Q
uath se apresuró a subir hasta la cima un acantilado difícil. No debía exponerse tanto, pero necesitaba buscar con rapidez. Tenía que encontrar a su Nada. Había supuesto que lo seguía de cerca, pero después se había encontrado con un gran grupo y había tenido que alejarse para que no la detectaran.
La Tukar’ramin estaba de acuerdo en que debía evitar alarmar a los Nadas hasta que estuviera segura de que el animal que había visto era el correcto, el que conocía la nave de los Nadas desde hacía tiempo. Para estar segura de que su Nada no cayera en las emboscadas de sus hermanas, la Tukar’ramin había interrumpido los ataques. Ahora toda la atención se centraba en la búsqueda de Quath.
Pero ¿dónde estaba el Nada? La señal no había aparecido cuando debía. Tal vez se había estropeado.
Esa complicación irritaba a Quath. Envió su aura electromagnética hacia delante y logró captar fragancias de Nadas en el aire de las montañas. Se estaban reuniendo allí, sí. ¡Qué oportunidad! Las podia podían aniquilar a miles de esas bestias cuando Quath asegurara su presa.
Desde el lugar donde se encontraba, ladera arriba por la cara abrupta de una roca inclinada, recibía la protección de los picos caídos y agudos de toda la cadena. Luchó contra el pánico terrible de sus submentes, que habían empezado a percibir la altura. Solamente la seguridad con que se había aferrado la había salvado de caer en las garras del pánico.
Resultaba extraño, pero allí, en el ecuador, el efecto del Sifón había formado montañas todavía más altas con la corteza del planeta. Había comprimido las capas de basalto, partiendo la roca en grandes grietas, y había arrojado en ellas la roca del vientre inferior de la cadena montañosa. A lo lejos, vio un cono que escupía gotas ennegrecidas en el aire cargado de polvo ardiente. La calamidad había abierto quebradas anchas a través de los bosques y las llanuras. Las minas de los mecs se habían derrumbado. Sus vías de ferrocarril estaban enterradas y partidas en pedazos.
Todo eso estaba bien, pero las ruinas del paisaje ofrecían infinitos escondrijos a las bestias. Quath trepó con sus seis podios sobre un nudo alto en la montaña. La mayor concentración de Nadas estaba un pico más allá y ella esperaba que tuvieran los sentidos tan imperfectos y primitivos como le había parecido en la batalla, porque si no era así, la detectarían.
*¡Quath!*, llegó la voz de la Tukar’ramin, *tengo malas noticias*.
‹¡Mi Nada!› Quath rompió el silencio del comunicador llena de alarma. ‹¿Alguien lo ha matado?›.
*No, esto es mucho peor. Hay un conflicto entre las Iluminadas*.
‹¿Qué…? ¿Cómo es…?› En el cuerpo de Quath reinaba el caos. ‹Pero ellas tienen la sabiduría suprema de nuestra especie…›.
*Sí*.
‹¿Cómo pueden estar en desacuerdo?›.
*No lo comprendo, joven podia, y eso que tengo mayores habilidades que tú. Es la primera vez que se produce un conflicto entre las Iluminadas. Golpear levemente una fracción mínima del flujo es sentir conjeturas vastas, resbaladizas que funcionan como mareas en el alma. No me pidas que te lo describa, porque no puedo. Entre ellas el conflicto es furioso, como el estallido de los soles en el cielo de mi mente. Todavía…, todavía trato de recuperar el equilibrio*.
‹Entiendo›, dijo Quath, aunque le resultaba incomprensible. Las señales de la Tukar’ramin llevaban una corriente succionadora de dudas y miedos grises.
*Algunas Iluminadas ya no quieren entrar en el Centro Galáctico y discuten con ferocidad por su posición*.
‹Pero… ¿por qué?› Quath tembló al pensar en su audacia. Estaba interrogando a un ser tan poderoso como la Tukar’ramin acerca de las majestades todavía superiores de las Iluminadas. Era una osadía.
*Se dan cuenta de que hay un propósito aún mayor detrás de todo esto. Un artificio mec, tal vez, para arrastrarnos al Centro*.
‹Pero es nuestra meta histórica, según dijiste una vez›. Quath tuvo buen cuidado de poner su objeción dentro de los límites de las palabras de la propia Tukar’ramin.
