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in aire, silencioso, el paisaje metálico surgió como una reluciente promesa de orden perfecto ante la distante negrura moteada. Contemplando la vista, Killeen pensó cuan divertido era que su trabajo consistiera en hacer pedazos esa autosuficiente certeza geométrica y en establecer el caos perfecto.
Estaba de pie en la bóveda de control. Shibo estaba a su lado. Era la primera vez que dirigía un complicado movimiento de la Familia sin estar realmente allí, participando. La Familia Bishop tenía una larga tradición de capitanes que luchaban, se arriesgaban y morían junto a sus compañeros de Familia. Pero ahora, al operar por primera vez desde tiempo inmemorial, desde una verdadera nave espacial, eso era imposible. Sólo desde aquí podía supervisar y controlar a todos los reducidos equipos que trepaban por la torre en busca de la mente principal.
La cambiante escena de la pantalla principal procedía directamente de la cámara omnidireccional de la espalda de Toby. Los ojos de Killeen se enfocaban en cada centelleo y cada nuevo movimiento del disco plano, pero dejaba que sus propios reflejos respondieran a las imágenes. Cerraba y abría los puños para volver de nuevo a cerrarlos.
Shibo le miró con prudencia:
—¿Dijiste a Cermo que se llevara a Toby?
—No.
—¿De verdad? —Parecía sorprendida.
—Esperaba que Cermo eligiera a Toby porque es rápido. Seguro que alguien de la tripulación lo verá como un simple favor. Pero si le contradecía e interfería a causa de Toby…
—Me doy cuenta.
—Es un compromiso. Esa cámara hace que tengas que ir más despacio, te convierte en un blanco más fácil, pero…
—Pero te da una oportunidad de avisarle si no se da cuenta de algo.
La boca de Killeen se curvó en una mueca de irritación.
—¡No! Iba a decir que eso le coloca en segunda línea.
—Lo que es mucho más seguro.
—Por supuesto.
Se volvió para ver la sonrisa silenciosa e irónica de Shibo. Estaba a punto de ladrarle una respuesta, cuando se detuvo, se obligó a sí mismo a apartarse de su máscara de capitán y se sorprendió haciendo su habitual gruñido de diversión. Ella le comprendía perfectamente, y cuando estaban solos, no le permitía abandonarse completamente al rol de capitán. Estaba a punto de besarla —habría sido más fácil que hablar— cuando la pantalla de arriba cambió.
Toby avanzaba rápidamente a través del disco plano, a grandes zancadas y con algunos problemas para encontrar los agarres de las botas. Estaba en una de esas miríadas de «calles» abiertas que, debido a insondables razones, cruzaban el disco. La torre aparecía directamente por encima de él, mayor de lo que el objetivo podía abarcar.
Lo que había atraído la atención de Killeen era el amplio salto de Toby hacia fuera de la «calle» que, hasta entonces, le había protegido. Se alzó hasta el lateral de la torre, aplicó el acoplador magnético y se agarró con un sonido seco a la tachonada pared de la torre.
Dos nuevas figuras con traje espacial se le unieron. Corrían a lo largo de la pared, dejando que las botas se agarraran e impulsaran. Sobre el horizonte de la curva de la torre apareció un agujero. Los tres se dejaron caer en él. Killeen vio que una de las figuras era Besen; los dientes eran lo único visible dentro del casco a la luz amarilla de la estrella.
Se alzó un eco chirriante. Algo les escupió microondas desde un pasaje lateral. Los mecs de bajo nivel siempre creían que sus armas podían matar cualquier cosa. No se daban cuenta de que las formas orgánicas podían cerrar todo el espectro electromagnético y seguir funcionando independientemente.
Killeen se alegró de haber mandado a sus hombres con los receptores internos totalmente desconectados, excepto la conexión de la cámara que llevaba Toby. En ese momento aparecieron Toby y Besen cerca de los grandes aparatos mec y les abrieron unos buenos agujeros.
El escuadrón se introdujo en la torre. Trabajaban sin comunicar, para no proporcionar señales electromagnéticas a los mecs. Un brillo duro y amarillo los llamó desde un túnel estrecho y Toby no dudó en entrar tras él.
Killeen retrocedió un paso y los surcos de su rostro se hicieron más profundos, pero no dijo nada. Por un momento siguió el rastro de otros escuadrones y dio órdenes para las maniobras.
El ataque iba demasiado bien. Los escuadrones se movían de lado, se detenían y seguían avanzando con agilidad. Los mecs eran ineptos y no estaban preparados para el fracaso de su primer plan. Probablemente habían querido humillar al Argo con una demostración de fuerza. Eran guardias, no luchadores expertos.
Bien ordenados, sin embargo. Sugiero que tengas cuidado cuando tu línea progrese hacia el interior. Una defensa lenta puede llevar a un atacante rápido y poco reflexivo a una buena trampa.
