2

Q

uath perseguía a los Nadas con una alegría confusa.

Disfrutaba con los ataques enloquecidos y súbitos a que los sometía, corriendo de una banda de Nadas aterrorizados a otra, cortando y destrozando y haciendo volar todo en pedazos. Era una consumación de su plan y una gran alegría.

Sin embargo, experimentaba un impulso vago y extraño en el cuerpo. Sentía dolor cuando morían los Nadas. Sufría una especie de temblor involuntario cuando los veía huir aterrorizados.

Eso la molestaba, le doblaba los brazos, perturbaba su puntería. Así que Beq’qdahl gritó:

‹¡Estás disparando mal! ¡Cuidado!›.

‹Sí, sí›, replicó Quath. Esperaba que ninguna de las otras podía se hubiera dado cuenta de su mal estado.

‹¡Persíguelos!›, llegó el grito conjunto de las podia armadas. Quath se unió a ellas en el ataque.

Persiguieron a los estúpidos Nadas sin cerebro por acantilados medio derrumbados, a través de las ruinas grises de los mecs y de las selvas verdes y destrozadas, y por los abismos aplastados de aquella zona llena de simas.

El plan de Quath había funcionado. El Nada que había capturado y después liberado en la zona donde se pensaba que vivían las manadas mayores, buscó a los suyos de inmediato. Un pequeño sensor que ella le había colocado le enviaba una señal varias veces al día, una señal localizadora. Quath los había rastreado de este modo y adivinó sus intenciones cuando atacaron parte de las estaciones magnéticas que controlaban los movimientos del Círculo Cósmico.

Ahora, la trampa que les había tendido se cerraba, atrapando a miles de aquellos insectos. Mientras avanzaba a toda velocidad por una vieja fábrica mec buscando Nadas escondidos, la voz de la Tukar’ramin entró de pronto en su aura, con toda su sonoridad.

*Eres realmente astuta y feroz*, dijo la voz. *He observado la forma en que funcionó tu admirable plan. Ten cuidado de no arriesgarte demasiado en estos ataque brutales*.

‹Estamos aumentadas en cuanto a las armas, vasta señora. No temas›, replicó Quath.

*También te traigo noticias alegres. La segunda muestra que sacaste de la nave de los Nadas ya está decodificada, al menos en todo lo que es posible hacerlo. Es realmente valiosa*.

Quath sintió que Beq’qdahl, que subía por una ladera cercana, se encendía de celos ambarinos. Fingió no darse cuenta.

‹¿Ah sí? Me siento dos veces feliz. Pero ¿quién la tradujo?›.

*Las Iluminadas*.

Las submentes de Quath balbucearon un fuego cruzado de sorpresa.

*Han logrado comprender el sentido resumido en esas muestras*.

‹¿Las Iluminadas están aquí?›.

*Esas dos muestras están directamente relacionadas con asuntos muy importantes*.

‹¿Tú hablas directamente con ellas?›.

*Sí, a través de las distancias entre los soles. Recibí instrucciones de las Iluminadas que están cerca de este sistema. Dos de ellas están aquí, vigilando nuestras construcciones orbitales. Están debatiendo*.

‹¿Las Iluminadas saben las respuestas a las preguntas que tanto me torturan?›, dejó escapar Quath.

*Quath…*

‹¿Qué hay de la muerte? ¿Hay un sentido en lo que hacemos, un sentido más allá del final individual? ¿Qué hay de…?›.

*La respuesta que todas creemos, la Suma, es una formulación de las Iluminadas. Es una sabiduría muy antigua. No, no están debatiendo eso ahora. Se preocupan por el modo de alcanzar nuestro gran propósito. ¿Recuerdas lo que te revelé acerca de tu naturaleza?*

Asombrada, Quath se detuvo para reflexionar. Al mismo tiempo, pasó por un grupo de árboles retorcidos, sin corteza (¿comerán corteza los Nadas?, se preguntó). Buscaba blancos. Pero Beq’qdahl ya había acabado con los dos Nadas que Quath había estado siguiendo y ahora anunciaba a todo vapor su pequeña victoria, tal vez porque su ego lo necesitaba. Quath se volvió y bajó a la carrera una ladera empinada.

