XII. PALFREY CONTRA PRICE Y OTRO

Toda la prensa se ocupó extensamente del asunto. Daremos, en breve, una serie de tres extractos de tres periódicos diferentes. El relato exterior que dieron del litigio y de los tres personajes en él involucrados será de gran ayuda al lector para llegar a una decisión imparcial sobre hacia quién deben recaer sus simpatías, si es que ha de ponerlas en alguien. Se observará que Messrs. Harrow & Hazlitt no están ya unidos con Oliver y Edith como demandados, y que el socio de la firma, Mr. Harrow incluso, prestaba declaración como testigo por parte de Jane. El hecho es que la firma hizo la paz separada con Jane antes de la publicación del edicto y se retiró del asunto. Que Jane consiguiese en primera instancia su requerimiento judicial contra ellos fue debido a una serie de curiosas circunstancias.

La tarde del 11 de febrero, los abogados de Jane, informados por esta de que el sello salía a subasta al día siguiente, llamaron a casa de Oliver, pero no obtuvieron respuesta. (Oliver se había ido al cine). Llamaron entonces a Messrs. Harrow & Hazlitt y les informaron de la reclamación de Jane sobre el sello. Normalmente, esto hubiera bastado para hacerles retirar el sello de la subasta, porque era una casa fundada hacía mucho tiempo y celosa de su reputación. Pero ocurrió que ninguno de los dos socios se hallaba en el despacho en el momento de la llamada, y el empleado más antiguo que respondió al teléfono, tenía jaqueca. Era además,

ligeramente sordo y uno de aquellos hombres orgullosos y coléricos que se niegan a reconocer la intensidad de su sordera y suplen la deficiencia en una conversación ordinaria, sustituyendo las palabras que no logran captar por lo que intuitivamente leen en su rostro. Por teléfono, especialmente durante las horas en que las líneas están sobrecargadas y la audición es defectuosa, son susceptibles de cometer graves errores. El empleado estaba bajo la impresión de que la persona con voz chillona que llamaba era la Madre Superiora que vendía la colección de Toscana y que había llamado ya dos veces aquel día para cerciorarse de que, efectivamente, la venta tendría lugar. No le habían gustado nunca las monjas. Respondió: «¡No, no, no, no! A menos que se produzca un terremoto, estallen bombas en el aire, se declare una conflagración universal, le aseguro que no hay poder en la Tierra ni en el Cielo que pueda impedirnos ahora vender este lote». Y colgó.

El abogado quedó, como es natural, un poco sorprendido de esta inusitada violencia de lenguaje. A la mañana siguiente, habiendo hecho una nueva e infructuosa tentativa de ponerse en contacto con Oliver (que estaba en el parque con su perro), aseguró al juez a quien había solicitado el requerimiento, que los subastadores se negaban a discutir el asunto o retirar el sello y que, al parecer, Oliver estaba ausente de la ciudad. Los jueces suelen mostrarse en general muy reacios a conceder requerimientos judiciales ex parte sin estar plenamente convencidos de que su negativa acarrearía una injusticia mayor. Las negativas son en realidad bastante frecuentes. Pero en este caso la intransigencia de los subastadores (obrando aparentemente según instrucciones de Oliver) y la fuerte prima facie del caso que el abogado le exponía en nombre de Jane, así como la urgencia del asunto, contribuyeron a convencer al juez de que debía dictarlo. Era incluso posible que Messrs. Harrow & Hazlitt no obrasen según instrucciones de Oliver, que no creyesen que se pudiese obtener un requerimiento con tanta premura y que tenían intención de llevar adelante la venta, en la confianza de cobrar el 12 y medio de comisión, cualesquiera que fuesen las consecuencias. El juez reflexionó que, si la venta tenía lugar, el comprador podía ser un súbdito extranjero que abandonase el país con el sello aquella misma noche; y sería procedimiento difícil y costoso recuperarlo de los tribunales de justicia de otro país. Pero con un interdicto judicial, el status quo se mantendría mientras durase el procedimiento contra Oliver.