*Eso me habían dicho, y hasta ahora, nunca lo había dudado. Tú eres una Filósofa, Quath, no puedes conocer el refugio maravilloso que conocemos nosotras, las inteligencias que no dudamos nunca…*
Quath entrevió lo que sentía la Tukar’ramin. Ver cómo se destrozan las cosas en las que una ha puesto toda su confianza, el espectáculo de las Iluminadas discutiendo, debía de representar una experiencia terrorífica para alguien que nunca había dudado. Quath sintió simpatía por la Tukar’ramin, y bruscamente se dio cuenta de lo mucho que había cambiado aquella Quath de los días simples en la Colmena. Sentir cualquier cosa que no fuera respeto infinito o miedo ante la Tukar’ramin le habría parecido incomprensible hacía apenas unos días.
*Otras Iluminadas creen que nuestro destino histórico es usar a esos Nadas intrascendentes, que poseen una clave para entrar en la región interior de la Galaxia, aunque la tengan por casualidad*. Las frecuencias perturbadas de la Tukar’ramin corrían por el aire, sombrías enredadas, corrompidas por pálidas pecas de dudas.
‹¿Qué designio ven en esto las Iluminadas?›.
*No se ponen de acuerdo. Han estudiado estos hechos, y algunas sienten que los Nadas llegaron aquí como parte de una voluntad superior*.
‹¿Qué tipo de voluntad?›.
*Es un concepto que no llegamos a entender por completo. Algunos mecs hacen cosas por razones inexplicables. Lo llaman «arte». Esas obras no tienen ninguna utilidad, según parece*.
‹Entonces no debemos preocuparnos por ellas›, dijo Quath, con sentido práctico.
*No necesariamente. Algunas Iluminadas opinan que los mecs enviaron a los Nadas en la nave antigua para estabilizar los conflictos entre las ciudades mecs*.
‹En ese caso, son nuestros enemigos›.
*Tal vez. Los mecs utilizan un sistema jerárquico de mando, como nosotras. Las entidades que controlaban este mundo antes de nuestra llegada eran de bajo rango en la escala mec. Lo que hacían aquí era solamente una operación secundaria, algo que funcionaba de forma secundaria en los intereses de los mecs*.
Quath suprimió su sensación de sorpresa absoluta ante esa novedad. Había creído que los esfuerzos de las podia tenía un gran impacto y que llenaban de terror a los mecs de todo el universo.
*En esos casos, se delega el control en el nivel local y se puede hacer un uso muy libre de los estímulos de la competencia entre las subunidades*.
‹Explica eso, por favor›, dijo Quath, y envió subtonos de confusión.
*La eficiencia surge a partir de un conflicto regulado con mucho cuidado. Piensa en cuánto más diligente fue tu comportamiento, pequeña, cuando te estimulamos a través de la rivalidad con tu hermana Beq’qdahl*.
¡Qué pocas cosas escapaban a la atención de la Tukar’ramin! ¿O era que la gran entidad había diseñado uno a uno los detalles de la vida de Quath?
*Ese uso de la lucha entre unidades es universal, o casi universal. Los mecs tenían un diseño unificado para este mundo. Pero se permitió, hasta se alentó, a las ciudades y complejos mecs a competir por los recursos o por los cargos. Incluso las células de los seres vivos actúan así, luchando unas contra otras, buscando nutrientes y tareas más importantes. Un delicado equilibrio químico mantiene el proceso bajo control. Cuando sale bien, todo el organismo florece*.
‹Los mecs eran débiles en este planeta. ¿Estás diciendo que perdieron el control del proceso?› Quath recordaba las muchas señales de batallas entre ciudades en la superficie del planeta. Esas cicatrices no parecían «bien reguladas», desde luego.
*Exactamente. Los mecs, como las criaturas vivas, corren peligro en el proceso. Un aumento exagerado del ego, una agresión desatada de una parte contra el todo… Las mentes de nivel medio de los mecs de este mundo empezaron a luchar a muerte. Empleaban armas nuevas, muy poderosas, contra sus propias hermanas*.
Quath experimentó la sensación urgente y poderosa de la comprensión súbita.
‹¡Los Nadas!›.
Detectó un gruñido de satisfacción de la Tukar’ramin, acompañado por algo más, un trazo leve de… ¿respeto tal vez?
*En efecto, mi pequeña. Tu agilidad de pensamiento me es muy agradable. Los Nadas habían infestado los intersticios de la cultura mec como elementos irritantes, pero no más que eso, como insectos que se aplastan con un podio. Hasta que empezó el cáncer. Entonces, resultaron poderosamente útiles a uno de los bandos en litigio. Catástrofe. La alianza entre ese bando y los Nadas debilitó el poder de los mecs en este sistema*.