La interrupción del Aspecto Ling recordó a Killeen que debía ordenar a los escuadrones laterales que atacaran las líneas de comunicación que encontraran. Respondieron al instante y cortaron varias líneas claramente visibles. Killeen estaba preocupado por las que no lo eran. Su Aspecto Ling aprovechó la oportunidad para salir del rincón.
Tiendes a dar órdenes demasiado resumidas y breves. Los grandes generales de la antigüedad tenían la cabeza bien fría, recuerda, y no permitían que el desorden de la batalla perturbara la claridad de su pensamiento. Por ejemplo, un general de tierra muy antiguo, llamado Iron Wellington, dirigía una gran batalla, Waterloo, cuando vio un fuego que amenazaba con quebrar la línea de sus tropas. Envió una nota que decía: «.Veo que el fuego se extiende desde el granero hacia el techo del castillo. Cuando se derrumben, ocupen las paredes del jardín, sobre todo si el enemigo se desliza a través de las cenizas hacia el interior de la casa». Con gracia, con claridad, con exactitud; escrita a caballo, bajo fuego enemigo, en medio de una gran crisis militar. Esa debe ser tu meta.
Killeen hizo una mueca y apareció su Aspecto Arthur:
Advierto que el mensaje contiene tiempos verbales y vocabulario difíciles incluso en circunstancias mucho menos tensas.
Arthur era un científico de tiempos de la última Era de las Arcologías. Era preciso, remilgado e invaluable. Killeen empujó a los dos hacia el fondo de su mente. Vio que el escuadrón de Toby llegaba hasta una especie de cuenco enorme rodeado de paneles titilantes. Reconoció el lugar por las fotografías que le habían mostrado algunos Aspectos en años anteriores. Un tipo de trampa antigua que utilizaba rayos láser cruzados.
—¡Salid de ahí! —envió por el canal de rayos.
Toby lo oyó y miró a la izquierda. La aceleración convirtió la imagen en una mancha confusa y aplastada.
La pantalla ofreció rápidas imágenes de conductos retorcidos, láminas cortadas de color naranja pálido, revoltijos de cables. Alrededor del escuadrón se oyó el gruñido de unos rayos que rebotaban sobre superficies curvas de metal. A lo largo de los ejes laterales, las sobrecargas eléctricas, como de oro quemado, trazaron arcos hacia delante.
—Minas —dijo Killeen—. Sellad los trajes.
Aunque la imagen rápida y crujiente siguió adelante por un túnel abierto y amplio, Killeen oyó el leve ruidito del traje de Toby, que se cerraba a todas las señales eléctricas. El voltaje brillaba alrededor del grupo, esperando humanos que no soportarían una carga simultánea de Volts y Amps, por lo frágil de su interior.
Killeen controló a varios escuadrones que habían entrado en la torre. Todos encontraban las mismas defensas débiles y torpes. Los depósitos retorcidos de circuitos de enorme densidad dificultaban la búsqueda de la mente principal. Ninguna Familia había entrado jamás en un lugar como ese. La experiencia no les servía de nada.
Lo que era todavía más extraño: algunos puntos habían sufrido daños evidentes. Allí había habido lucha. Los cortes parecían recientes, además. Su Aspecto Ling dijo:
Tal vez eso explica la resistencia rudimentaria que estamos encontrando.
—¿Cómo?
Si alguien tomó la estación, tal vez la dejó en manos de fuerzas meramente simbólicas.
—¿Algún grupo rival de mecs? —Killeen sabía que las ciudades mecs a veces luchaban entre ellas, que había una competencia salvaje. Tal vez habían acabado con el comité de bienvenida del Mantis.
Tal vez. Es probable que entendamos mejor las cosas cuando encontremos a la mente principal.
Killeen miró cómo se movían sus equipos en una proyección tridimensional de la torre completa. Shibo hacía entrar en el sistema la información reciente que enviaban los escuadrones y llenaba rápidamente bloques de detalles en los grandes espacios vacíos del extremo norte de la torre.
A Killeen le pareció descubrir un esquema, una lógica en los túneles retorcidos como serpientes. La multitud de pasillos y ejes de la estación no tenían su centro en el plano del disco. En lugar de eso, apuntaban a un punto muy por encima, en el extremo norte de la torre. Envió órdenes a los equipos para que investigaran ese sector. Después volvió a prestar atención al ojo de Toby, que le enviaba las imágenes más completas. Los sistemas del Argo las integraban inmediatamente al mapa tridimensional de la estación.
Toby estaba deslizándose por un eje hexagonal. Besen volaba por delante. Los dos se movían con habilidad en la gravedad cero, maniobrando con la experiencia que habían adquirido con los ejercicios diarios a bordo delArgo.
Por delante había otro escuadrón, que había llegado antes al nexo. Estaban introduciendo aparatos en un gran cubo negro.
«Mente principal», llegó una señal por el comunicador.
—Eso parece.
«Estoy cableando para hacerla estallar, capitán».
