Escrito entre los años 9 y 10 d. C. y publicado en la primavera del 10 [456], este libro III tiene, como señala F. De11a Corte [457], un ordenamiento que parece obedecer a un plan perfectamente estudiado: la elegía 1.a sirve de prólogo al libro; de la 2.a a la 7.a, son elegías dirigidas a unas personas determinadas; de la 8.a a la 13.a son lamentaciones sobre su destierro en Tomos y la 14.a es el epílogo.
Aunque el libro se abre con una evocación de Roma, a la que le da pie la despedida de este nuevo volumen de elegías que envía a la gran urbe, y a pesar de que el grueso del libro está compuesto por una serie de elegías en las que Ovidio agradece a sus amigos lo que han hecho por su causa y les pide que lo sigan haciendo (4.a, 4.a bis, 5.a, 6.a y 14.a), con la excepción de un detractor (11.a), no obstante, lo más característico y novedoso de este libro III son los datos que el poeta nos suministra ya de su vida en Tomos (9.a, 10.a, 12.a y 13.a), aprovechando la ocasión que ello le da para describirnos un lugar de destierro excesivamente duro y unas gentes que se caracterizan por su barbarie, hasta el punto de que la segunda elegía es una invocación a la misma muerte debido a su desgraciada situación. No falta, como era de esperar, la elegía a su esposa (la 3.a) y tenemos también una dirigida a su hijastra Perila (la 7.a).
Nos resulta altamente significativo que tanto la primera elegía, que sirve de prólogo, como la última, que hace de epílogo, giran en torno al tema de la proyección de su poesía en Roma, a través de su presencia en las bibliotecas públicas de la ciudad.