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o recordó de pronto en plena cena de celebración. Waugh, un buen elemento al que no había conocido bien. Ella había pagado el precio de la decisión de su capitán y él nunca sabría si el costo podría haberse reducido.

Por suerte, su material genético y sus óvulos se conservan en el Argo. Debemos tomar medidas para asegurarnos de que toda la Familia contribuirá a la diversidad genética de las futuras generaciones. Aconsejo…

—¡Cállate! —murmuró Killeen. Su Aspecto Arthur no tenía sentido de la oportunidad ni de la decencia, y Killeen no estaba de humor para sus análisis fríos y analíticos. Levantó la vista de su berenjena, cocida y condimentada, y vio que nadie había advertido sus palabras, o tal vez eran demasiado educados como para demostrarlo. En la actualidad se consideraba más correcto ignorar las manifestaciones externas en las conversaciones con los Aspectos. La vida fácil del Argo estaba refinando a la Familia.

No podía evitar recordar una y otra vez la batalla, una costumbre que había adquirido a través de los años de huida en Nieveclara. La Familia siempre llevaba a cabo un Testimonio Público si un miembro terminaba herido o muerto en un ataque y en esta ocasión habían perdido a Waugh y Leveerbrok, los dos muertos por armas eléctricas. Así que el Testimonio era un símbolo de duelo, y después la Familia se dividía en unidades más pequeñas y huéspedes para una comida que dejaba a los muertos atrás y permitía expresar una alegría muda por la victoria. Killeen había visto muchas ceremonias como esta, pero la mayoría eran para celebrar nuevamente el escape con éxito de otra emboscada o persecución mec. Resultaba agradable presidir esa comida como capitán después de una auténtica batalla, una acción intensa que habían ganado con rapidez.

—Espero que la próxima vez cargues a otro con el ojo —comentó Toby mientras pasaba una cacerola con pasta aromática.

Killeen se permitió sonreír.

—Cermo toma las decisiones menores acerca del personal —dijo severo.

—Ah, ¡vamos, papá! —repuso Toby con tono risueño—. Estás escurriendo el bulto.

—¿Que estoy qué?

—Escurriendo el bulto —explicó Besen, pronunciando las palabras con cuidado—. Quiere decir soslayando el tema.

—¿Un nuevo lenguaje para los indómitos jóvenes Turk? —preguntó Shibo.

Toby y Besen los miraron, mudos, pero el segundo invitado, Loren, dijo con alegría:

—Bueno, supongo que tenemos nuestra forma de hablar.

—¿Turk? —insistió Toby.

—Una vieja expresión —explicó Shibo—. Los Turk eran una familia de vida muy agitada.

Eso era nuevo para Killeen, que nunca había oído esta palabra, pero no lo demostró. Estaba casi seguro de que si los Turk habían sido una Familia, debía de haber sucedido mucho antes de que la humanidad llegara a Nieveclara. Tal vez habían estado en los Candeleros o incluso podían venir de la antigua Tierra. Shibo había hecho buen uso de los años de viaje: había establecido una buena relación con sus Aspectos y había aprendido mucho. Además de la ayuda técnica, los Aspectos y hasta los Rostros hablaban de sus tiempos perdidos y sus antiguas tradiciones.

—Sí —corroboró Killeen—, los Turk luchaban bien y eran muy rápidos. —Vio que Shibo lo miraba con escepticismo, pero siguió adelante—. Sin embargo, no tuvieron un día tan glorioso como este.

—Sí, los reventamos —observó Loren con ojos brillantes.

—Los dejamos limpios —confirmó Toby.

Besen asintió.

—Y eran mecs nuevos, además.

—Ah, te diste cuenta —dijo Shibo con aprobación, mientras pasaba un plato de galletas de la nave, aderezadas con mostaza.

Toby parecía ofendido.

—Claro que nos dimos cuenta. ¿Crees que no recordamos, que no distinguimos un peón de un Rastreador?

Besen contestó con tranquilidad:

—Esos eran mecs de Nieveclara. ¿Por qué iban a tener los mismos aquí?

—Los mecs están en todas partes, por eso —dijo Toby.

Loren era más alto que Toby, pero también más delgado, y eso le daba el aspecto de un hombre preocupado y estudioso.

—¿Quién lo dice?

—La tradición. Los mecs están en todo el Centro Galáctico —se burló Toby.

—Tal vez se adaptan a cada estrella —intervino Loren con parte de razón.

Toby no podía contestar a eso, pero Besen frunció los labios y observó.

—Los mecs pueden adaptarse con facilidad a los planetas, de eso estoy segura. En cambio la vida tiene más dificultades.

—¿La vida? —preguntó Toby, indignado—. Podemos ir mucho más rápido que los mecs.

—No —replicó Besen con paciencia—. Me refiero a adaptación real. Cambiar el cuerpo, cosas como esas.

