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A SEXTO POMPEYO

A Sexto Pompeyo le dirige Ovidio las epístolas 1, 4, 5 y 15 de este libro IV. Asimismo, se piensa que fuera el destinatario de la III 6, dirigida a un amigo al que no se nombra[1076]. Y es que Pompeyo no debió de permitir a Ovidio que mencionara su nombre en sus poemas hasta después de la muerte de Augusto, el año 14, fecha que coincide además con la de su consulado.

Sexto Pompeyo era descendiente de Pompeyo Magno, hijo de una hermana de la esposa de Fabio Máximo y, por tanto, emparentado con Augusto. Mantenía, además, una estrecha amistad con Germánico. El agradecimiento de Ovidio hacia Pompeyo tenía un doble motivo: por un lado, durante el invierno del 8 al 9, siendo Pompeyo gobernador de Macedonia, prestó una valiosa ayuda y protección al poeta, en su travesía por tierra desde Tempira a Tinias; por otra parte, Ovidio recibió de él importante ayuda económica.

Recibe, Sexto Pompeyo, el poema compuesto por aquel que te debe su vida [1077]. Si tú no me impides poner tus nombres, añadirás a tus méritos también éste muy particular, y, si frunces el ceño, confesaré sin duda que he obrado mal; sin embargo, debes aprobar el motivo de mi falta. Mi corazón no pudo contener su agradecimiento: yo te ruego que tu cólera no sea severa con mi deber de piedad. ¡Oh, cuántas veces me pareció que yo era impío por estos libros, porque tu nombre no se leía en ningún lugar! ¡Oh, cuántas veces, queriendo escribir el de otro, mi diestra inconscientemente puso el tuyo sobre la cera! El propio error, en tales equivocaciones, me resultó agradable y, a duras penas, la mano a su pesar realizó la corrección. «¡En suma, que lo vea», dije, «aunque él mismo se queje! ¡Ay! Me avergüenza no haber merecido antes ese reproche». Entrégame a la Lete [1078], que insensibiliza el corazón, si es que existe; no podré, sin embargo, olvidarme de ti. Permítemelo, por favor, y no rechaces mis fastidiosas palabras, ni pienses que en mi deber hay delito, y deja que te muestre esta pequeña gratitud por tan grandes merecimientos; de lo contrario, te estaré agradecido, incluso contra tu voluntad.

Nunca tu favor fue perezoso para mis asuntos, ni tu arca me negó sus generosos recursos. Incluso ahora tu clemencia, sin estar asustada por mi inesperado destino, presta y seguirá prestando ayuda a mi vida. ¿Me preguntas tal vez de dónde me viene tanta confianza en el futuro?

Cada uno protege la obra que realizó. Como es la obra cumbre del artista de Cos la Venus que exprime sus cabellos empapados por el agua del mar [1079], como se yergue la diosa guerrera, guardiana de la ciudadela de Acte, hecha de marfil o de bronce por la mano de Fidias [1080], como Cálamis reclama alabanza para los caballos que esculpió [1081], como la vaca, obra de Mirón, se asemeja a una real[1082], del mismo modo yo no soy, Sexto, la última de tus obras y se me puede considerar como don y obra de tu protección.