Nota del autor

Este libro narra una historia ficticia pero que bien podría ser real. Real como lo son algunos de los personajes que aparecen en la novela. Real como lo son todos los escenarios en los que se desarrolla la acción. Real como lo son los casos y cifras que aporta Carapocha sobre los asesinos en serie. Real como que en estos momentos hay muchos más asesinos en serie en libertad de los que estamos dispuestos a reconocer y a admitir.

Real como que, normalmente, lo que parece es simplemente eso: lo que parece que es.

Hoy, día 17 de febrero de 2012, quiero expresar mi agradecimiento a las siguientes personas:

A Urtzi, por su inestimable colaboración en materia de investigación policial. Gracias por ayudarme a ver a Ramiro Sancho como una persona y no como un personaje.

A Luis Requena, por sus correctos latigazos y sus consejos en Moon Base One. Gracias por hacerme ver la frontera entre una historia interesante y un interesante engendro; está por ver de qué lado cayó el libro.

A Diego Zarzosa, por abrirme la puerta.

A Matías Fraile, por no cerrármela.

A Hugo, mi hijo, por tratar de entenderme.

A Luisa, mi suegra, por entenderme.

A Miguel Hernández, por sus poemas, y a todos los que se dedican a escribir.

A Enrique Bunbury, por sus canciones, y a todos los que se dedican a la música.

A Luis y a Paco, por conseguir que el Zero Café siga siendo el último reducto.

Y principalmente a ti, lector o lectora, por haber invertido unos euros en comprar este libro y tener los arrestos suficientes para llegar incluso a leer esta nota.

Con todos vosotros he contraído una deuda que trataré de pagar a plazos.

Estoy hipotecado.

¡Hay que joderse!

Finalmente, me permito un consejo y una petición. Este es un libro con banda sonora: si has disfrutado leyéndolo, disfrutarás escuchándolo. Por favor, no dejes que duerma en tu estantería; si te ha gustado, préstaselo a alguien a quien quieras; si no te ha gustado, préstaselo a alguien a quien quieras menos.

Hasta pronto.

César Pérez Gellida

P. D. Aprovecho estas últimas líneas para pedir sinceras disculpas a Enrique Bunbury por extraer de sus canciones los títulos con los que están nombrados estos capítulos y a mis admirados Love of Lesbian, por permitirme la licencia de poner en boca de Augusto algunas frases que no son de su cosecha. Ni de la mía.

¡La vida oscura es así!