Nick y Kate, Kate y Nick

Se hallaban sentados a la mesa, desayunando, con los periódicos de la mañana, tostadas, mermelada y café solo. Ninguno de los dos había podido pegar ojo. Se habían pasado la noche hablando. Nick había quedado en ir al Instituto Militar en helicóptero para investigar la desaparición de Dillon Walker, pero no estaba preparado para marcharse y Kate no lo estaba para dejarlo marchar. La mañana era soleada y fresca y resultaba difícil encajar el panorama que se veía por la ventana con lo sucedido la noche anterior. Nick estaba echando un vistazo a la primera plana y Kate le observaba pensando en lo ocurrido la víspera, en un intento de darle algún sentido, de interpretarlo según los parámetros que hasta entonces le habían servido para entender el mundo. De momento no estaba yendo muy lejos. Nick se puso rígido, la miró a ella de reojo y volvió a centrarse en el periódico.

—¿Qué pasa?

Nick no levantó la vista, dobló el periódico, lo dejó a un lado y cogió su café.

—Ah, no, eso sí que no —dijo Kate—. Dime lo que has visto.

Nick se retrepó en la silla, tomó un sorbo de café y respondió:

—Página uno, parte de abajo, titular grande.

Kate desdobló el periódico y lo encontró.

HALLAN UN CADÁVER EN EL BOSQUE

Agentes de la policía estatal que estaban efectuando un registro en los alrededores del histórico almacén de Belfair, donde el viernes pasado se produjo un incendio, descubrieron el cadáver parcialmente descompuesto de un hombre al pie de un árbol, no muy lejos del lugar del siniestro. Se trata de un hombre de raza blanca, cuarenta y tantos años, y el cuerpo tenía señales de haber sido parcialmente devorado por coyotes u otros carroñeros. Se calcula que la muerte debió de producirse entre las cuatro y las seis de la tarde del viernes. En un principio se pensó que podía haber muerto de hipotermia, pero un examen preliminar en el lugar de los hechos reveló varias heridas de bala: en la parte inferior de la espalda, que le rasgó una arteria; una segunda que le cercenó la oreja izquierda; y una tercera en pleno cuello, que le produjo graves daños cerebrales y una hemorragia letal. El departamento de reconocimiento de huellas dactilares del FBI ha podido identificar a la víctima. Se trata de Merle Louis Zane, un ex presidiario que cumplió condena por intento de homicidio en la penitenciaría de Angola (Luisiana). El capitán Martin Coors, de la policía estatal, ha informado de que la investigación está tratando de determinar si existe alguna conexión entre la víctima y el robo a mano armada que tuvo lugar unas horas antes en la sucursal del First Third Bank, en Gracie. Durante la persecución subsiguiente, cuatro agentes de policía resultaron muertos a tiros.

La investigación continúa.

Kate dejó el periódico a un lado.

—Merle Zane. ¿Es el mismo que fue ayer a ver a Rainey al hospital? ¿El hombre que Lemon vio en el ascensor?

—Lemon vio al hombre del ascensor ayer sábado por la tarde. Este lleva muerto desde el viernes.

—¿Se habrán equivocado los forenses?

—Lo dudo. Y menos aún en veinticuatro horas.

—Entonces no es el mismo Merle.

—¿Cómo iba a serlo?

Kate volvió a leer la reseña.

—No, claro. Tienes razón. ¿Cómo va a ser el mismo? Simple coincidencia. El nombre, quiero decir. Un nombre poco común.

—Sí. Mera coincidencia. Oye, hablando de Rainey, ¿qué planes tienes?

—¿Yo?

—Tú, claro. Eres su tutora legal. Rainey solo te tiene a ti. Va a necesitar un fisio y seguramente algún tipo de psicoterapia, pero tarde o temprano saldrá del hospital. ¿Adónde va a ir?

Kate estudió detenidamente la cara de Nick.

—¿Debo suponer que me llevas ventaja en esto?

—Eso parece.

—Sería un cambio muy grande para nosotros, hacernos cargo de un chaval.

—Desde luego.

—¿No te parece una idea de locos?

—Más bien me preocupa.

—¿Por la responsabilidad que conlleva?

—No. En eso podemos apañarnos.

—¿Entonces?

—Lo digo por el chaval. No estoy muy seguro de saber si me gustaría tenerlo aquí… Con nosotros. Viviendo en casa.

Kate se apartó un poco, ahora con una expresión más dura.

—No sé si te entiendo. Nadie se ha esforzado más por encontrar a ese niño, nadie se ha interesado más por verle salir del estado de coma. No lo entiendo.

—Ni yo, Kate.

—¿Es que sabes algo de Rainey que yo ignoro? ¿Es eso?

Nick no respondió.

—Nick…

—Está bien. Reed me ha enviado una cosa esta mañana, un correo electrónico con un archivo adjunto.

—¿De qué se trata?

—Lo encontró en el ordenador de tu padre.

—¿Qué es, Nick? ¿Dónde lo tienes?

Nick se levantó, recorrió el pasillo hasta su estudio y volvió con una hoja fotocopiada, sin firmar.