Killeen dirigió a Shibo una mirada de aprobación. Para ser simples tripulantes, conocían mucho más de lo que él había sabido a esa edad.

—¿Cómo eran esos mecs?

—Lentos como una puesta de sol —se burló Toby.

—Parecían desorganizados. No se formaban bien —apuntó Loren con más juicio.

—No creo que fueran luchadores —dijo Besen.

—Peleaban —protestó Toby—. Recuerdo que tú también te escapaste de los disparos.

Killeen se inclinó hacia delante, interesado.

—Besen, ¿por qué crees que no eran luchadores?

Ella se detuvo. Sabía que el Capitán había dejado que expresaran sus pensamientos y de pronto se sentía muy consciente de sí misma y muy avergonzada.

—Bueno, tenían anclas, gatos, brazos múltiples. Equipo de trabajo.

—Trataron de achicharrarnos —intervino Toby.

Besen insistió con lo suyo.

—Esos discos de microondas tal vez eran equipo común, no armas.

—¿Y qué me decís de lo que atrapamos en la mente principal? —insistió Toby.

—No estoy segura de eso —admitió Besen, después de una pausa.

Killeen la observó con atención. Fuera lo que fuera, lo que había estado acechándolos cerca de la mente principal se había desintegrado cuando estallaron las cargas. La Familia había encontrado sólo fragmentos inconexos. Pedazos de carne, pero los mecs de Nieveclara usaban componentes que imitaban la química autorreparadora de la vida.

—No creo que averigüemos la respuesta hasta que nos encontremos con los mecs que construyeron la estación —continuó Besen.

—Vamos, estás inventando fantasmas —dijo Toby, riéndose.

—Reconozco a un mec peón en cuanto lo veo —rezongó Besen—. Eso es lo que encontramos en la estación. Los mecs superiores estaban en la mente principal.

—No lo sé —suspiró Toby—. No vimos gran cosa.

—Es lógico —dijo Besen, y miró a Toby con ojos cariñosos, divertidos—. La estación ya estaba dañada. Probablemente alguna fracción mec la tomó de manos de otra. Los agarramos antes de que pudieran volver a instalar las defensas. Esa es mi opinión.

Killeen vio que Toby sopesaba la idea. El muchacho era inteligente pero dejaba que el entusiasmo le empañara o inutilizara la mente.

—No sé, incluso si era un mec importante o algo así, fuimos más rápidos que él.

—Tuvimos suerte, eso es todo —opinó Besen.

—¿Suerte? —Toby se sentía ofendido—. ¡Rapidez, dirás!

—Si el Capitán no nos hubiera ordenado que lo dejáramos todo y escapáramos, habríamos sido carne de mec.

Killeen se sentía satisfecho al ver que Besen no aceptaba a ciegas todo lo que decía Toby. Las hembras adolescentes de la Familia mostraban una lamentable tendencia a aceptar el punto de vista de sus parejas. Las generaciones de vida sedentaria en la Ciudadela Bishop habían provocado eso. La Larga Retirada después de la caída de la Ciudadela lo había borrado, o eso era lo que Killeen había creído, pero unos pocos años a bordo del Argo parecían haber logrado que esas costumbres recobraran vigencia. Él quería que las mujeres de la Familia no cedieran a la seguridad de los hombres y que desarrollaran su habilidad para ser líderes. En una crisis de batalla, la timidez era fatal.

Killeen compartía la creencia tradicional de que las mujeres eran mejores capitanes que los hombres. La sabiduría convencional indicaba que cuando las mujeres superaban la fase adolescente y romántica y acababan la crianza de sus hijos demostraban sus habilidades públicas, sobre todo en el campo de las negociaciones y la diplomacia. Podían pasar de ser buenos contramaestres y oficiales ejecutivos a buenos capitanes. Pero ahora, la Familia no tenía tiempo para esos métodos largos, sutiles y probablemente poco económicos. Él debía alentar un pensamiento independiente en todos, y a la mierda con el baile de consagración de la unión de los sexos.

—Yo estoy de acuerdo con Besen —dijo.

Besen sonrió. Toby parecía sorprendido, pero lo disimuló rápidamente tomándose el puré frío de patatas.

—Aunque Waugh y Leveerbrok tal vez pensarían lo contrario.

La cara de Besen se ensombreció. Killeen lamentó haberse mostrado tan directo. No sabía cómo manejar a los jóvenes de la tripulación.

—Sin embargo tienes razón. Creo que cometieron muchos errores.

Loren asintió con seriedad.

—No se detuvieron. No arreglaron sus trajes cuando los golpearon.

—Cierto —asintió Shibo enfáticamente. Killeen captó su mirada, con la cual le decía que acudía en su ayuda aunque consideraba que él había sido muy torpe—. Les dispararon láser en los circuitos. No lo arreglaron. El voltaje los mató.

