Beau y Nick se encontraban a solo una manzana al norte de donde Byron Deitz y Zachary Dak estaban terminando de hablar. Nick continuaba pensando en Bock.
—¿Te has quedado con el tipo que estaba sentado junto a la barandilla, uno que iba todo de negro?
Beau se detuvo para pensar.
—Le he visto, sí —dijo—. Conducía una mierda de Camry color verde lima. ¿Por qué?
—Le conozco. Se llama Tony Bock. Es el tipo del asunto aquel de la custodia. Kate lo dejó bien servido el viernes pasado.
—Tiene una pinta rara.
—Y que lo digas. ¿Te has fijado en lo que llevaba metido detrás, entre las nalgas? Una de esas porras metálicas plegables, marca ASP, si no recuerdo mal… Debía de estar bastante incómodo.
Beau asintió con la cabeza.
—A lo mejor se le había puesto la polla para atrás.
—Claro —dijo Nick, sacando el móvil—. A mí me pasa mucho.
El teléfono sonó no bien lo hubo conectado. Nick subió al coche por el lado del acompañante (Beau se había tomado dos analgésicos y el trasero no le dolía tanto como para impedirle manejar el volante).
Nick pulsó el botón de responder.
—¿Lacy?
—Hola, Nick. Hace rato que trato de localizarte.
Se le notaba la voz tensa, pero no era el tono de cuando llamaba por algún problema.
—Ya lo veo. Has llamado cuatro veces en la última hora. ¿Va todo bien?
—Sí. No. Bueno, quizá.
—Con eso está todo dicho.
—Nick, Rainey Teague se ha despertado.
Las palabras corretearon por dentro de su cráneo como los tigres persiguiendo al niño negro en aquel libro que ya no dejaban leer a nadie. Sin venir a cuento, lo recordó de cuando era un crío: Little Black Sambo. Su madre lo había puesto como ejemplo de lo que ella llamaba «racismo endémico». Sin ser del todo consciente de ello, Nick supo que estaba pensando en aquel estúpido cuento porque lo que Lacy acababa de decirle había trastocado por completo su mundo.
—¿Hasta qué punto despierto? —preguntó, cuando hubo recuperado el habla.
—Dicen que responde. Ha hablado. Lleva inmóvil un año entero, o sea que no puede incorporarse ni controla casi nada. Pero, bueno, ya no está en coma ni catacómico o lo que fuera eso.
Nick se volvió hacia Beau.
—A Lady Grace. Cagando leches.
—¿Qué pasa?
Nick se lo dijo.
Beau asimiló la información, efectuó un giro de ciento ochenta grados en medio de un coro de bocinazos y aceleró con la sirena puesta. Los coches, en ambos sentidos, se apartaban para dejarlos pasar. Nick, pendiente de lo que le estaba contando Lacy, apenas si registró la presencia del voluminoso Hummer amarillo de Byron Deitz y a este conduciendo despacio rumbo al norte, y mirándolos, mientras ellos volaban hacia el sur por Long Reach Boulevard.
Lacy acababa de decirle que Lemon había visto a un hombre en el ascensor.
—¿Te refieres a una aparición, un fantasma?
—No, no —dijo Lacy, no muy segura de lo que Lemon había intentado decirle en realidad—. Simplemente un tío con unas vibraciones raras. Lemon dice que llevaba la palabra «perturbado» escrita en la cara. Un loco, un bicho raro, qué sé yo. El caso es que le metió el miedo en el cuerpo, y no es fácil que a Lemon le ocurra eso.
—¿Alguna descripción?
—Sí. Te lo contará cuando lleguéis. Te está esperando en el vestíbulo.
—¿Tienes su móvil?
Lacy se lo dictó.
—¿Y qué diablos hacía Lemon ahí?
—Quiso ir a ver al chico después de hablar contigo. Dice que iba a ahumar la habitación.
—¿Qué? ¿Te refieres a fumigar o algo así?
—No, tontorrón. Es una costumbre india, común a todas las tribus. Quema un poco hierba de bisonte en un cuenco y entona el nombre del chaval.
—El método de ese otro tipo parece que es más efectivo. ¿Y qué nombre dices que repetía Rainey?
—Preguntaba por un tal Abel Teague.
—¿Abel Teague? ¿Estás segura?
—Sí. Y también hablaba de una mujer, Glynis Ru… Glynis Ruelle. No sé qué significa todo esto —dijo Lacy—, pero más vale que lo averigües.
—Descuida. Gracias, Lacy.
—Mantenme al corriente, ¿de acuerdo?
—Tan pronto sepa algo, te llamo. Adiós.
Nick desconectó y pulsó la tecla de automarcado. El teléfono sonó seis veces y luego salió el buzón de voz.
—Hola, Kate. Cuando escuches esto, llámame al móvil. ¿Estás sentada? Buenas noticias. Rainey Teague acaba de despertarse. Lo que oyes. Dicen que responde, a saber qué quiere decir eso, pero está muy lejos todavía de ponerse bien. Aun así es una gran noticia. Nada, quería que fueses la primera en saberlo. Te quiero, nena. Llámame.
—¿No está en casa? —preguntó Beau.
—Habrá salido al patio —dijo Nick, haciendo otra llamada con la función de marcado rápido. Tig Sutter contestó al segundo tono.
—Nick, hola. ¿Te has enterado?
—Sí. Vamos camino de Lady Grace. Dime, ¿seguimos teniendo jurisdicción?
—Desde luego. El caso continúa abierto. Ya he llamado a los médicos del hospital. Dicen que el chaval desvaría pero que está totalmente consciente. Le van a hacer un montón de pruebas, pero yo les he dicho que no lo duerman hasta que llegues tú.
