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LAMENTACIÓN POR LA INFIDELIDAD DE UN AMIGO

Esta elegía, imitación del poema XXX de Catulo, es el lamento decepcionado por la infidelidad de un amigo a quien Ovidio había tenido por amigo íntimo. Mucho se ha discutido en torno a la identificación del destinatario de este poema. Algunos piensan que se trata de Ático, de quien se queja asimismo en Pónt. II 2. Pero la opinión más unánime piensa que la elegía va dirigida a Pompeyo Macro, que acompañó a Ovidio en su viaje por Sicilia y Asia y con quien el poeta había mantenido una gran amistad, como se deduce de los versos 29 y 30 de esta elegía y de Pónt. II 10, 10. Este Macro fue encargado por Augusto del ordenamiento de las bibliotecas públicas de Roma, tal y como atestigua Suetonio [259]: de ahí que si, como argumenta Della Corte [260], las obras de Ovidio fueron retiradas de dichas bibliotecas, hay que concluir que su fidelidad para con el poeta brilló por su ausencia, en contraste con la fidelidad que le demostró Higino, encargado de la Biblioteca Palatina. Macro era asimismo poeta épico, autor, entre otras obras, de unos Antehomerica y, según lo que parece insinuarse en Pónt. II 10, 13, también de unos Posthomerica.

De nuevo fluirán hacia atrás desde el mar hasta su nacimiento los profundos ríos[261] y el Sol, dando la vuelta a sus caballos, retrocederá; la tierra tendrá estrellas, el arado se hendirá en el cielo, el agua producirá llamas y el fuego agua; todo irá contra las leyes de la naturaleza, y ningún cuerpo seguirá la ruta que le fue asignada; se realizarán ya todos los fenómenos que creía hasta hoy imposibles y nada hay que no deba encontrar crédito. Hago estas predicciones porque me ha decepcionado aquel que yo creía que me iba a ayudar en mi desgracia.

¿Hasta tal punto, falso, te has olvidado de mí y tanto miedo te ha dado acercarte a un hombre abatido por la desgracia, que ni me dirigiste la mirada ni me consolaste en mi postración, ¡insensible!, ni asististe a mi despedida fúnebre[262]? ¿Aquel nombre sagrado y venerable de la amistad no es para ti más que un vil objeto que pisoteas? ¿Tanto te hubiera costado visitar a un amigo postrado por el ingente peso de su dolor, contribuir a levantar su ánimo con tus palabras y, si no derramar una lágrima por mis desgracias, pronunciar siquiera unas palabras fingiendo dolor y decir al menos «adiós», como hacen hasta los que no se conocen, y unir tu voz a la del pueblo y al grito público y, finalmente, contemplar el último día que te era permitido hacerlo este lúgubre rostro que no ibas a ver nunca jamás, y recibir y devolver con parecida entonación el adiós que se iba a decir por una sola vez en toda la vida? Otros lo hicieron sin estar unidos a mí por ningún vínculo de amistad, pero derramaron sus lágrimas como prueba de sus sentimientos. ¿Qué habría sucedido si no hubiera estado unido a ti por la intimidad, por motivos poderosos y por un afecto de muchos años? ¿Qué habría pasado si no hubieras sido confidente de todos mis momentos alegres y tristes[263], y si no o hubiera sido yo de tantos otros tuyos? ¿Qué habrías hecho si solamente te hubiera conocido en Roma, siendo así que fuiste invitado tantas veces a toda clase de lugares? ¿Acaso se disipó todo a merced de los vientos que soplan sobre el mar? ¿Acaso se sumergió todo en las aguas de la Lete[264] siendo arrastrado por ellas? No, yo no creo que tú hayas nacido en la gentil ciudad de Quirino[265], ciudad en la que yo no he de volver a poner los pies, sino entre los escollos que tiene esta costa del siniestro Ponto, y en las salvajes montañas de la Escitia y de la Sarmacia; tus entrañas son de piedra y tu duro corazón tiene gérmenes de hierro; y la nodriza que en otro tiempo dio a mamar sus pechos repletos a tu tierna boca era una tigresa. Si hubiera sido de otra manera, considerarías mis desgracias menos ajenas de lo que lo haces ahora, y no tendría yo por qué acusarte de crueldad. Pero, puesto que a mi fatal castigo se añade también el hecho de que la primera parte de mi vida queda incompleta, procura que olvide esta falta tuya y que esta misma boca que ahora se queja de ti alabe tu fidelidad.