Afrodita
Cuando la sirena busca a Romeo,
de lujuria y negro tiñe sus ojos.
Su canto no es canto, solo jadeo.
Fidelidad convertida en despojos
a la deriva en el mar de la ira,
varada y sin vida entre los matojos.
No hay semilla que crezca en la mentira,
ni mentira que viva en el momento
en el que la soga juzga y se estira.
Tejeré con la esencia del talento
la culpabilidad de los presuntos.
¡Y que mi sustento sea su aliento!
Caminaré entre futuros difuntos,
invisible y entregado al delirio
de cultivar de entierros mis asuntos.
Afrodita, nacida de la espuma,
cisne negro condenado en la bruma. (p. 31)
Clitemnestra
Camino del corazón al pasado,
camino arrastrando el tiempo y el peso,
camino al ritmo de un reo ahorcado.
Me empeño en recordar un solo beso,
un solo instante, un solo momento,
y si lo recuerdo, yo lo hago preso.
Fuerzo la marcha, contengo el aliento,
para poder encontrar las razones
que den sentido a este sentimiento.
De vacío sin dolor ni cuestiones,
de ternura insípida con aliño,
de conflicto sincero hecho jirones.
Tropiezo en mi vida, cuando era niño,
me mató tu aguja, tu odio con sana.
Enterraste mi alma; yo, mi cariño.
Como Orestes, vendré con mi guadaña
a llevarme el tesoro, alimaña. (p. 279)
Tres hermanas marcarán tu camino.
Dueñas del aliento de los mortales,
hilanderas voraces del destino.
Cloto, tenaz tejedora de males.
De mueca hueca con su rueca greca.
Fatales serán sus hebras neutrales.
Láquesis, medidora aciaga y clueca.
Longevidad, la dicha o la desdicha.
En sus manos, la vida plena o hueca.
Átropos, implacable y cruel bicha.
De oro forja sus tijeras de muerte.
Finaliza el juego si mueve ficha.
Sobre un lecho he definido tu suerte
e inmune al fatum que ya estaba escrito,
inmortal tu dulce recuerdo inerte.
Que estos versos no sacien mi apetito.
Que este poema no encubra el delito. (pp. 378-9)
Fortuna
El primero fue Cupido.
El segundo, por encargo.
El tercero fue querido.
La grande nunca descuido,
pienso con arte el descarte.
Si tú pasas, yo te envido.
Juega, que no me he rendido.
Tuya la chica, con pares
y juego ya te he vencido.
Sumando ya me he salido.
Se terminó la partida,
ganar yo nunca he sabido.
De rojo y bala el tapete he tenido.
Con este órdago, ya me despido. (pp. 462-3)