A FABIA, ESPOSA DE UN EXILIADO
Esta elegía parece estar motivada por una carta de Fabia en la que ésta se lamenta de que con motivo de una discusión se le ha llamado, probablemente para zaherirla más, «esposa de un desterrado». El poeta aprovecha la ocasión que este hecho le brinda para, una vez más, aclarar que él no ha sido desterrado, sino relegado: por ello, conserva todos sus derechos, salvo el de libre residencia. Ahora bien, por el tono de su elegía, Ovidio parece entender que el reproche dirigido contra Fabia ha sido algo sin demasiada mala intención, más bien por desconocimiento de su auténtica situación jurídica; de lo contrario, hubiera utilizado un tono mucho más duro contra el autor de la ofensa a su esposa. Por lo que a la fecha de la elegía se refiere, es imposible de determinar, por no contener datos que permitan fijarla.
Tu carta se queja de que no sé quién te dijo en medio de una discusión que eras la esposa de un exiliado. Me he sentido dolido, no tanto porque se hable mal de mi suerte (que ya me acostumbré a ser fuerte en mi desdicha), cuanto porque soy motivo de vergüenza para quien menos querría yo, y porque pienso que has enrojecido a causa de mis desgracias. ¡Ten paciencia y entereza! Cosas mucho más duras sufriste cuando la cólera del Príncipe me arrancó de tu lado.
Sin embargo, se equivoca ése que me llama desterrado: es más suave la pena que siguió a mi culpa. Mi mayor castigo es haberle ofendido[807] y preferiría que me hubiera llegado antes la hora de la muerte. Sin embargo, mi nave fue sacudida, no hundida ni aniquilada, y, aunque carece de puerto, así con todo flota en las aguas. Ni me ha quitado la vida, ni las riquezas, ni los derechos de ciudadano, siendo así que merecí perderlo todo por culpa de mi falta. Ahora bien, dado que en aquella falta no hubo delito, no me impuso otro castigo que el que me alejara de mi hogar patrio. Y, al igual que con otros, cuyo número no puede contarse, también conmigo fue clemente la divinidad del César. Él mismo usa con respecto a mí el nombre de relegado, no el de desterrado[808]: mi causa está segura, al tenerle a él como juez.
Con razón, pues, César, mis poemas, sean como fueren, cantan tus alabanzas en la medida de sus fuerzas; con razón, yo suplico a los dioses que te cierren aún las puertas del cielo y permitan que tú seas dios lejos de ellos. Lo mismo desea el pueblo; pero, así como los ríos corren hacia el inmenso mar, de la misma manera corre el arroyo de poca agua.
Tú, por tu parte, cuya boca me llama desterrado, deja de agravar mi infortunio con un nombre falso.