Autobiografía
A su Excelencia Astinus,
Maestro Historiador de Krynn
Escrito esto en el año 353 d. C. de Krynn
Como su Excelencia puede bien imaginar, me siento conmovido, y sobre todo halagado, al conocer su intención de que sea yo quien escriba un resumen de la historia de mi propia vida. Quede claro de antemano que siempre he creído que el auténtico historiador debe ser un investigador, un cronista de grandes hazañas, y no un participante de éstas. Ya sea por buena o por mala fortuna, he tenido suerte de participar activamente en alguno de estos hechos. A pesar de mi renuencia, mi disciplina y mi educación, me he visto obligado a agitar las aguas del río con mi propio remo.
Naturalmente, mi humilde papel se ve reducido a la mínima expresión si se compara con las hazañas de otros grandes actores presentes en este gran escenario que es la Historia. En efecto, parece incluso presuntuoso por mi parte tomar papel y pluma para narrar unas acciones propias tan insignificantes; aunque he de admitir que esos sucesos tan triviales llevaban consigo cierto riesgo para mi persona. Aún se me hiela la sangre en las venas cuando recuerdo las peligrosas circunstancias que tuve que afrontar repetidamente. Me enfrenté a villanos de terribles poderes, armado sólo con la firmeza de mi espíritu, mi naturaleza observadora y el astuto ingenio de mi lengua; eran gentes que podrían haber acabado con mi vida sólo con mirarme.
Y, dicho sea con toda humildad, he superado mi modestia para poder describir cómo mis encuentros en estas aventuras sí que tuvieron realmente un ligero grado de éxito, por muy pequeño y poco prodigioso que éste fuera.
Pero me desvío del tema. Olvidaba que su Excelencia me ha pedido una historia del tiempo anterior a estos sublimes logros. Como siempre, haré lo que esté en mi mano para cumplir vuestros deseos.
A saber: mis estudios comenzaron durante el otoño del 366 d. C. cuando ingresé como novicio en el Templo de Gilean de Palanthas. Fui recomendado por mis conocimientos de lectura y de escritura, pero, como su Excelencia sin duda ya sabe, varios de mis superiores tenían ciertas reservas acerca de mi aptitud para la vida clerical.
Mis estudios progresaron en dos direcciones. En las áreas de investigación, de transcripción, de narración y de descripción exacta fui elogiado por todos; en los temas referentes a la fe en nuestro dios de la Neutralidad, en cambio, he de confesar que mostré una extrema incapacidad. Un novicio normal, sin duda, ha aprendido ya cómo se hace un hechizo tras uno o dos años de estudio, y lo normal es que su velocidad de aprendizaje sea mayor cuanto mayor sea su tiempo de residencia en el monasterio.
Desgraciadamente, esto no ocurrió conmigo. Pasé la mayor parte de una década estudiando de forma devota, pero me fue imposible incluso llegar a mover el polvo de la biblioteca mediante el uso de la magia.
Era como si una luz, una chispa apreciable, estuviera iluminando el espíritu de los otros monjes. En mi caso, sin embargo, los rescoldos habían sido mojados mucho tiempo atrás y estaban tan empapados que nunca más podrían volver a encenderse.
No obstante, en lo que respecta a mis logros académicos, sí que me hice notar (al menos así me lo dijeron mis maestros y el propio patriarca Grimbriar), tanto que al final conseguí atraer la atención de su Excelencia. Fueron mis escrituras, por supuesto, y no mi fe, lo que hizo que se fijara en mí; en concreto, fue el estudio de Fistandantilus, el tema sobre el que versaban casi todas mis primeras investigaciones.
El archimago de la negra túnica, totalmente corrupto e infinitamente poderoso, fue una figura única en la larga historia de Krynn. La suya fue una historia llena de contradicciones, y es en verdad una de las fuertes corrientes laterales que se mantiene cada vez que el flujo del río recorre tumultuosas cascadas. Su historia comienza en la noche de los tiempos, atraviesa el presente, e incluso en el futuro, que es mi pasado, muestra una influencia sobre la corriente constante del gran río.
Además es una historia que sabemos que está unida a otra gran figura histórica, la del archimago Raistlin Majere. Hay lugares en los que las corrientes del río que representan a ambos archimagos se unen, mezclándose de tal modo que son, en verdad, indistinguibles.
Fue elección propia hacer del estudio de Fistandantilus mi primera área de especialización. Durante aquellos años en el monasterio hallé gran placer en el hecho de rastrear la presencia del archimago en una u otra región de Ansalon, ya fuera en las épocas en que estaba activo, cuando se encontraba en letargo o aun en lo momentos en que parecía estar en dos sitios a la vez. Viajé bastante en el transcurso de estos estudios, y recuerdo especialmente un viaje a Haven durante los años 370-371, en el cual desentrañé detalles clave. Como recordará su Excelencia, fue allí donde descubrí la primera referencia a Kelryn Desafialviento, aunque en mi primer encuentro no llegué a conocer el nombre del falso sumo sacerdote.
Había mucho escrito acerca del tema que yo había escogido, lo suficiente para mantenerme ocupado durante esos años de investigación. (Perdonadme, Excelencia, si ahora me permito pensar que mis trabajos han hecho aumentar de forma significativa todo ese material; al menos lo bastante para poder proporcionar meses o años de inspiración al versado estudiante de historia que algún día quiera seguir mis pasos).