‹Claro que recuerdo lo que me ofreció la Tukar’ramin. Soy una Filósofa, me dijiste›.

*¿Te molesta el tema?*

‹Sí, me pregunto por qué yo…›.

*La forma azarosa en que se distribuyen los genes. Incorporamos facetas de aquella vieja especie y ahora reaparecen en la superficie constantemente,*

‹¡Preferiría ser una luchadora pura, llena de rabia!›.

*No se puede ser nada en estado puro, Quath. Es el Legado de la especie perdida, ver todos los aspectos de la vida como una mezcla. Siempre*.

‹¡Pero eso no me gusta!›.

*No tiene importancia. Tu dolor, tu indecisión, tu deseo de encontrar grandes respuestas, ese es tu destino, tu prueba, tu trabajo*.

‹¡Preferiría estar segura!›.

*La seguridad es el destino de los que nunca formulan preguntas. Así son la mayoría de las podia. Hemos dominado el mundo material, sabemos cómo funciona. Pero no nos hacemos las preguntas que tú te formulas, Quath*.

‹¡Cómo me gustaría ser como tú!›, gritó Quath con una rabia extraña y solitaria.

*Como Filósofa deberías saber que los rasgos que fueron implantados genéticamente hace ya tanto, se manifestarán en ti de forma impredecible y perturbadora. Además, aumentarán con la edad. Puedes llegar a ser una muestra de los rasgos innatos de los antiguos seres o una combinación de la naturaleza de las podia y la suya*.

‹No veo cómo puedo contestar mis preguntas, ese es el problema›.

*Hay otras preguntas, tal vez más importantes, Quath. Te traigo novedades. Las muestras que me trajiste contienen suficiente información para que las Iluminadas se propongan una nueva aventura, algo que las podia nunca se habían atrevido a intentar: un viaje al centro mismo de la galaxia*.

‹Pero todos los textos dicen que eso es imposible, tú misma lo afirmaste. Los mecs tienen fuerzas enormes allí dentro›. Quath caminaba por una zona fangosa de suelo destrozado y suelto. Los terremotos habían derribado esas montañas.

*Las muestras hablan de una época en que seres orgánicos, los que nos dieron los genes tal vez, se aventuraron cerca del agujero negro central. Tal vez haya una forma de entrar, a pesar de la interferencia de los mecs. Pero necesitaremos todos nuestros recursos*.

Quath se detuvo cerca de una quebrada. En la selva que se alzaba un poco más allá estaban los humanos a quienes perseguía. La señal que había colocado brilló durante un microsegundo. Su Nada estaba entre ellos. Pero ahora no podía pensar en la caza.

‹Pongo mi alma y mi cuerpo, todo, en esa empresa›, dijo.

*Tal vez sea necesario poner eso y más*.

Algo en el tono de la Tukar’ramin hizo que Quath le contestara con una pregunta:

‹¿Podríamos aprender mucho en el Centro Galáctico?›.

*Es lo que suponemos, lo que hay que esperar. Los mecs esconden sus actividades en los pocos años luz del interior. Las Iluminadas se han preguntado durante milenios por qué coleccionan quásares, se han interesado por los experimentos que vienen realizando desde hace siglos. No podemos pensar en terminar con esos seres si no conocemos sus habilidades más profundas, que tal vez son las más peligrosas*.

‹Yo sólo tengo habilidades muy limitadas. No sé nada de…›.

*Tienes algo que necesitamos*.

‹¿Qué puedo tener? ¿Qué?›.

*Tu Nada*.

‹Yo, no sé qué…›.

*Percibí a tu pequeño pasajero cuando todavía estabas en la Colmena*.

‹Yo supuse…›.

*Más vale que sepas que yo conozco tus corrientes cruzadas y tus oscuros pensamientos, Quath. No habíamos tenido una Filósofa en esta Colmena desde hacía mucho tiempo. Decidí que siguieras con tus deseos internos*.