Bien, pues como íbamos diciendo, Messrs. Harrow & Hazlitt, que quedaron sorprendidos por el requerimiento judicial, fueron a ver al abogado de Jane a enterarse de cómo lo habían conseguido. Desde luego, el error cometido por el empleado salió a la luz y todo el mundo lo encontró muy gracioso. La paz quedó inmediatamente restablecida y el abogado de Jane, que era especialista en sellos imperiales rusos, trabó estrecha amistad con Mr. Harrow. A fin de cuentas, ¿por qué no?

El primer extracto procede de un periódico de la noche del 15 de octubre de 1925. Los subtítulos han sido eliminados:

ANTIGUA, 1 penique, BURDEOS

CURIOSO CASO EN EL ALTO TRIBUNAL

FAMOSA ACTRIZ-EMPRESARIA RECLAMA SELLO ÚNICO

DE SU HERMANO AUTOR Y DE SU SOCIA

SE ALEGA FRAUDE

Hoy, en el Alto Tribunal de Justicia, el juez Mr. Hogtie se encontró ante un problema judicial que hubiera desconcertado la agudeza legal de un Salomón. Miss Jane Palfrey, del «Burlington Theatre», donde dirige la mundialmente famosa compañía conocida por Asociación Jane Palfrey, reclamaba a su hermano, Mr. Oliver St. Simón Price, de Albion Mansions, Battersea, conocido como autor, y de Miss Edith Whitebillet, su asociada teatral, el ya famoso sello de correo «Antigua, 1 penique, Burdeos», valorado entre 7000 y 10 000 libras. Miss Palfrey pretende que el sello formaba parte de una colección conjunta y que su hermano lo separó de esta para uso propio y que lo ofreció a la venta en la pública subasta que tuvo lugar en Argent Street, el 1 de febrero último, sin su consentimiento y con la intención de privarla de él.

Mr Price insiste en que la colección de sellos de la cual, según Miss Palfrey, formaba parte el sello en litigio, no fue jamás posesión común de ambos, sino de su única y exclusiva pertenencia. Declara, además, que el sello en litigio no formó nunca parte de la colección susodicha, sino que lo puso en venta en nombre y por cuenta de Miss Edith Whitebillet, hija del difunto Sir Reginald Whitebillet, Brt. de la «Whitebillet Shipping Company». Miss Whitebillet, amiga de infancia de Mr. Price y Miss Palfrey, está asociada con Miss Palfrey desde el año 1930 en la dirección del «Burlington Theatre». Miss Palfrey declara que recientemente llegaron a un acuerdo con su hermano, según el cual debían partirse la colección en dos partes iguales y que, según el método de separación acordado, de haberse hallado en ella el sello de Antigua sin duda alguna le hubiese correspondido a ella. Acusa a Mr. Price de haber ocultado el sello y de fingir ignorancia tanto respecto a su paradero como a su valor.

Mr. Anthony Merlin. K. C., obrando en nombre de Miss Palfrey, declara que, en 1919, y en el mes de noviembre, Miss Palfrey y Mr. Price, de once y doce años de edad, respectivamente, en aquel tiempo, llegaron a un convenio amistoso de compartir una colección de sellos que hasta entonces había sido exclusiva de Mr. Price.

EL JUEZ HOGTIE: ¿Son realmente hermanos o hijos de diferente matrimonio?

MR. MERLIN: Verdaderos hermanos.

EL JUEZ HOGTIE: ¿Entonces el nombre de Palfrey es meramente un nombre artístico?

MR. MERLIN: Es su verdadero nombre, Su Honor. Sustituyó al de Price por autorización del Registro Civil, el año 1929, en que alcanzó la mayoría de edad. Palfrey era el apellido de su madre.

Mr. Merlin, prosiguiendo su informe, declaró que no se llevaba contabilidad alguna del valor de los sellos con los que cada uno contribuía a la mejora de la colección, pero que, en el año 1921, fecha de las más recientes adquisiciones, el precio en el mercado, excepción hecha del sello en litigio, oscilaba entre 15 y 20 libras. Un gran número de las últimas adquisiciones fueron hechas por la demandante y el sello en litigio fue también obtenido por ella.

