4 bis

A SUS AMIGOS

Elegía muy similar a la anterior (de ahí su numeración como 4 bis), pero que no tiene un destinatario concreto, sino que va dirigida a todos sus amigos. Como la anterior, parece haber sido escrita después de que el poeta hubiera pasado su primer invierno en Tomos.

La región más próxima a la constelación de la Osa del Erimanto [506] me retiene, tierra quemada por el hielo endurecido. Por encima se hallan el Bosforo [507], el Tanais [508], las lagunas de Escitia[509] y unos pocos nombres de lugares apenas bien conocidos. Más allá nada hay sino un frío inhabitable. ¡Ay! ¡Cuán cerca tengo los confines del mundo! En cambio, lejos está mi patria, lejos mi queridísima esposa y todo aquello que tras estas dos cosas me fue querido. Sin embargo, todo esto me resulta tan presente que, aun cuando no puedo tocarlo con mi cuerpo, lo puedo contemplar todo con mi imaginación. Ante mis ojos desfilan mi casa, Roma y el contorno de los lugares, y a cada sitio se le asocian los hechos en ellos ocurridos. La imagen dé mi esposa la tengo delante de los ojos, como si estuviera presente. Ella aumenta mis desgracias y al mismo tiempo las alivia: las agrava por estar ausente y las alivia porque me ofrece su amor y por la firmeza con que sostiene el peso que se ha echado encima.

Vosotros también, amigos míos, estáis grabados en mi corazón, a cada uno de los cuales desearía llamar por vuestro propio nombre; pero un prudente temor contiene mi sentido del deber, y sospecho que vosotros mismos no deseáis figurar en mi poema. Antes sí lo queríais y era un agradable honor que vuestros nombres se pudieran leer en mis versos. Pero, puesto que esto es peligroso, me dirigiré a cada uno de vosotros dentro de mi pecho y así no seré para ninguno motivo de temor. Mis versos no serán la prueba que delate a los amigos que se ocultan; si alguien me estaba amando en secreto, que continúe amándome así. Sabed, con todo, aunque me halle relegado en una región remota, que vosotros estáis siempre presentes en mi pensamiento; y, en la medida que cada uno pueda, aliviad en algo mis males, y no neguéis una mano fiel al amigo desterrado. Que la fortuna os permanezca así de próspera y que nunca, alcanzados por una suerte similar, pidáis lo mismo que yo.