‹Mi Nada…›.

*Tal vez te lo guardaste como mascota. Ya se ha hecho antes. No es un crimen. En realidad, el hecho de que te guardaras a ese Nada en secreto es una muestra de la sabiduría misteriosa que contiene una Filósofa, aunque ella lo ignore. Cuídalo bien*.

‹No, es que no…›.

*Dime*.

‹No lo tengo›.

*¿Qué?*

‹Lo estoy usando para rastrear a otros Nadas›.

Una alarma se disparó en el aura proyectada de la Tukar’ramin.

*Las Iluminadas necesitaban a ese Nada. Era personaje principal en la nave que los trajo aquí y lo necesitamos*.

‹Pero yo…›

* ¡Búscalo!*

Y con esa orden, el aura proyectada de la Tukar’ramin desapareció como si se la hubiera llevado una brisa súbita. Quath sintió que la Tukar’ramin se alejaba para transmitir la información a toda velocidad.

Debería haber sentido alegría ante ese giro del destino. Las muestras que habían encontrado ella y Beq’qdahl parecían más importantes que cualquier sueño fabuloso. Su Nada representaba una clave. Su transgresión, haber escondido al Nada, haber mentido por omisión a la Tukar’ramin, todo eso estaba perdonado.

Sin embargo, se sentía enfadada y frustrada. Se acercó rápidamente a la selva. Si las Iluminadas no sabían responder a sus preguntas, ¿quién podría hacerlo? ¿Era posible que la terrible visión de un universo vacío y completamente absurdo no tuviera enemigos, ni siquiera en los niveles más altos?

Inquieta, Quath se adelantó con su aura, esperando encontrar algo del gusto salado de su Nada. No iba a resultar fácil si confiaba solamente en las emisiones escasas de la señal que había colocado en el equipo primitivo del Nada, aumentos muy elementales que eran una parodia absurda de las piernas elegantes de las podia.

Nunca imaginó que pudiera necesitar al mismo Nada, solamente al grupo que lo acompañaba. ¡Qué molesto!

Captó un sabor eléctrico de Nadas diseminados en la masa espesa de la selva, más adelante. Al aire libre, resultaba difícil distinguir cuál de ellos era el que había tenido antes. Amplificó las señales y se sofocó.

Verticales y horizontales muy feas por todas partes. Una luz cambiada. Y con estas percepciones tan obvias, un torrente de emisiones muy intensas.

Coloraciones silenciosas de cansancio y dolor. Olores rojos y amargos de miedo. Amarillos de vergüenza.

Orgullo. Una confusión ruidosa, inmensa. Una envidia acre malicia escondida y deseos incomprensibles y confusos.

Deseos desconocidos, inquietos, bajo la capa aceitosa de los sentidos. Resultaba difícil creer que esos Nadas fueran tan inconscientes.

Un estado de semiinconsciencia enigmática flotaba en esas mentes. Sufrían continuamente de sentidos ambiguos y divididos. Sus pensamientos se interrumpían constantemente con mensajes que detallaban su hambre, la situación que los rodeaba, sus incesantes deseos sexuales (¡incluso cuando estaban tan agotados!), sus mundos pequeños, vívidos, confusos.

Quath enfocó su aura como una aguja y la colocó en un Nada que yacía muchas colinas más adelante. ¿Era el suyo?

No estaba segura, perdida en la multitud de percepciones primitivas, rápidas. En ese pantano pegajoso ni siquiera podía aislar sus submentes. Mantuvo los músculos rígidos con mucho cuidado y forzó al Nada a levantarse. ¿Le parecía familiar?

Uno de los miembros superiores del Nada presionaba una cosa suave contra su cara. No, dentro de la cara. Un estallido horrible y salado le dijo que eso era una boca, tal vez la boca principal. A todas luces el Nada disponía de un sistema de degustación muy aumentado, porque la comida emitía arroyuelos de bilis caliente como la lava en el interior del agujero de la boca. Eran muy dolorosos.

