Gaspare Risico fue trasladado a Palermo con un pequeño ascenso; Massimo Leone y Carmela Alfallipe, por su parte, se instalaron en el Palazzo Alfallipe, para hacer compañía a doña Adriana, y permanecieron allí hasta que ésta falleció, en 1967.
Carmela y Massimo se separaron poco después, como consecuencia de otra violenta pelea. Carmela decidió abrir una tienda de ropa en Roccacolomba, empresa que tuvo un notable éxito. Ocupaba un apartamento en el Palazzo Alfallipe y solía pasarse las noches en casa, sentada ante una mesa, componiendo puzzles, a los que se había aficionado después de haber intentado pegar las vasijas que habían roto ella y sus hermanos el 30 de septiembre de 1963. Y es que, en efecto, lo habían hecho tan a conciencia que los tres Alfallipe decidieron llevar al señor Palmeri, del Museo regional arqueológico, los fragmentos de la colección del padre (que más tarde fueron restaurados y están ahora expuestos en el museo), en un acto de contrición para aplacar el espíritu de la Mennulara, que había adquirido en sus mentes dimensiones omnipotentes y demoníacas.
Los puzzles se habían convertido en el consuelo y la obsesión de las veladas de Carmela, casi en un rito nocturno, que incumplía solamente cuatro veces al año, coincidiendo con los cambios de estación, cuando un atractivo representante de una empresa de géneros de punto llegaba a Sicilia para recoger los pedidos de los clientes. Entonces Carmela se abandonaba en los brazos del viajante, en un amor de temporada, apasionado y tranquilo. Cuando el napolitano la dejaba para recorrer las otras provincias, Carmela recaía serenamente en el letargo de los sentidos, consolándose con su afición a los puzzles, hasta la siguiente visita.
Massimo Leone se alojó en casa de su hermana y continuó viviendo a salto de mata. A la edad de cincuenta años dejó embarazada a una chica de Catania, cuyos hermanos lo amenazaron y parece ser que en serio. Animado por su cuñado, Massimo se trasladó a otro país para escapar de sus perseguidores, y de él en Roccacolomba no volvió a saberse nada.
Lilla se convirtió en una respetable asidua de los salones de la alta sociedad de Roma; recibía con estilo en su hermosa casa, donde resaltaban en un lugar de honor dos vasijas griegas, muy admiradas por la gente culta de la capital como espléndidos ejemplos del arte de la Magna Grecia. Además, Lilla formaba parte del jurado del concurso anual «La Mennulara» que, junto con el festival musical, era conocido y apreciado en toda la isla.
Gianni vivió una vida satisfactoria y serena con su mujer y su hijo Orazio, en Catania, y tuvo una discreta carrera universitaria. Nunca llegó a sospechar que Orazio no era en realidad hijo suyo, sino de un queridísimo amigo de la familia, colega de su mujer. Palazzo Alfallipe permanece intacto, si bien algo más abandonado. Gianni y su mujer ocupan la planta noble cuando van a Roccacolomba de vacaciones o con ocasión del festival de música, al que invitan a menudo a algún amigo. El pequeño Orazio fue concebido en el despacho del abogado Alfallipe, sobre el sofá de delante de la chimenea.
La gente de Roccacolomba se olvidó enseguida de Maria Rosalia Inzerillo, conocida como la Mennulara, pero recuerda con orgullo a su insigne conciudadano, el abogado Orazio Alfallipe, gran estudioso y coleccionista, cuya memoria da lustre al pueblo.