‹Una debilidad que nosotros hemos aprovechado›.
*Justamente. Por eso las Iluminadas se arriesgaron a enviar nuestra expedición y la preciosa Gran Cuerda a este lugar tan cercano a las fronteras del poder mec*.
Quath sintió que empezaba a percibir parte de la grandeza del asunto. Era vasto, impresionante. La intimidaba.
‹¿Y las mentes grandes de los mecs, las que viven cerca del Núcleo, no han advertido este retroceso?›.
*Claro que sí. Pero el cáncer se extiende con tanta rapidez y nuestro poder descendió con tanta fuerza sobre este sistema, que pudimos fijar una posición antes de que ellos tomaran medidas para eliminar el fallo. Con la cuerda a nuestra disposición, vencimos a todas las expediciones que llegaron para «curar» esta colonia mec. Las Iluminadas estimaron que habría razones económicas para que los mecs no lanzaran un ataque decisivo. Esta avanzada fronteriza era demasiado intrascendente, y sin duda decidieron no organizar una operación como esa*.
‹Las Iluminadas son sabias›.
*En efecto, a pesar de todo lo que ocurre. Los mecs de otros lugares probablemente enviaron ayuda a sus hermanos en formas más sutiles, utilizando tácticas para introducir la cura por debajo de nuestro cordón de seguridad*.
Quath volvió a sentir que comprendía.
‹¡Los otros Nadas! Los que llegaron en la pequeña nave. ¿Los enviaron como cura? ¿Para interferir en el proceso cancerígeno?›.
*Eso es lo que creen algunas de las Iluminadas, las que ven a la nave como un arma mortal enviada por nuestros enemigos, que transporta agentes fatales para nuestra causa. Por eso recibí órdenes de eliminar a los Nadas. Por eso, al principio, os envié a ti y a tu hermana tras ellos, para destruirlos a todos*.
La Tukar’ramin se interrumpió. Luego siguió hablando en tonos más bajos.
*Pero ahora otras Iluminadas dicen que estos extraños Nadas que han llegado del espacio son especiales en otro sentido. Afirman que su destino está ligado al nuestro. Es tan confuso… La nave y sus elementos señalan en ambos sentidos. Hay claras marcas de diseño mec en el perfil de vuelo y los rasgos del tablero de la nave. Sin embargo, esas tablas antiguas que encontraste han llevado a muchas Iluminadas a creer que hay mucho más en juego en este asunto*.
Las submentes de Quath giraron en el vacío ante la complejidad del problema. Le recordaba las emociones extrañas y conflictivas que había sentido al cazar a los Nadas en la superficie del planeta.
‹¿Qué debemos hacer entonces?›.
Detectó un eco de su confusión en la Tukar’ramin misma, y encontró que ese eco resultaba más perturbador que todo lo demás.
*Esta crisis es distinta de todo lo que he tenido que sufrir en mi larga vida, pequeña Quath. Obedezco a la mayoría de las Iluminadas que son capaces de juzgar y escuchar estos problemas. Como la misión misma era de riesgo, esa mayoría está formada por las muchas que creen en la necesidad de arriesgarse, de hacer, de aceptar las oportunidades que nos indican vagamente las tablas de la nave*.
‹Pero ¿por qué…?›.
La Tukar’ramin agitó su gran forma, rechazando la pregunta antes de que Quath terminara de formularla.
*Lo único que sé es cómo. Las leyes de la materia y de la luz, de la mecánica y los flujos sedosos de la termodinámica*.
‹Sí, claro, y eso lo sabes muy bien›.
*No sé por qué. Ese no es el punto fuerte de nuestra especie, como debes de haberte dado cuenta ya por las que te rodean, pequeña Filósofa*.
‹¿Tienes miedo de los vientos hirientes de la indecisión?›
* Claro que sí. Tú también los temías, en un tiempo. Pero he visto cómo los genes de la antigua especie perdida resurgen en ti, buscando, creciendo. Sabrás mejor que yo cómo actuar en este remolino de caos*.
‹La derrota es la semilla del conflicto. Si las podia reflejan en ellas la división de las Iluminadas…›.
*Sí. Entonces, estamos perdidas. Solamente nuestra ferocidad, nuestra capacidad para actuar sin un instante de duda nos ha dado el poder sobre este mundo y otros como él*.
