánicos, etc.). Tira mucho de ellos. Poco al presente me parece de los EE. UU.

Después de la primera fase de privar mediante hábil maniobra al Gobierno español con la política de no intervención de los medios esenciales de defensa, en aquel tiempo probablemente definitivos para obtener en breve plazo un resultado satisfactorio por nuestra parte antes de dejar entrar a fondo a Italia y a Alemania y de producir por ello mismo una situación militar favorable a los rebeldes, llegamos ahora a la segunda de reconocer ante una situación «de hecho» que ella misma ha contribuido a crear con habilidades y simulaciones de propósitos, la beligerancia a los rebeldes. Pero como los acontecimientos se precipitan algo, sobre todo en la línea de influencia italiana y alemana con Franco para no arribar demasiado tarde en el «colocarse», recurre en el ínterin al subterfugio ese de los agentes que la (sic) permita aclarar y cristalizar sus posiciones con los rebeldes y de paso defender los dineros comprometidos. El tema de los «voluntarios» puede ya esperar para ella un poquito. Doblemente que en la contienda algo se «gasta» Italia mientras ella procede febrilmente a su rearme para un futuro ajuste de cuentas, sin idealismo alguno por supuesto. A pesar del tira y afloja los consejeros de Franco reconocerán lo muchísimo que deben a Inglaterra y al fin y al cabo esta saldrá ganando en su postulado perenne de convenirla (sic) una España débil para sus rapacerías.

Eden decía hace poco en los Comunes que los españoles estaríamos agradecidos a Inglaterra pues ningún español había sido muerto por proyectiles ingleses o frase semejante, engañando así el hecho de que justamente ocurrirá lo contrario: que muchos españoles resentirán profundamente el que por la política de no intervención que allí se maquinara hayan muerto miles y miles, aunque sea con balas de otra nacionalidad, prolongando el conflicto terriblemente.

En fin, las cosas van ya muy lanzadas y en los últimos años del Foreign Office inglés han procedido los más grandes males. Tras la defección de John Simon cuando Manchuria y el establecimiento del Manchukuo con relativa facilidad, el camino estaba fácil para Italia en Abisinia y en la misma corriente luego se encontró lo de España y ahora China… Veremos.

(…)[7]

Reciba un fuerte abrazo de

Fuente: AHN, AP, caja 2, n.º 13. <<