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A FLACO

Lucio Pomponio Flaco, destinatario de esta epístola, es hermano de Pomponio Grecino, al que sucede el año 17 en el consulado. Antes y después del consulado, desempeñó diversas misiones militares en Misia y Siria, que cumplió con brillantez. Según nos cuenta Suetonio[932], Pomponio Flaco, en unión de Pisón y Tiberio, se hizo famoso por una comilona, que duró varios días. Tal vez, por esta afición a la comida, Ovidio trata de mover sus sentimientos, aludiendo a su total falta de apetito[933]. Debido a la gran amistad y ascendiente de Flaco ante Tiberio, Ovidio le pide su ayuda.

A ti, Flaco, que eres su amigo, te envía el desterrado Nasón un saludo, si es que alguien puede enviar aquello de que él mismo carece[934]; pues una prolongada debilidad no permite que mi cuerpo, estropeado por amargas preocupaciones, tenga sus fuerzas de antes. No tengo ningún dolor, ni me abrasa una fiebre fatigosa, y mi pulso lleva un ritmo regular. Pero mi boca está embotada y las mesas ya servidas me producen hastío y me quejo al llegar la hora de la odiosa comida. Sírveme lo que produce el mar, la tierra, el aire: nada habrá allí que yo apetezca. Aunque la activa Juventud[935] me ofrezca con su hermosa mano néctar y ambrosía, licor y manjar de los dioses, su sabor no excitaría sin embargo mi insensible paladar y permanecería en mi estómago durante largo tiempo un peso inerte.

Por muy reales que sean, yo no me atrevería a escribir estas cosas a cualquiera, no vaya a ser que llame caprichos a mis desgracias. ¡En efecto, es tal mi estado, es tal el aspecto de mi situación, que podría haber lugar incluso para los caprichos! Si alguien teme que la cólera del César sea demasiado suave para conmigo, ruego que le toquen en suerte estos caprichos. Incluso el propio sueño, que es un alimento para el cuerpo débil, no nutre con su cometido este cuerpo sin vida, sino que estoy en vela y velan sin cesar mis dolores, para los que me da motivo el propio lugar. Por ello, apenas podrías reconocer mi semblante al contemplarlo y buscarías adonde ha ido a parar la color que antes hubo. Poca sangre me llega a mis débiles articulaciones y mis miembros están más pálidos que la cera nueva. No he contraído estos males a causa del excesivo Baco: tú sabes que yo apenas bebo otra cosa que agua. No como demasiado; aunque me sintiera tentado por su deseo, no hay, sin embargo, en estos lugares géticos abundancia alguna. Ni me quita las fuerzas el placer nocivo de Venus: ella no suele acudir a los lechos afligidos. El agua[936] y el lugar son los que me perjudican, y un motivo más fuerte que éstos, la angustia del espíritu, que me acompaña siempre. Si tú, junto con tu hermano, parecido a ti[937], no me aliviases estos males, apenas mi ánimo hubiese soportado el peso de la tristeza. Vosotros sois para mi destrozada barquilla una tierra hospitalaria, y la ayuda, que muchos me niegan, me la proporcionáis vosotros. Prestádmela siempre, os lo ruego, porque siempre la necesitaré, mientras que la divinidad del César esté ofendida conmigo. Implorad cada uno a vuestros dioses, suplicándoles que éste disminuya su merecida cólera, no que ponga fin a ella.