‹Eso, sin tener en cuenta la posibilidad de que caigamos en manos de los mecs›, apuntó Quath con absoluta certeza.
*Entonces, decidamos antes de que nos rodee la tormenta circular de la duda. Busca a tu Nada y terminemos con esto*.
Quath aulló una respuesta-canción, clara como un clarín, aguda y poderosa. El sonido era ceremonial y, sin embargo, extrañamente conmovedor, incluso ahora que ella conocía la falsedad de esos gestos comparados con las preguntas inmensas que rodeaban a las podia, que giraban alrededor de todos los seres vivos.
Buscó en la noche con habilidad. Rozó un leve olor de pensamiento mec. Estaba inundado de dolor y hundido en una agonía de confusión. Probablemente el último de su especie en esa zona, pensó Quath. Parecía estar cerca, tal vez vigilaba a los Nadas. Los esquemas típicos, enredados, zigzagueantes, estaban inmersos de algún modo en una coraza Nada y resultaba difícil detectarlo. Lo haría más tarde, pensó Quath.
Buscó de nuevo. Voces, hambres pálidas, músicas tímidas, y bruscamente su aura la condujo al campo de un Nada. Tenía una esencia parecida a la de su Nada, pero Quath no estaba segura de que fuera la misma. Este Nada era una cosita de piel suave, excitable, con puntos de dolor distribuidos en todo el cuerpo. Tenía las mismas manos gruesas e inteligentes, una columna nudosa, las piernas largas y sorprendentes con los pequeñísimos podios que las sostenían. Irradiaba sentimiento, tonos que hacían crujir el aire con su timbre, y Quath comprendió de pronto.
Este tenía el mismo sabor que su Nada porque tenía el mismo sexo. ¡Qué extraño y sorprendente, diferenciar los sexos! ¿Por qué? Este era más alto, más pesado, con 1,8 veces más de radio de masa muscular que el cuerpo del último Nada que ella había invadido en el bosque. ¿Era esa la intención: especialización de funciones a través de cuerpos alterados?
No, enseguida comprendió que las diferencias provenían de los orígenes naturales del Nada. ¿Qué presión selectiva habría forzado esas divergencias entre los sexos? ¿Qué ventaja podrían ofrecer? Quath captó al instante los conflictos que eso provocaba. Nunca había sospechado que los sabores fuertes de los Nadas significaran diferencias sexuales, en realidad, esos sabores contaminaban el aire entre ellos.
Así que había pensado que ese Nada era el suyo porque tenía el mismo olor fuerte y masculino.
Le mantuvo los músculos semirrígidos, pero el Nada deseaba irse, o eso le pareció a ella. Con un esfuerzo logró que los innecesariamente complicados aparatos de músculos y huesos entrelazados se contrajeran y extendieran para llevar una herramienta hacia la cara del Nada. Los olores se reunían en dos cavidades en el rostro, donde los brillos de reconocimiento provocaron cálidas palabras de bienvenida.
Ella dejó que los sistemas semiautomáticos del Nada colocaran la comida en la boca principal. Le permitió que masticara. En el aura eléctrica de Quath explotaron sonidos extraños y ella comprendió que eran las sensaciones gustativas que experimentaba esa criatura. El sabor de la comida masticada nadaba en el centro, construyendo notas sobre las submelodías, una pequeña sinfonía de canciones gratificantes.
Había otros tres Nadas muy cerca. Una oxidación primitiva y desnuda aullaba su calor amarillento en el centro del pequeño grupo. El Nada se balanceaba siguiendo las emisiones infrarrojas.
Había esquemas acústicos en la cabeza del Nada. Quath vio que ese era el único modo de comunicarse que tenían a corta distancia. ¿Habían mantenido eso como un tributo nostálgico a las formas primitivas? ¿O eran todavía tan elementales, lo cual resultaba realmente sorprendente?
Quath trató de estudiar las submentes del Nada, pero descubrió un pantano muy difícil de comprender. ¿Dónde estaban las semillas fundamentales de la inteligencia subsidiaria? La confusión interior era demasiado caótica como para desenredarla. Decidió ocuparse de asuntos más prácticos.
No podía dejar que el Nada pronunciara ni una sola palabra sin antes aprender a controlarlo mejor. ¿Y cómo se construía el discurso en ese antiguo modo acústico?