El lunes, 17 de setiembre de 1934, la demandante encontró al demandado en una exposición de pinturas donde se exhibían un cuadro titulado Los coleccionistas de sellos. Pintado en 1920, representaba a la demandante, al demandado y al padre de ambos en una escena doméstica centrada por un álbum de sellos. La demandante preguntó entonces al demandado si el álbum de sellos seguía todavía en su posesión. El demandado negó todo derecho de la demandante sobre él, diciendo que este derecho se había extinguido hacía tiempo. La demandante insistió en que eso no era cierto, escribió una carta al demandado, en la que sugería una cita amistosa en casa del demandado, en Albion Mansions Battersea, diez días más tarde. Ambas partes debían elegir y retirar alternativamente por turno un sello cada uno de la colección, página por página, permaneciendo el álbum en posesión del demandado. La entrevista se celebró el jueves 27 de setiembre. Mr. Price presentó un álbum similar al original que contenía una colección de sellos aparentemente idénticos a la colección original. La demandante, que no se dio cuenta a la sazón de que estaba siendo engañada, autorizó al demandado a que eligiese el primero. Eligió un sello de la primera página del álbum marcándolo con su inicial al lápiz a su lado. La demandante eligió entonces otro sello, lo quitó y marcó con lápiz su inicial en la vacante dejada. El demandado eligió otro sello y lo marcó con sus iniciales. Este procedimiento se llevó a cabo página por página, sin pasar a la página siguiente hasta haber terminado con la anterior. Una vez agotadas las páginas del Reino Unido, se pasó a las de las Colonias Inglesas, que venían después. La primera colonia que aparecía en el álbum era la isla de Antigua y la demandante preguntó inmediatamente por el castaño-lila (o burdeos), un penique de valor y dibujo poco corriente, que le había mandado pegado al sobre original, en noviembre de 1921, mientras el demandado estudiaba en el colegio de Charchester. El demandado respondió que no sabía dónde estaba el sello; quizá se había caído del álbum en algún momento.

—Un importante eslabón de mi argumento —dijo Mr. Merlin—, es que en aquel momento Miss Palfrey dejó voluntariamente pasar su turno de elegir el sello que le pertenecía como estaba convenido en las bases de la partición y no se apropió sello alguno. Había treinta y nueve sellos ingleses y sólo cinco de Antigua, sin embargo, Mr. Price, que había empezado eligiendo los sellos británicos y seleccionó veinte sellos contra los diecinueve de su hermana, tomó tres de Antigua contra los dos de su hermana. Queda, pues, claro a todas luces que mi cliente se reservaba de esta forma el derecho de reclamar el sello que faltaba, considerándolo el primero elegido por ella en la página de Antigua.

Mr. Merlin refirió entonces cómo, a primeros de febrero, Miss Palfrey se enteró, por casualidad, de que el sello desaparecido iba a salir a pública subasta por mediación de Messrs Harrow & Hazlitt, de la Sala de Subastas de Argent Street. Sufrió un lamentable retraso en la obtención del requerimiento judicial a fin de detener la venta y sólo pudo ser entregado en el momento en que las ofertas alcanzaban la extraordinaria cifra de 7000 libras. Quería dejar bien sentado que su cliente no ponía ni remotamente en duda la buena fe de Messrs. Harrow & Hazlitt en este asunto.

Miss Palfrey apareció vestida con un traje castaño y un sombrero blanco color castaño-lila y un pañuelo de una tela sedosa y plateada. En su declaración dio cuenta detallada de cómo el sello había entrado a formar parte de la colección. Había permitido a su hermano llevarse el álbum al colegio de Charchester en setiembre de 1921 a fin de que aumentase su contenido por el procedimiento conocido como «cambalache de duplicados», pero él en realidad no hizo nada, mientras estuvo allí, por contribuir a su aumento. Ella por su parte, había reunido gran cantidad de sellos, por mediación de sus amigos, mandándoselos a su hermano, quien, a su vez, le escribió una carta diciéndole que hacía ya tiempo que los sellos no le interesaban, porque todo aquello lo había «dejado atrás», en la escuela primaria.

