11

A RUFO

El destinatario de esta breve epístola nos es prácticamente desconocido. Se trata de un tío materno de Fabia, la última esposa de Ovidio, que poseía terrenos en Fondi, en el Lacio. Ovidio le envía esta carta para agradecerle su consuelo, en el momento de su condena, y sus buenos consejos a Fabia, que el poeta le pide que siga prodigando.

Rufo, esta obra, compuesta apresuradamente en poco tiempo, te la envía Nasón, autor de un Arte poco afortunada, para que, aunque estamos muy separados por todo el universo, puedas saber, sin embargo, que me acuerdo de ti. Antes olvidaría mi nombre que apartar de mi pecho tu afecto, y antes entregaré mi alma a las auras vacías que desaparezca el agradecimiento por tus favores. Llamo gran favor a las lágrimas con las que regabas tu rostro, cuando el mío estaba seco, a causa del dolor acrecentado. Llamo gran favor a los consuelos a una mente afligida que tú me prestabas a mí y a ti mismo por igual. Mi esposa es, verdaderamente, por naturaleza y por sí misma, digna de alabanza, pero por tu consejo resulta aún mejor. Pues, lo que fue Cástor para Hermíone y Héctor para Julo, me alegro de que lo seas tú para mi esposa[1015]. Ella se esfuerza en no ser diferente a ti en bondad y con su vida demuestra que es de tu misma sangre. Pues, lo que había de hacer sin ningún estímulo, lo hace mejor aún, teniéndote a ti como ejemplo. Incluso el caballo fogoso y que está dispuesto a correr por sí mismo, en busca de los honores de la victoria, correrá más fuerte aún si lo espoleas. Añade el hecho de que cumples con un cuidado fiel los encargos de un ausente y no te molesta llevar algún peso. ¡Oh, que los propios dioses te den las gracias, ya que yo mismo no puedo (y ellos te las darán, si ven tus piadosos hechos) y que, por mucho tiempo, tu cuerpo baste a esas costumbres, oh Rufo, la máxima gloria del territorio de Fondi[1016]!