6

A UN AMIGO QUE LE HA ABANDONADO

No sabemos quién es el destinatario concreto de esta elegía, aunque se ha apuntado[773] que, tal vez, estuviera dirigida a M. Aurelio Cota Máximo, por los paralelos existentes entre ésta y otras elegías dedicadas a este personaje, concretamente Trist. IV 5, y Pont. II 3.

¿Tú, también, esperanza en otro tiempo de mis cosas, tú que eras para mí refugio y puerto, tú también abandonas el cuidado del amigo acogido y te descargas tan pronto del piadoso peso del deber? Soy una carga, lo confieso, que, si ibas a dejar en un momento nada favorable para mí, no debiste haberla tomado. ¿Abandonas la nave en medio de las olas, Palinuro[774]? ¡No huyas y que tu fidelidad no sea inferior a tu arte! ¿Acaso la inconstancia del fiel Automedonte[775] abandonó los caballos de Aquiles en medio de los encarnizados combates? Una vez que se hacía cargo de un enfermo, nunca dejó Podalirio[776] de prestarle la prometida ayuda de su arte médico. Resulta más vergonzoso expulsar a un huésped que no recibirlo: ¡ojalá permanezca firme bajo mi mano el altar que me ofreció su refugio!

En un primer momento sólo me defendiste a mí, pero ahora defiéndeme a mí al par que a tu juicio, si es que ninguna nueva culpa hay en mí y si mis delitos no han cambiado repentinamente tu confianza hacia mí. Este aliento que no llevo muy bien en el aire de Escitia, que salga, como deseo, de mis miembros antes de que tu corazón se sienta ofendido por mi culpa y te parezca indigno de tus merecimientos.

No estoy tan abrumado por completo por el mal destino hasta el punto de que incluso mi mente esté aquejada por mis largos males. Imagina, no obstante, que está afectada: ¿cuántas veces crees que el hijo de Agamenón profirió palabras injuriosas contra Pílades[777]? Ni siquiera es inverosímil que llegara a golpear incluso a su amigo: no por ello le permaneció éste menos fiel. Esto es lo único en común entre los felices y los desgraciados, que con unos y otros suele tenerse un miramiento: se cede el paso a los ciegos y a aquellos a quienes la pretexta[778] y la vara del mando junto con los gritos hacen respetables[779]. Si no me perdonas a mí, debes perdonar al menos a mi suerte: nadie tiene motivo alguno para estar airado conmigo.

Elige el más pequeño de mis menores sufrimientos: será mayor que eso de lo que tú te quejas. Cuan numerosas son las cañas que cubren los hoyos pantanosos, cuantas son las abejas que el florido Hibla[780] mantiene, cuan numerosas las hormigas que acostumbran a llevar los granos hallados por un pequeño sendero hasta sus graneros subterráneos, tanta es la cantidad de frecuentes males que me rodea. Créeme, mi lamento es menor que la realidad. Quien no esté contento con esto, que derrame arena en la playa, espigas en la mies y agua en el mar. Aplaca, pues, tu cólera intempestiva y no abandones mis velas en medio del mar.