Entre los sellos mandados se encontraba aquella rareza de Antigua en litigio, que le había sido mandado, con otros, por Miss Edith Whitebillet, la cual lo había conseguido, según entendió, de su padre, el difunto Sir Reginald Whitebillet. Miss Palfrey creía en aquel tiempo que era de gran valor.

MR. MERLIN: ¿Qué se lo hacía suponer a usted?

Miss Palfrey sacó entonces y dio lectura a unos extractos de la carta extraordinaria que, según dijo, contenía el sobre franqueado con el sello. Había sido escrita en 1866 por un tal Tom Young, capitán del vapor Phoebe, de la compañía «Whitebillet», que llevaba regularmente el correo de Su Majestad de Jamaica a las islas Leeward, de cuyo grupo forma parte Antigua. En su carta, el capitán Young se despide de su hermano Harry, diciéndole que su barco ha chocado contra una roca a una milla de la costa y que se está hundiendo, que está solo, esperando la muerte de un momento a otro. Le recuerda su feliz juventud juntos en la campiña inglesa y espera que se encontrarán de nuevo «en la otra tierra». Dice que meterá la carta en una botella y la confiará a las olas, y, para asegurarse de que, en caso de ser hallada, será reexpedida, la franquea con un sello de una nueva emisión que transporta en el cofre de su camarote. «Esta carta fue —dijo Miss Palfrey—, la que me hizo pensar que el sello podía tener valor, siendo el único superviviente de toda una nueva emisión. Lo busqué por todos los catálogos y al no hallarlo en ninguno llegué a la conclusión de que este modelo no había vuelto a imprimirse y que, por consiguiente, el ejemplar era único. La falta de interés de mi hermano, sin embargo, y mi propia juventud, desviaron mi interés del asunto. Si no me hubiese ocultado el sello, hubiera partido a gusto con él su valor».

El sobre, que fue exhibido ante el Tribunal, iba dirigido a «Mr. Fred Young, visto por última vez en Canterbury Settlement, Nueva Zelanda». Y añadía: «Confiada a los buenos cuidados de Messrs. John Whitebillet and Sons, Parliament Street, Liverpool, Inglaterra».

MR. MERLIN: ¿En posesión de quién estuvo el sello entre los años 1921 y 1934?

Miss PALFREY: En 1922 yo perdí interés también por el álbum y lo guardaron nuestros padres en Saint Aidan. A la muerte de estos mi hermano lo encontró y se lo llevó a Londres. En aquel momento yo no hubiera debido permitirlo, pero me encontraba en América y a mi regreso estaba demasiado absorbida por mis deberes profesionales para acordarme del asunto. En 1934 se me ocurrió que podía perfectamente recobrar mi parte de la colección antes de que fuese demasiado tarde.

Miss Palfrey describió luego su visita a casa de su hermano, el amigable reparto de la colección que ella supuso, dada su extraordinaria similitud, ser la colección verdadera, y sus averiguaciones sobre el sello de Antigua, acerca del cual Mr. Price aseguró no saber nada. Declaró que si bien en aquel momento tomó el álbum del cual sacaba los sellos por el original, ahora sabía que era otro, excepción hecha de la encuadernación y página de guarda, y que los sellos que contenía eran también sustitutos de los originales.

MR. PHILIP SCHREINER, K. C. (en nombre de la defensa): ¿Sugiere usted que mi cliente sustituyó los sellos originales por otros de menos valor?

Miss PALFREY: No, no necesariamente inferiores. Pero no eran los que habían formado parte de la colección original. Observé más tarde ligeras diferencias en estado y color, y en la posición de los matasellos que recordaba en nuestra colección conjunta.