Los otros Nadas lo miraban. Ella se dio cuenta de que los alarmaría el hecho de que escupiera la comida al suelo, donde tal vez quemaría las hojas. Esos Nadas eran pobres; si desperdiciaba la comida, se convertiría en sospechosa. No debía asustarlos antes de haber encontrado a su propio Nada o tal vez todos huirían a la carrera. Quath obligó al ser a tragar. Además, quería averiguar cómo sabía esa comida.

¿Qué podía hacer esa criatura primitiva? Ella no había entrado así en su Nada; estaba adquiriendo práctica. La curiosidad la azuzaba.

Lo hizo ponerse de pie en un solo miembro, después en el otro. La sensación de la inestabilidad de un bípedo resultaba extrañamente emocionante. Hizo que uno de los podios diera un paso, tomó el cuerpo cuando empezaba a caer y después llevó la segunda pierna hacia delante. La sensación de estar jugando con el peligro, de caerse y corregir la posición, era decididamente maravillosa.

Dio otro paso adelante. Y otro. Las piernas transmitían el impacto hacia arriba y Quath aprendió muy pronto a amortiguarlo con las rodillas. Una sola columna vertebral parecía caminar sobre un colchón de caderas y asentaderas.

Peor, hacía doler abajo. Los músculos estaban muy tensos, como si esa fuera una condición constante. ¡Qué diseño tan pobre! ¡Y eran tan poco imaginativos que toleraban esos dolores irritantes sin hacer nada!

Rotó la cabeza y vio una cantidad sorprendente de lo que sabía que siempre rodeaba a los Nadas, pero sin la textura filigranada que ella conocía y cargada de pesos emocionales.

Ese Nada reaccionaba inmediatamente ante casi todo lo que veía. Si pasaba junto a un arbusto bajo con bayas coloradas y pequeñas, sentía una oleada poderosa de hambre. El cielo sombrío por encima le pedía que lo revisara para ver si se acercaba alguna amenaza. Una brisa húmeda se introdujo en sus narices y hubo visiones de lluvia que dispararon alarmas internas. Una cara cercana excitó recuerdos de tiempos más felices, una risa, un fuego caliente…

Pero Quath descubrió que esa cara que se acercaba emitía sonidos que pertubaban a su anfitrión. La cara daba señales rápidas de alarma. Una arruga por debajo de la línea del cabello. La única boca se partió y los labios se enrojecieron bruscamente. Asomaron los dientes. Una reducción del espacio entre los ojos y el comienzo del cabello.

Por lo visto no estaba manejando bien a ese Nada, a pesar del excitante descubrimiento de lo que significaba el caminar sobre dos podios. ¡Y pensar que había creído que lo estaba haciendo como una experta! ¿Qué calidad podía alcanzar una forma de movilidad como esa a pesar de todo?

El Nada que se acercaba pronunció algo incomprensible. El mensaje primario estaba en el tono de la voz, que se hacía más y más agudo a medida que los sonidos se sucedían cada vez más rápido. Quath no quería asustar al grupo porque deseaba explorarlo antes. Además había un elemento más profundo en ellos, algo que todavía no comprendía. En ese momento deberían haber aparecido aunque fuera algunas submentes. Seguramente estaban integrados de una forma muy extraña.

Descartó el asunto y decidió dejar al Nada. No había que alarmar a sus acompañantes. Se desconectó despacio. En un instante estaba de nuevo en su propia aura eléctrica.

Ahora la lluvia llegó bruscamente hasta ella, placentera, extraña, cálida. Le recordaba los arroyos de comida de la Colmena. Se dejó ir en la suave caricia del viento y el aire. Después se arrastró con cansancio hacia delante. El asunto de encontrar a su Nada podía convertirse en una empresa muy difícil. Lamentaba no haberle puesto una señal brillante y permanente. Había tenido miedo de que incluso una cosa de tan poca inteligencia pudiera advertir algo así. Muy bien, adelante, pensó y siguió arrastrándose a través del torrente de agua.