Nerviosa, liberó la boca. Curvó los labios. Hizo un rodete con la lengua gorda y suave que, ahora que Quath se concentraba, parecía hincharse y llenar toda la boca.
—Comida buena —dijo el Nada.
Quath se aseguró de que las palabras tuvieran un significado muy simple, porque así habría menos posibilidad de error. Las dos palabras florecieron naturalmente en la mente del Nada, después de emerger del pantano de conceptos. Quath las había inspeccionado con cuidado cuando el sistema nervioso del Nada transmitía las instrucciones a la boca para que emitiera los sonidos correctos.
Dos palabras, probablemente el mensaje más simple que pudiera imaginarse. Un buen comienzo. Cumplían las reglas rudimentarias de esa lengua, que se movía en una sola dimensión, sorprendente sí, sin métodos para agregar matices de sentido en dimensiones paralelas. Era casi como hablarle a un parásito en la Colmena. Pero el experimento pareció llenar los rostros de los otros Nadas de gestos de confusión y angustia. Ella decidió disimular el error, fuera el que fuese.
—Boca siente mal —informó la mente del Nada.
¿Había algo equivocado en la forma en que Quath lo estaba controlando? Los otros Nadas abrieron mucho los ojos y la boca, mostraron los dientes curiosos y arcaicos.
—Fuego es bueno —dijo el Nada dominado por Quath. Tal vez si complicaba la frase eso solucionaría el problema. Prestó mucha atención a que la lengua y los labios desempeñaran bien el trabajo.
Hubo un desplazamiento de músculos y tendones bajo la piel delgada de los demás. Esas simples señales hablaban de tensión, pero ella no sabía interpretarlas correctamente. Aparecieron pequeñas arrugas alrededor de los ojos. Los músculos de la boca se tensaron hacia los lados. Sí, una falta de simetría probablemente comunicaba preocupación. ¿O enojo? ¿Tal vez amenazas veladas? Era tan confuso…
Le hablaban, y la acústica llegaba en una mezcla tan cacofónica, que de pronto Quath no supo si los que la rodeaban hablaban el mismo lenguaje que el Nada en el que había entrado.
—No siento bien —dijo a través del Nada.
Lo elevó sobre sus dos pies precarios y lo llevó lejos. Los otros no lo siguieron de inmediato. Bien. Quath no quería que esos seres simples sospecharan lo que pasaba.
El crujido del complejo acústico que la seguía confirmó sus sospechas. Cada uno de esos seres hablaba una especie de lenguaje propio de idiosincrasia diferente a la de los demás. Las bocas estaban fabricadas de forma tan poco elegante y tan inexperta que cada movimiento involuntario o formación de músculos o cartílagos modificaba las palabras.
¡Qué poca eficiencia! Cada palabra tenía que ficharse y ubicarse por separado en un proceso rápido de la mente, asociada con alguna palabra que el cerebro recordaba en boca de algún individuo, y después había que integrarla con las otras palabras en la secuencia lineal primitiva…, todo para comprender el sentido.
Eso ocupaba un espacio enorme en las submentes. ¡Con razón nunca habían avanzado más allá del idioma unidimensional!
Empezaban al comienzo de una secuencia de palabras y tenían que pasar sin ayuda por cada uno de los sonidos individuales antes de comprender la suma de ellos. Sin embargo, eso era esencial dado el problema permanente que debían de tener para filtrar y traducir la variedad infinita de pronunciaciones que llegaban como una inundación a las pequeñas orejas anudadas. ¿Qué propósito podía tener semejante variación?
Fuera cual fuera la razón, los Nadas todavía estaban preocupados. Uno de ellos se levantó y llamó al que Quath había poseído. Quath decidió dejarlo y no tratar de arreglar la situación.
Pero cuando intentó abandonar la pequeña mente, sus conectores no se cortaron.
Se esforzó. No.
Más. Todavía no podía liberarse.
Una percepción incompleta trataba de colarse desde sus submentes hasta la conciencia. No había tiempo para eso. Tenía que liberarse antes de que los Nadas comprendieran lo que pasaba. Tal vez atacarían a ese otro Nada para dañarla a ella. Y si ella todavía estaba presente, el trauma tal vez rebotaría en su aura y la lastimaría.
Necesitaba algo para soltarse del aura pegajosa y molesta de ese Nada. Hizo que las manos se deslizaran por el cuerpo, buscando una herramienta útil. Ah, ahí estaba.
Tenía una muy buena idea y la llevó a cabo de inmediato.