14

A UN AMIGO BIBLIOTECARIO

Elegía dirigida a. C. Julio Higino, escritor y director de la Biblioteca Palatina. Según Suetonio[579], era amigo íntimo de Ovidio y a quien éste encomienda sus obras, incluido este tercer librito de elegías, que ahora le remite con esta elegía epistolar de presentación.

Protector y venerable maestro de doctos autores, ¿qué haces, fiel amigo de mi talento? ¿Quizás, al igual que en otro tiempo solías celebrarme, cuando aún estaba incólume, también ahora te cuidas de que no parezca que estoy totalmente ausente? ¿Acaso das el último toque a mis poemas, con la sola excepción del Arte, que hizo daño a su autor? Sí, hazlo así, te lo ruego, admirador de los poetas modernos, y, en la medida que puedas, conserva mi obra en Roma. El destierro se dictó contra mí, no contra mis libritos, que no merecieron el castigo de su autor. Con frecuencia, un padre proscrito vive desterrado en países extraños, pero, sin embargo, a los hijos del desterrado les está permitido quedarse en Roma. Mis poemas, al igual que Palas[580], han nacido de mí, sin madre: ésta es mi estirpe y mi descendencia. Yo te la encomiendo, que cuanto más privada se ve de su padre, tanto más será para ti, su tutor, una carga mayor.

Tres de mis hijos[581] se han contagiado de mi suerte; en cuanto al resto, haz por preocuparte abiertamente de ellos. Hay también quince volúmenes de Metamorfosis, poemas arrancados del funeral de su autor[582]. Esa obra, si yo mismo no hubiera perecido con anterioridad, hubiera podido obtener un más seguro renombre, tras haberle dado la última mano[583]: ahora, imperfecta aún, anda en boca del público, si es que, a pesar de todo, queda aún algo mío en boca del pueblo.

Añade también a mis libritos este no sé qué, que te ha llegado enviado de la otra parte del mundo[584]. Quienquiera que lo lea, si es que alguien lo lee, que piense antes en qué circunstancias y en qué lugar ha sido compuesto. Justo será con mis poemas cuando conozca que han sido escritos en tiempo de destierro y en un lugar de barbarie, y se admirará de que en medio de tantas adversidades haya podido componer poema alguno con mi triste mano. Las desgracias han sofocado mi ingenio, cuya fuente ya antes era infecunda y su vena pequeña. Pero la que había se retiró por falta de ejercicio y, desecada por el largo abandono, ha desaparecido. No hay aquí abundancia de libros que me estimule y alimente: en lugar de libros, resuenan los arcos y las armas. Nadie hay en estas tierras, si yo recito mis poemas, cuyos oídos puedan comprenderme; no hay lugar adonde me pueda retirar: la protección de la muralla y la puerta cerrada contienen a los enemigos getas. A veces pregunto una palabra, nombre o lugar y no hay nadie que pueda aclarármelo; intentando en ocasiones decir algo (¡me da vergüenza confesarlo!) me faltan las palabras y no sé expresarme. A mi alrededor prácticamente sólo se habla tracio y escita y me parece que puedo escribir en versos góticos[585]. Créeme, temo que mezcladas con las latinas puedas leer palabras pónticas en mis escritos. Dígnate, pues, concederle la venia a mi librito esté como esté y excúsalo por el estado de mí fortuna.