Pero, inevitablemente, llegó un momento en que ya había agotado todos los recursos disponibles, y seguía sin tener la más mínima capacidad para elaborar el más básico encantamiento de la magia clerical. A decir verdad, parecía que mis aspiraciones de alcanzar el grado de clérigo estaban condenadas al fracaso.
Con la idea de darme una oportunidad de gracia, el patriarca Grimbriar y mis propios tutores me llamaron a su presencia. Aún recuerdo con nitidez el encuentro en la oscura biblioteca, pálidamente iluminada por la amarillenta luz de las velas. Mi corazón palpitaba con fuerza ya que pensaba que iba a ser expulsado por mi fracaso, alejado del monasterio y forzado a buscar mi lugar en el mundo como alguien con un destino tan incierto que no puede encontrarlo. En cambio, mi tutor, Falstar Kane empezó la reunión haciéndome un regalo; era El libro del saber, y yo conocía bien el significado del tesoro que tenía entre mis manos y el grado de confianza que la alta jerarquía del templo había depositado en mi persona.
Abrí el encantado tomo y encontré una página en blanco; sabía lo suficiente acerca del significado de ésta para esperar que los maestros siguiesen hablando. (Acerca del libro se hablará más adelante).
—Foryth, hemos decidido que tu aprendizaje debe seguir un camino distinto del que ha seguido hasta ahora —empezó Falstar Kane con suavidad.
—¡Aguardo vuestras órdenes, vuestra inspiración! —repuse, con total sinceridad.
—Vamos a volver a enviarte fuera de los muros del templo, al mundo exterior —continuó mi mentor, en tono más grave.
—¿Adonde, mis señores? —inquirí, esforzándome por mostrarme tranquilo.
—Tu diligencia en el asunto del archimago es bien conocida —dijo Thantal, otro de mis maestros—. Se ha sugerido que viajes a un lugar en el que puedas continuar esa investigación e intentar ampliar ese trabajo… y a la vez puedas buscar otra cosa.
Admito que estaba intrigado. Incluso en ese momento yo ya había decidido cuál sería el objetivo inicial de mis estudios.
—Investigación de campo… y la búsqueda de la magia —intervino el patriarca Grimbriar, poniendo sus cartas sobre la mesa (confío en que el uso de esta metáfora de juegos de apuestas no moleste a su Excelencia).
—¿Qué tipo de magia? —osé preguntar.
—Cualquiera, hijo mío. —Fue Falstar quien respondió—. Viajarás durante un año, y esperamos que aproveches el tiempo para ampliar tus estudios sobre Fistandantilus.
—Además, esperamos… Mejor dicho, exigimos —el tono del patriarca era ahora realmente muy serio— que vuelvas aquí trayendo contigo un hechizo de magia clerical. Debes conseguirlo antes de que transcurra el año que te ha sido asignado, o tu curso de estudios bajo la Balanza de Gilean se dará por finalizado.
Al oír sus palabras, se me formó un nudo en la boca del estómago. Me había esforzado muchísimo por aprender un hechizo y, dado que había fallado dentro del ambiente controlado y reverente del monasterio, era muy poco probable que alcanzara el éxito en el caótico mundo exterior.
—¿Tienes alguna idea respecto adónde debe comenzar tu viaje?
A eso pude responder con seguridad:
—Recordaréis que en mis investigaciones anteriores descubrí a un hombre, un falso clérigo de los Buscadores que vivió durante algún tiempo en Haven —contesté y, al ver el interés despertado en mis interlocutores, continué—. Durante la época de los Buscadores fundó una falsa religión, que cobró bastante prestigio hasta la llegada de los ejércitos draconianos. Entonces abandonó la ciudad, pero durante mis estudios he encontrado pistas que sugieren que puede seguir viviendo en una zona remota y montañosa al sur de Qualinesti.
—¿Por qué te interesa este clérigo en particular, un falso clérigo al fin y al cabo? —Había auténtica curiosidad en la voz del hermano Thantal.
—Porque su secta estaba basada en el culto a Fistandantilus —contesté.
—Parece apropiado —coincidió Grimbriar—, pero el hombre debe de ser ya muy viejo. Quizás haya muerto.
—Puede haber muerto, pero dudo que sea viejo —convine; al ver sus inquisitivas miradas me expliqué—: Su secta estuvo activa en Haven unos cincuenta años; aun así, al ser disuelta, él seguía siendo un hombre joven. Había encontrado un modo de evitar los efectos del envejecimiento. (No mencioné mis sospechas, pero ya entonces yo creía que la gema de Fistandantilus podía ser la clave de su longevidad).
—Eso sí que es interesante —dijo Falstar Kane con sonrisa satisfecha—. Que el dios de la Neutralidad vele tus estudios.
—Y te conceda también buena suerte —añadió el patriarca. (Por muy serio que estuviera creo que en verdad deseaba que yo triunfara).
Así fue como dejé atrás el monasterio de Palanthas, cogí un barco a Nuevo Puerto y luego seguí un irregular camino terrestre hasta las zonas más recónditas de las Kharolis.
Y es allí, Excelencia, donde comienza en verdad mi historia, en esa era del futuro en la que fui un hombre mucho más joven.
En devoción a la verdad,
vuestro fiel siervo, Foryth Teel.