PRIMAVERA EN TOMOS Y EN ROMA
Elegía escrita en la primavera del año 10, ya que los dos primeros versos hacen referencia a que el invierno que ha concluido es el primero pasado por Ovidio en Tomos[564], y los versos 47-48 parecen aludir a los preparativos que Tiberio hacía para su campaña en la Germania, a fin de reparar los daños sufridos por el desastre de Varo a finales del año anterior.
Ya los Céfiros[565] suavizan los fríos y, acabado ya el año, el invierno meótida [566] me ha parecido más largo que los anteriores y aquel que no transportó bien a Hele colocada encima[567] iguala la duración de los días con la de las noches. Ya los chicos y las alegres chicas recogen violetas que nacen por el campo sin que nadie las siembre; los prados se cubren con flores de variados colores y el ave parlera reanuda sus trinos con gorjeos que no ha aprendido; la golondrina, para borrar el delito de haber sido una mala madre[568], hace la pequeña mansión de su nido bajo las vigas; la hierba, que estuvo oculta hundida en los surcos de Ceres[569], sale fuera y expande por la tierra su tierna punta; allí donde hay vides, brota la yema del sarmiento, pero la vid se cría lejos de las costas góticas; allí donde se dan los árboles, se les hinchan a éstos sus ramas, pero los árboles se encuentran también lejos de las fronteras góticas.
Ahí es ahora la época del ocio y las parleras batallas del Foro locuaz dan paso a juegos agrupados en serie[570]. Ahora se practica la equitación y se juega con armas ligeras; ahora se practica el juego de pelota y se rueda el aro describiendo veloces círculos; ahora la juventud untada con lúbrico aceite, moja sus cansados miembros en el agua de la Virgen[571]. El teatro está en todo su apogeo[572] y estalla en aplausos de acuerdo con los diversos gustos y en lugar de los tres Foros resuenan los tres Teatros[573]. ¡Oh cuatro veces feliz y cuantas no es posible contar, aquel a quien le está permitido gozar de Roma, que no le está prohibida!
En cambio, yo sufro la nieve derretida por el sol primaveral y las ásperas aguas que no se podrán extraer del lago cavando: el mar ya no se congela por el frío ni el boyero sármata conduce, como antes, su estridente carreta a través del Histro.
Por el contrario, algunas embarcaciones comenzarán a navegar hacia acá y una nave extranjera anclará en el litoral del Ponto. Me apresuraré a salir al encuentro del marino y, después de saludarlo, le preguntaré el objeto de su viaje, quién es y de dónde viene. Sería, en verdad, extraño que aquél no se hubiera limitado a surcar sin riesgo las vecinas aguas desde una región inmediata. Raramente un navegante procedente de Italia atraviesa tanta extensión de mar, raro el que viene a parar a estas costas desprovistas de puertos. Con todo, si aquél supiera hablar griego o latín —por cierto que este último me sería más grato— (incluso es posible que alguien, procedente de la boca del Estrecho y de las aguas de la larga Propóntide, diese hacia acá velas traído por un Noto constante), sea quien fuere, puede contar las noticias que recuerda y convertirse en una parte y un eslabón del rumor. Ruego que éste me pueda contar los triunfos del César que haya oído, los votos hechos a Júpiter Lacial[574] y que tú, rebelde Germania, pusiste por fin tu abatida cabeza bajo los pies de un gran general.
Quien me refiera estos sucesos, que sentiré no haber presenciado, ése será enseguida huésped de mi casa. ¡Ay de mí! ¿Acaso la casa de Nasón está ya en el mundo escítico? ¿Y el castigo me da también por hogar el sitio donde lo sufro? Dioses, haced que el César no quiera que esté aquí mi residencia y mi casa, sino sólo el albergue temporal de mi castigo.