—Increíble, Tig —dijo Nick, más animado que nunca desde que había empezado todo aquel asunto—. ¿Sabes que ni siquiera he hablado nunca con el chico?
—Ya, bueno, no olvides que él no sabe que sus padres murieron. Ese va a ser un tema peliagudo.
—No se enterará por mí. Al menos hoy…
—Pero va a preguntar.
—Claro. Oye, no localizo a Kate. Ella es su tutora legal. Debería ir al hospital para ver qué es lo que necesita y firmar lo que haya que firmar.
—Nick, te parecerá cosa de locos pero los médicos dicen que el chaval se ha tranquilizado al oír la voz de Lemon Featherlight. Digo yo que si no encuentras a Kate, quizá podrías echar mano de Lemon.
—No sé, Tig. Hay que pensarlo bien. Ese tipo es camello, informador de la policía…
—Lemon conectó con el chico el año pasado. Hasta Tony Branko, de la Brigada Antivicio, opina que Featherlight lo hacía de corazón. Yo creo que vale la pena intentarlo.
Nick lo meditó.
—De acuerdo, Tig. Hablaré con él. ¿Hay noticias del laboratorio?
—¿Te refieres al bicho ese, la gata? Por cierto, ¿qué le hiciste a la pobre? Yaztremski dice que está como loca.
—¿Alguna pista en el pelaje?
—De momento poca cosa. Sangre, que desde luego era humana, pero Yaz opina que probablemente es de un cuerpo que llevaba mucho tiempo muerto. No es del mismo tipo que la de Delia Cotton, ni que la de Gray Haggard. Tenemos a un equipo forense en la casa…
—¿Ah, sí? ¿Y qué les parece la mansión? ¿Les gusta?
—¿Qué? ¿Cómo que si les gusta…?
—¿Han hablado con el tipo de Armed Response, Dale Jonquil? Él dice que vio cosas muy raras en los espejos que hay en la casa. Y Mavis Crossfire también.
«Y yo.
»Calaveras.
»Ataúdes.
»Esclavos».
—El CSI no ha dicho nada útil, Nick, pero esto no es ninguna novedad. ¿Has seguido lo del secuestro en la iglesia de Saint Innocent?
—De lejos. Creo que Mavis lo ha hecho muy bien.
—Sí. He hablado con ella hace unos minutos. Le van a dar una medalla o algo. Y a Coker también, por ver esa cápsula atascada. Entre los dos le han salvado la vida al tipo. Dennison está en Psiquiatría de momento, pero creo que la condena será corta.
—¿Has avanzado algo con el chivatazo?
—Le pedí a Byron Deitz que pusiera a uno de sus técnicos a investigar, pero por ahora no me han dicho nada. Confío en que algo saldrá. Deitz dice que cuenta con un experto en la materia.
—A Deitz lo he visto hace un par de minutos, iba por Long Reach Boulevard en esa especie de camión que lleva. Me ha mirado como si quisiera hablar, pero yo llevaba las luces encendidas. ¿Holliman y él siguen metiendo baza en la investigación de Boonie?
—Le dije a Deitz que atara corto a su socio. Espero que me haga caso. Tú querías saber qué era eso metálico que encontraste en el comedor de Temple Hill, ¿no?
—Me pareció que era metralla.
—Los de Metalurgia dicen que, a primera vista, son fragmentos de metralla de… aguanta… un calibre 88 alemán.
—¿Y cómo han llegado a esa conclusión?
—Uno de los técnicos es un pirado de estas cosas. Tiene latas y cajas repletas de trocitos de cartucho, restos de bombas lapa, qué sé yo. Parece que está reuniendo una especie de biblioteca de referencia. El tipo echa un vistazo, pone unas virutas al microscopio y un momento después dice calibre 88 alemán. Ahora atiende: Haggard estuvo en la playa de Omaha, le llenaron el pecho de metralla en lo alto del acantilado. Metralla de un calibre 88 alemán, según consta en el parte después del desembarco.
Nick recapacitó.
—Muy bien, entonces, si ese fragmento de metralla salió del pecho de Haggard, me parece que ya no estamos ante un caso de desaparición sino de homicidio.
—Lo mismo pienso yo. Hemos declarado Temple Hill escena de crimen y tenemos a toda la gente disponible buscando señales de cualquiera de ellos. ¿Vas a regresar a casa de Delia cuando salgas de ver a Rainey?
«Antes me clavaría pinchos al rojo en la lengua».
—No, no creo. Allí solo estorbaríamos. Pero tú ve informándome, por favor.
—Descuida. He hablado con Mavis hace un rato. Me llamaba ella para hacer exactamente la misma pregunta que tú me has hecho antes. «¿Qué le ha parecido la casa a Nick?». ¿Se puede saber qué diablos pasa?
Nick no respondió enseguida. Estaban casi en el hospital. De repente cayó en la cuenta de que no había recibido respuesta de Kate y, sin saber por qué, eso le preocupó mucho más de lo debido.
—Mira, Tig, no lo sé. Beau y yo vimos cosas bastante raras, es difícil de explicar. Tengo que dejarte. Hemos llegado a Lady Grace.
—Bien. Tenme al corriente.
—Lo haré.
Beau detuvo el coche frente a la entrada principal. Bajo la arcada vieron a Lemon Featherlight, que los esperaba fumando un cigarrillo; parecía nervioso y asustado. Rápidamente se acercó al coche por el lado del acompañante.
—¡Nick, no me dejan ver otra vez a Rainey! Habla con ellos. Yo creo que les puedo ayudar, en serio.
—Yo también lo creo. Vamos.