12

IMPOSIBILIDAD DE ESCRIBIR

Ante la sugerencia de algún amigo, que le anima a aliviar su desgracia con la dedicación a la poesía, responde Ovidio que su situación no es, precisamente, la más indicada para poetizar: ni el propio Sócrates, en una situación semejante, hubiera podido producir nada. El poeta se encuentra, por un lado, ante la necesidad imperiosa de escribir por afición innata, pero, por otro, ante la imposibilidad de componer algo que merezca la pena, debido a las hostiles circunstancias que le rodean. En buena medida, estamos ante una cierta excusa retórica de Ovidio, en relación con la pobre inspiración que suponen algunos de sus poemas del destierro: nos resulta exagerado pensar que en la helenizada Tomos no hubiera nadie que hablara latín, o que el poeta no se llevase a su exilio parte de su biblioteca… Por lo que se refiere al destinatario y fecha de composición de esta elegía, nos son absolutamente desconocidos.

Me dices en tu carta que distraiga con el estudio mi lamentable situación, a fin de que no se consuma mi espíritu en una vergonzosa ociosidad. Difícil es lo que me aconsejas, amigo, pues la poesía es una labor alegre y requiere la paz del espíritu. Mi suerte se ve arrastrada por adversas tempestades y no puede haber destino más desgraciado que el mío. Exiges que Príamo aplauda en los funerales de sus hijos[809] y que Níobe, habiendo perdido a los suyos[810], dirija festivos coros. ¿Te parece que debo ocuparme en llorar o en el estudio, siendo así que he recibido la orden de marchar solo hasta los remotos confines de los getas? Aunque me supongas un ánimo robustecido con una poderosa fuerza, como el que se dice que tuvo el acusado por Ánito[811], sucumbiría toda mi pericia quebrantada bajo el peso de tan gran desgracia: la cólera de un dios puede más que las fuerzas del hombre. Aquel famoso anciano, llamado sabio por Apolo[812], no hubiese podido escribir ninguna obra en una situación de desgracia como ésta. Aunque me olvidase de la patria, aunque me olvidase de vosotros y pudiera faltar todo sentimiento de lo perdido, el propio temor me impediría, no obstante, desempeñar tranquilamente mi actividad: me retiene un lugar rodeado de innumerables enemigos. Añade a eso el hecho de que mi ingenio, debilitado por una larga inactividad, está entorpecido y mucho más disminuido que antes. Un campo fértil, si no es removido de vez en cuando por el arado, no producirá más que grama y espinas. El caballo que ha estado largo tiempo inactivo, corre mal y llegará el último de cuantos tomaron la salida. Si una barca permanece durante mucho tiempo fuera del agua, para la que está hecha, se apolilla y resquebraja. Del mismo modo, no esperes tampoco que yo, por poco que haya sido antes, pueda volver a ser igual que entonces. El haber soportado durante largo tiempo mis desgracias ha debilitado mi ingenio y no queda nada de mi antigua energía. A pesar de todo, a menudo, como ahora, he tomado la tablilla y he intentado reducir las palabras a la medida del verso: pero, o no fueron versos lo que escribí, o son los que estás viendo, adecuados a las circunstancias y al lugar en que se encuentra su autor. En fin, la gloria infunde no pocas fuerzas al ánimo y el deseo de alabanza torna fecundo el ingenio. En otro tiempo, mientras un viento favorable empujaba mis velas, me dejaba atraer por el fulgor del renombre y de la fama. Ahora no están las cosas tan favorables como para preocuparme de la gloria: si fuera posible, querría que nadie me conociera.

¿Acaso, porque en un principio mis poemas tuvieron éxito, es por lo que me animas a seguir escribiendo, a fin de que yo mismo prosiga mis éxitos? Permítaseme decirlo con vuestro consentimiento, Nueve Hermanas[813]: vosotras sois el motivo principal de mi destierro. Así como el creador del toro de bronce pagó su justo castigo[814], asimismo yo pago el precio de mi talento poético. No debiera haber tenido más relaciones con la poesía, yo que, por haber naufragado, rehuía con razón todos los mares. Pero me imagino que, si en un arrebato de locura vuelvo a entregarme de nuevo a esta afición fatal, un lugar como éste me ofrecería las armas de la poesía. Aquí no hay ni un libro, ni quien me preste su atención, ni quien conozca el significado de mis palabras. Todos estos lugares están llenos de barbarie y de voces salvajes, todo lo embarga el miedo que el acento de los getas produce. Me parece que yo mismo me he olvidado ya de hablar en latín: he aprendido ya a expresarme en gético y en sármata. Y, sin embargo, si te digo la verdad, mi Musa no puede dejar de componer versos. Escribo libritos de poemas y, una vez escritos, los arrojo al fuego: el resultado de mi afición poética no es más que un poco de ceniza. Desearía escribir algunos versos, pero no puedo: por eso, mi trabajo es arrojado al fuego y no es sino una parte de mi inspiración, arrebatada al fuego por azar o por engaño, la que llega a vosotros. ¡Ojalá que de la misma manera se hubiera convertido en cenizas mi Arte, que arruinó a su autor, cuando nada por el estilo se temía[815]!