—Sí.
Toby aterrizó sobre el cubo y sus botas produjeron un sonido sordo. Killeen vio cómo fijaban los cables y hacían agujeros con rápidos punzones automáticos.
Aparecieron algunos mecs defensivos, pero eran torpes y muy visibles. Murieron entre estallidos de fosforescencia rubí. Killeen frunció el ceño. Los mecs parecían demasiado lentos y estúpidos. ¿O tal vez era que no estaban acostumbrados a combatir contra humanos? Algo le cruzó la vista. Los índices mostraban un alto nivel radiactivo. «Incluso una defensa lenta puede llevar a un atacante rápido a una trampa».
—¡Salid ahora mismo! —ordenó a Toby. Una vez que llegó, la orden provocó un apresuramiento en la colocación de las minas.
—¡Dejad las cargas extra! —gritó Killeen.
«Pero están preparadas —objetó Toby—. Tengo que…».
—Mejor todavía. ¡Fuera!
Apareció algo por el extremo del eje. Era grande y se movió con rapidez, pero el aviso de Killeen había sido claro. El artefacto no tenía un buen ángulo para disparar.
Los dos escuadrones corrieron por una salida.
—Haz estallar esas cargas extra —ordenó Killeen.
«Pero están flotando —contestó Toby—. No matarán a la mente principal».
—¡Ahora!
El golpe llegó crujiendo a través del espectro electromagnético. Un alarido extraño y descendente cortó el ruido. Killeen frunció el ceño. El alarido parecía el de un animal moribundo. Los mecs no hacían ese sonido. La cosa debía de haber sufrido el estallido cuando pasaba por la mente principal. Killeen suponía que eso era lo que ejercía el control de la estación. Sólo la suerte había permitido escapar a los escuadrones. Pero todavía les aguardaban peligros.
Las imágenes de Toby mostraban a los escuadrones corriendo por un túnel que conducía lejos de la mente principal.
—No —dijo Killeen por el comunicador—. Tomad el que tiene curvas. Seguro que han apostado emboscadas en los caminos rápidos. Las curvas bloquearán los estallidos.
En un silencio fantasmagórico y extenso, sintió que transcurrían los minutos. La pantalla brillaba y giraba y se sacudía mientras Toby avanzaba a toda velocidad en gravedad cero. El muchacho abría los brazos y los hacía girar, y ponía los pies en posición para aterrizar con un cálculo perfecto de tiempo. La pantalla giraba cuando Toby tropezaba en espacios cerrados, estrechos. El movimiento barría imágenes que daban vueltas sobre el mundo enloquecido de tecnología mec que se acercaba en manada desde la oscuridad y se desvanecía rápidamente.
Al final, llegaron a un largo túnel por donde se veía la luz de estrellas en un círculo distante. Toby aceleró hacia ese punto. La pantalla cambió de pronto.
—La mente principal está muerta —anunció Killeen—. Eso que oíste fue un estallido magnético en el momento en que la mente voló en pedazos.
«Fantástico», intervino Besen.
Killeen se puso tenso. Toby tropezaba sin ruido por la oscuridad profunda, como la de una boca que bosteza. Brazos fantasmales se extendieron hacia él, azules, temblorosos, buscando algo que quemar. Además, Killeen sabía que había otras presencias llamadas Inductancias, Resistores y Capacitores, que cumplían funciones misteriosas y tal vez fatales en esos pasillos electrodinámicos. Killeen había aprendido a usarlas, pero su esencia más profunda estaba más allá de los programas prácticos que había estudiado.
Toby giró. Lo seguían tres escuadrones que buscaban constantemente el espacio exterior.
Después la pantalla mostró sólo estrellas que giraban y el amarillo pálido y crudo del disco.
Toby dio la vuelta hacia atrás. Desde la abertura que habían encontrado en la torre llegaba una forma arrugada en un traje brillante, que cambiaba de color con la radiación bailarina cuyo poder casi había alcanzado al grupo principal hacía un momento.
Killeen vio que la imagen se aproximaba al cuerpo que estaba al frente. Reconoció la espalda de Waugh, una mujer que había pertenecido a la Familia Knight y que ahora era una Bishop. La forma no se movió. Giraba en lenta revolución, tan solemne y tranquila como un planeta en su órbita. Toby se acercó con cuidado. Dentro del casco no había nada.
Entonces, Killeen advirtió un punto negro en la bota de Waugh, tal vez un defecto, un golpe por el ataque. Era un agujero muy pequeño, apenas lo bastante profundo como para quebrar el sello de vacío del traje. Pero había dejado entrar voltaje y estaba rodeado por un halo negro de tejido quemado. Killeen vio que el casco de Waugh estaba levemente deformado y agrandado. Comprendió entonces por qué no había podido distinguir lo que había dentro. El carbón había teñido de negro el visor. Agradeció esta circunstancia: así no veía la cabeza de Waugh, que había volado en pedazos.