A UN ENEMIGO ANÓNIMO
Se suele decir que el destinatario de esta elegía es el mismo contra el que Ovidio escribiría más tarde su Contra Ibis. Y decimos que este poema es anterior por el hecho evidente de que aquí el poeta anuncia su propósito de callar los delitos de este personaje, que descubrirá, sin embargo, más tarde en su famosa diatriba[665]. G. Luck[666], recogiendo una cita de A. E. Housman[667], subraya el carácter diferencial de este poema, al igual que el de Trist. III 11 y V 8, frente a la frecuente monotonía que encontramos en otros muchos. En palabras de Housman[668], esta elegía, junto con el poema 91 de Catulo, los Epodos 5 y 17 de Horacio y los 250 primeros versos del Contra Ibis, son piezas maestras de la poesía latina y merecen figurar en cualquier antología que pretenda ser representativa de ella.
Si es posible y me lo permites, callaré tu nombre y tu delito y tus actos serán entregados a las aguas leteas[669], y mi clemencia será vencida por tus tardías lágrimas. Procura, al menos, que quede evidencia de tu arrepentimiento. Procura condenarte tú mismo y desear erradicar, si fuera posible, la época de tu vida propia de Tisífone[670]. Si, por el contrario, tu pecho arde de odio contra mí, mi infortunado dolor tomará las armas en contra de su voluntad. Aunque esté, como lo estoy, relegado al confín del mundo, mi cólera extenderá desde allí sus manos. Por si no lo sabes, el César me ha dejado todos mis derechos, y mi único castigo es el verme privado de mi patria; pero incluso la patria, con tal de que esté vivo, la espero de él: con frecuencia reverdece la encina quemada por el rayo de Júpiter. Y, en fin, si no tuviera ninguna posibilidad de vengarme, las Piérides[671] me darían sus fuerzas y sus dardos. A pesar de que, relegado lejos, habito en las costas escitas y de que las constelaciones secas[672] están cerca de mi vista, mi proclamación se extenderá por países inmensos, y mi lamentación será conocida por todo el mundo. Todo lo que yo diga irá del Orto al Ocaso, y el Oriente será testigo de una voz procedente del Occidente; seré escuchado más allá de la tierra y al otro lado de los profundos mares y grande será el eco de mi lamento. Y no será sólo tu tiempo el que te conocerá como culpable: lo serás para toda la posteridad. Ya me veo yendo a la lucha sin haber tomado aún la tromba y ni siquiera tener motivo alguno para tomarla. El circo está aún vacío; el toro de mirada amenazante esparce ya la arena y golpea el suelo con pie hostil[673]. Esto es también más de lo que yo hubiera querido: toca, oh Musa, retirada, mientras le es posible a éste ocultar su nombre.