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A FABIO MÁXIMO

Nueva epístola a Fabio Máximo, a quien está dirigida también la I 2[1071]. No tenemos indicio alguno que permita fechar la epístola, salvo el dato de mediados del 14, como fecha de la muerte de Fabio, poco antes de la de Augusto.

Buscaba yo qué dones podría enviarte la tierra de Tomos, que atestiguaran mi afectuoso recuerdo. Digno eres de plata y más aún de oro rojizo, pero a ti esos regalos te suelen agradar cuando los haces. Por otra parte, estos lugares no son ricos en metales preciosos[1072]: el enemigo apenas permite que el campesino los desbroce. Brillante púrpura cubrió con frecuencia tus vestidos, pero ésta no se tiñe en el mar sarmático. Las ovejas llevan duros vellones, y las mujeres de Tomos no han aprendido a utilizar el arte de Palas. En lugar de hilar la lana, la mujer tritura los dones de Ceres y lleva sobre su cabeza una pesada jarra con agua. Aquí el olmo no se viste con los pámpanos de las viñas, ningún fruto abate las ramas con su peso. Los campos deformes producen triste ajenjo y la tierra muestra por su fruto cuán amarga es. Así pues, no había nada en toda la región del Ponto Siniestro que mi diligencia pudiera enviarte. Te envié, sin embargo, unas flechas guardadas en un carcaj escita: hago votos por que se manchen con la sangre de tus enemigos. ¡Esta costa tiene estas plumas, estos librillos; ésta es la Musa, Máximo, que reina en estos lugares! Aunque me avergüenzo de habértelos enviado, porque me parece una cosa modesta, tú empero, por favor, considera lo enviado como bueno.