Preguntas sobre fecha de nacimiento Rainey Teague: memo para Kate. No hay entradas sobre ningún Gwinnett en censo condado de Cullen en el período de la FDN de Rainey. Tampoco en las parroquias de la zona ni en Belfair, no existe ningún certificado de nacimiento ni fe de bautismo de Rainey en archivos del estado o del condado. Tampoco en los estados, condados o parroquias adyacentes. No hay la menor señal de que R naciera o fuera bautizado en Estados Unidos, Canadá o México en fecha cercana a la de su presunta edad. Padres de acogida Zorah y Martin Palgrave: entrada en el registro de nacimientos condado de Cullen Martin Palgrave nació en Sallytown 7 noviembre 1873, se casa con Zorah Palgrave en la iglesia metodista de Sallytown 15 abril 1893. Los Palgrave recibieron carta de crédito firmada G. Ruelle 12 abril 1913 «por el cuidado y confinamiento de Clara Mercer y parto de un varón sano el 2 de marzo de 1913».

Martin y Zorah Palgrave regentaban la imprenta que hizo el ferrotipo del Aniversario Familias Niceville 1910.

Indicios de que Leah Searle descubrió cosas relativas a la adopción de R y se las comunicó a Miles Teague en la oficina de este en Cap City 9 mayo 2002 previamente a la elección de una supuesta casa de acogida, de la que no existe el menor dato en listas de contribuyentes y en ningún censo salvo el del condado de Cullen de 1914.

Conclusión: hay que investigar más para verificar lugar de nacimiento, verdadera identidad y orígenes de la persona que conocemos como Rainey Teague.

Ver si suicidio de Miles Teague fue consecuencia de que el hallazgo de Rainey Teague en cripta de Ethan Ruelle estuviera relacionado con los oscuros orígenes de R. De lo contrario es inexplicable.

Tengo que informar de todo esto a Kate, pues ella, como tutora de R, será la primera opción para proporcionarle un hogar a R hasta su mayoría de edad. Son asuntos a resolver con carácter urgente.

Kate lo leyó todo dos veces, y una tercera.

—¿Qué significa todo esto, Nick?

—Lo que pone. Clara Mercer parió un varón sano en casa de los Palgrave el 2 de marzo de 1913.

—Pero yo investigué a los Palgrave. Los historiales estaban allí, en los archivos de Leah Searle.

—Pero no diste con la pareja, ¿verdad? No había el menor rastro de los Palgrave.

—Ya, pero la abogada debió de localizarlos. Todo consta en sus archivos, incluido el certificado de nacimiento de Rainey.

—¿Cuándo nació Rainey?

—El 2 de marzo del año 2000.

—¿Dónde?

—En Sallytown. Nick, esto… aquí hay algo muy raro. No sé adónde quiere ir a parar mi padre con…

—Yo diría que él tampoco. Pero iba a venir a hablar contigo. Reed ha encontrado una copia de esto en la impresora de tu padre. La copia digital estaba en el ordenador. El documento fue modificado apenas unos minutos antes de que lo imprimiera, y lo imprimió ayer a las 14.37.

—¿Justo después de hablar conmigo?

—Es lo que dice el documento.

Kate miró a Nick.

—Rainey no… no puede tener…

—¿Noventa y nueve años?

—Tú no creerás una cosa así, ¿verdad?

Nick guardó silencio.

—Supongo que no.

—Bueno, y entonces ¿qué crees?

—¿Qué creo, Kate? Pues que, ahora mismo, no quiero que ese chico viva en mi casa.

—No puedes hablar en serio, Nick. El pobre no tiene adónde ir. Y yo no puedo negarme. Rainey no me tiene más que a mí, soy su tutora legal. Nosotros (tú y yo, Nick) somos su única familia. Sabes muy bien que tenemos que acogerlo. Siempre hablas del deber, el servicio y el honor. Pues se trata de eso, Nick. Yo sé que lo entiendes.

—Sí. Lo entiendo.

Kate se quedó un rato callada.

—Además, que nosotros sepamos, todo este lío de la documentación podría no ser más que una metedura de pata burocrática. Los dos sabemos que eso sucede muchas veces, tanto en el ámbito jurídico como en el militar.

Nick hubo de reconocer que ella estaba en lo cierto, y se le notó en la cara. Kate se tranquilizó un poco.

—Cariño, ya sé que es difícil asimilarlo.

—Sí. De todos modos, creo que llevas razón. Se lo debemos a ese chico. No tiene a nadie más en el mundo.

—Entonces… ¿estás de acuerdo?

—Sí.

—Cualquiera diría que es una sentencia de muerte.

—¿Por qué?

—Por el tono en que lo has dicho. ¿Es que piensas que lo es?

—No, eso no.

—¿Qué, entonces?

Kate tuvo que esperar un minuto para oír la respuesta.

—Me da miedo que ese paso implique dejar entrar el… exterior. Pero estoy contigo. No le abandonaré.

Kate sonrió y le dio un beso en la mejilla.

—¿Pase lo que pase?

—Pase lo que pase.