MR. SCHREINER: Sugiero que su memoria puede traicionarla sobre este punto, Miss Palfrey.

Miss PALFREY: No.

MR. SCHREINER: ¿Puedo sugerir también que durante el año 1921 Miss Whitebillet no le dio a usted el sobre sellado con la carta (que no siendo suya no podía dar), sino que se limitó a prestársela para que la leyese como documento de apasionante interés humano? Miss PALFREY: Era un regalo.

MR. SCHREINER: ¿Puedo sugerir, además, que habiendo dicho que el sello podía interesar a su hermano, pidió permiso para mandárselo a fin de saber su opinión sobre su valor y que Miss Whitebillet dio dicho permiso?

Miss PALFREY: Nada de esto. Miss Whitebillet me dio la carta como regalo, sin condiciones y me dijo que el sello era para la colección que mi hermano y yo compartíamos.

MR. SCHREINER: Cuando lo recibió usted, bajo la impresión (que demostraré ser errónea) de que le hacía un regalo de valor, ¿no se informó usted de cómo lo había adquirido Miss Whitebillet?

Miss PALFREY: El sello indicaba que procedía originalmente de la oficina naviera de Liverpool, pero no hice pregunta alguna. Supuse que Sir Reginald, padre de Miss Whitebillet, se lo había dado. Mi padre me había dicho también en varias ocasiones que podía coger los sellos que había en los papeles de la familia del ático.

MR. SCHREINER: Pero serían sólo los sellos, no las cartas enteras. A los chiquillos no suelen dárseles documentos históricos importantes para que jueguen con ellos, ¿verdad?

Miss PALFREY: El valor histórico de la carta en cuestión pudo pasar inadvertido para Sir Reginald. Si se me hubiese ocurrido pensar en todo esto en aquellos tiempos hubiera sólo pensado algo por este estilo: «Es una carta que lleva cincuenta años esperando ser entregada a su destinatario, y Sir Reginald cree que no será reclamada ya, de manera que ha dejado que Miss Edith la guarde como curiosidad».

MR. SCHREINER: Pero está usted perfectamente enterada ahora, de que Miss Whitebillet, que es una persona de la más absoluta integridad, insiste en que la carta, sobre y sello, no eran más que un préstamo.

Miss PALFREY: Estoy enterada de que esta es la tesis que presentan ahora.

MR. SCHREINER: ¿No cree usted que la colección era «nuestra», es decir, suya y de Mr. Price, en un sentido meramente amistoso, de la misma manera que un chiquillo dirá «nuestra» casa refiriéndose a la casa en que vive con sus padres?

Miss PALFREY: No era así.

MR. SCHREINER: Sugiero que Mr. Price sólo le permitió a usted arreglar los sellos durante una corta temporada…

Miss PALFREY: Es absolutamente falso.

MR. SCHREINER: Ante la defensa que mis preguntas han formulado, ¿insiste usted en sus pretensiones a la propiedad del sello?

Miss PALFREY: Insisto. Hay un proverbio, común a muchas lenguas europeas, que dice que hacer un regalo y después reclamarlo está tan mal hecho, o peor quizá, que robar. Y no puedo creer que Miss Whitebillet preste declaración bajo juramento retrotrayendo su intervención en el litigio entre mi hermano y yo a una fecha anterior al 17 de setiembre de 1934. En aquella fecha no había estado en comunicación con Mr Price desde hacia muchos años. Y si Mr. Price dice que la colección no era «nuestra», es decir, una copropiedad en el sentido formal, está cometiendo un perjurio.

MR. SCHNEIDER: ¿Debo entender que acusa usted a su asociada comercial de cometer una acción peor que el robo y a su hermano de premeditar un perjurio?

Miss PALFREY: Miss Whitebillet hizo un regalo, y si ahora lo reclama al cabo de trece o catorce años, lo consideraré como una acción altamente reprensible. En cuanto a mi hermano, lamento decirlo. No lo considero una persona ni muy veraz ni muy honorable.

La audiencia se suspendió hasta el día siguiente.