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A GRECINO

Grecino, el destinatario de esta epístola, lo es también de I 6 y IV 9 de las Pónticas. Esta carta está íntimamente relacionada con la I 6, en la que Ovidio informaba de su desgracia a Grecino, que no se hallaba en Roma en el momento de la condena del poeta. Pero éste, hombre de armas, no debió de responder a esa carta de Ovidio con el tono comprensivo que él esperaba. En su respuesta, Grecino debía de reprobarle su falta, declarar que el confinamiento era un castigo suave para el error cometido y le diría cómo debería haberse comportado. El poeta admite las recriminaciones y reproches de su amigo Grecino, pero le dice que ya es tarde para recomendaciones y que los amigos deben permanecer fieles, incluso en la desgracia.

Con un poema el infeliz Nasón saluda desde las aguas del Ponto Euxino a Grecino, saludo que solía dar en persona y de viva voz. Ésta es la voz de un desterrado: la carta me suministra la lengua y, si no se me permitiera escribir, permanecería mudo.

Tú reprimes, como debes, las faltas de un amigo insensato y me haces ver que sufro desgracias menores que las que he merecido. Tienes razón, pero los reproches a mi culpa son demasiado tardíos: depón la dureza de tus palabras a un reo confeso. Cuando podía atravesar a toda vela los Montes Ceraunios[978], era cuando se me debía haber aconsejado que evitara los temibles escollos. ¿De qué me sirve aprender ahora, una vez que he naufragado, por qué trayecto debió discurrir mi barca? Tiende, más bien, tus brazos al que está cansado de nadar, para que se pueda aferrar a ellos, y no te arrepientas de poner tu mano bajo su mentón. Es lo que haces y te ruego que lo sigas haciendo: ¡ojalá que tu madre y tu esposa, tus hermanos y toda tu familia estén bien! Y, lo que sueles tú pedir siempre con tu corazón y con tu voz, ¡ojalá todos tus actos agraden a los Césares! Será vergonzoso para ti no haber prestado tu apoyo en ningún sentido al viejo amigo en su desgracia; vergonzoso retroceder y no mantenerse firme en su sitio; vergonzoso abandonar la nave que se encuentra en peligro; vergonzoso seguir la suerte y acercarse al favorecido por la Fortuna y, en el caso de que sea un desgraciado, renegar del amigo.

No vivieron así los hijos de Estrofio y de Agamenón[979]; no fue ésa la lealtad entre el hijo de Egeo y Pirítoo[980]. Las pasadas generaciones los admiraron, los admirarán las venideras y los teatros enteros resuenan con los aplausos a ellos dedicados.

Tú también, que has conservado mi amistad durante unos tiempos difíciles, eres merecedor de que figure tu nombre entre hombres tan grandes; tú eres digno de ello y, puesto que mereces alabanza por tu piedad, mi gratitud no será sorda a tus servicios. Créeme, si mi poesía ha de ser inmortal, tú estarás con frecuencia en boca de la posteridad. Procura tan sólo, Grecino, permanecer fiel a este hombre cansado y que ese entusiasmo te dure por largo tiempo. Aunque tú haces esto, uso remos además de velas y no resulta perjudicial picar espuelas al caballo lanzado al galope.