El templo de la diosa de los siete ojos estaba iluminado por la luz que provenía de las celdas que lo circundaban. Como cada una estaba tapada por una cortina de un color distinto, el efecto era muy peculiar. Las cortinas estaban algo descorridas de forma que, desde la posición del ídolo de los siete ojos, se veía que muchas de las celdas estaban ocupadas.
Unas sombras en movimiento se reflejaban en las telas. Un gong sonó y los movimientos cesaron.
La nota metálica todavía resonaba en aquella sala parecida a una cripta cuando el doctor Fu-Manchú entró. Iba vestido con una túnica amarilla y un bonete mandarín le cubría la imponente cabeza. Se sentó junto a una mesa cerca del pedestal de la escultura y dio una ojeada a unas notas que había en ella.
—Bienvenidos —dijo con voz gutural.
Un murmullo confuso de voces emitido por la oculta audiencia fue la respuesta.
—Hablaré en inglés —continuó mientras su voz precisa daba el valor exacto a cada una de las sílabas que pronunciaba— porque me han informado de que todos los presentes esta noche conocen el idioma. Aquellos de los Siete que no han venido en persona, están representados por sus enviados, acreditados y aprobados por el Consejo. Pero conforme a nuestra costumbre, según la cual sólo uno de los Siete puede conocer a los otros seis, y debido a la presencia de los representantes, ha sido necesario celebrar la reunión de este modo.
Un murmullo que podía haber sido de asentimiento recibió sus palabras.
—He conseguido situar al director jefe que habíamos elegido en un puesto del que ninguna agencia humana podrá retirarlo. Pueden dar por seguro que cuenta con el apoyo de la Liga de los Buenos Norteamericanos. Todavía no he conseguido tener bajo control absoluto la voz del abad Patrick Donegal… Un manto protector parece cubrirlo, y considero a este sacerdote como el reto de Roma a nuestra filosofía, que es más antigua y profunda…
«Cuando la amapola haya florecido se tomarán las medidas oportunas. Hay muchas otras cosas que quiero decirles, pero debo posponerlas temporalmente porque lo he preparado todo para que oigamos hablar, ahora, al director que hemos elegido. Se dirige a una audiencia exigente en el salón de actos donde Harvey Bragg fue el rey. Desde que retiramos a Bragg, ésta es su segunda intervención pública. Oírle hablar les convencerá en mayor medida de lo acertado de nuestra elección que cualquiera de mis palabras. Les ruego silencio; van a escuchar una emisión de ámbito nacional.
El doctor Fu-Manchú había calculado sus palabras con tal precisión que cuando se efectuó la conexión radiada el presentador había acabado de hablar.
Un griterío tremendo alcanzó cotas de histerismo y, a continuación, disminuyó lentamente. Paul Salvaletti empezó a pronunciar un discurso que, por su belleza, su estilo y su perfecta oratoria, estaba llamado a ostentar un lugar permanente en la literatura legal norteamericana.
Salvaletti, que a partir de aquel momento recibiría el sobrenombre de «lengua de plata», era, como buena elección del doctor Fu-Manchú, uno de los cuatro oradores más destacados del mundo. Se había educado con los monjes oratorianos, y perfeccionó su formación en una afamada academia de arte dramático de Europa; hablaba siete idiomas con facilidad y había aprendido el arte sutil del control de masas según las teorías de los expertos orientales en el monasterio tibetano de Raché Churán. Durante dos años, de un modo eficaz pero discreto, había trabajado como secretario personal de Harvey Bragg y había conseguido su confianza absoluta. Conocía en profundidad, y mejor que cualquier otro hombre, el funcionamiento interno de la Liga de los Buenos Norteamericanos, de la compañía de transportes Lotus y de las otras empresas que constituían el considerable apoyo con que contaba el demagogo. Conocía la naturaleza humana, y tenía la enorme ventaja sobre Bragg de disponer de una vasta cultura. Podía hablar al sur en la lengua del sur y al mundo en la lengua de Cicerón.
Con perfecto dominio empezó a pronunciar su versión moderna de la oración de Marco Antonio ante el cuerpo de Cesar…