Killeen todavía no entendía bien la diferencia entre los Volts, esos espíritus poderosos que vivían dentro de los mecs, y los Amps, el sentido misterioso de flujo que ayudaba a los Volts a buscar y moverse en el mundo de las máquinas. Los Volts eran la intención, y los Amps, los corredores que la realizaban contra los Ohms. Sabía que nunca entendería ese tipo de cosa. Había oído la explicación científica, pero no la entendía del todo.

En lugar de eso, como hacía casi toda la Familia, trataba las esencias científicas de su mundo como un grupo de espíritus y personalidades llenos de color, animación y voluntades elementales que orquestaban hechos que él no podía percibir. Aprender a usarlos significaba estudiar determinados rituales aburridos, conectar cables, colocar números y órdenes, arreglar conexiones y chips, y eso permitía un comportamiento adecuado en las entidades que habitaban el interior de la complejidad delArgo.

Killeen sentía que había motivaciones vivas en la materia inerte, pero imaginaba que eso procedía de la humanidad misma y animaba la vieja tecnología humana con una nueva fuerza. La tecnología mec, en cambio, era inerte por definición y quedaba más allá de la comprensión humana. Venía de evoluciones más recientes y más altas en la galaxia, pero él la despreciaba por lo que le hacía a la humanidad y por su indiferencia ante el dolor, la angustia y la pasión inexpresable de los sentimientos humanos, que los mecs, en su universo seguro e inconsciente, no podrían sentir nunca.

—Sí —agregó—. Los Volts se escondieron en los ejes. Como minas; los mecs no tenían proyectos. El descuido mató a Waugh y a Leveerbrok.

Esa frase trajo un silencio pesado y miradas pétreas en la mesa. Killeen se mordió el labio y deseó saber cómo expresarlo de una manera más suave. Lo mejor sería zanjar el problema de una vez por todas, antes de que la experiencia se desvaneciera en el tiempo.

—Así fue —dijo alegremente—. Pero vosotros tres fuisteis rápidos y seguros, excelentes.

Levantó un vaso de sidra y todos le imitaron. Había un brindis tradicional en cada cena post Testimonio, y esa parecía una buena manera de quebrar el mal humor. Murmuraron su acuerdo y Killeen dijo:

—Limpiemos la mesa. —Todos lo miraron intrigados—. ¿No tenían esa costumbre en la Familia Knight? —preguntó a Shibo.

—¿Terminar toda la comida?

—Después de un Testimonio, sí. Demuestra confianza en el futuro y se hace para reunir energías en previsión a futuras batallas y victorias.

Shibo meneó la cabeza.

—La Familia Bishop siempre fue muy glotona.

—No somos nada —intervino Toby—, comparados con los Knight.

—Supongo que empezó en los malos años en la Ciudadela Bishop —explicó Killeen—. Yo era pequeño, ¿recuerdas? Terminar la comida era lo mejor; sazonados, crujientes…

Shibo levantó una ceja, mirándolo.

—¿Qué era sazonado y crujiente?

—La comida. Insectos, gusanos.

Todos lo miraron, sorprendidos.

—¿Os los comíais? —preguntó Shibo, incrédula.

—Ah, sí. Había épocas en que no teníamos nada más.

—¿Comíais gusanos? —preguntó Toby, con la boca abierta.

—Éramos considerados, nos comíamos sólo los que se metían en nuestros cultivos para robarnos la comida. ¿No te parece justo? —Y agregó, ante las miradas de horror—: Los salábamos y los cocíamos sobre el fuego de la Familia. En grandes canastas, mezclados con lo que estuvieran comiendo ellos.

Loren tragó saliva con dificultad y los otros observaron fijamente sus platos.

—Comed ahora —indicó Killeen, y casi no pudo contener una carcajada.

Los labios de Shibo jugaban con una sonrisa y después se convirtieron en una línea delgada y solemne cuando comprendió lo que sucedía. Aquella tontería les había hecho olvidar a Waugh y Leveerbrok. Killeen suponía que la tripulación sabría pronto que su capitán había comido gusanos, y estaba orgulloso de ello. No era malo que circularan historias desagradables acerca de los viejos tiempos. Ayudaba a reforzar la débil comunidad que tan necesaria le resultaría en el futuro.

Killeen terminó los restos de berenjena y judías que había en su plato. Los demás empezaron a charlar de nuevo, pero él no dijo nada, porque de repente, sin previo aviso, había empezado a sentir algo negro y desagradable.

Había disfrutado de la comida en compañía de su hijo y sus amigos, pero no había podido actuar solamente como padre. No podía abandonar su papel de capitán al igual que se quitaba la túnica y el emblema. Loren y Besen eran amigos de Toby, pero también eran tripulantes y un buen capitán debía aprovechar cualquier oportunidad para entrenarlos. Aunque habían viajado muy cómodos durante estos años, a partir de aquel momento no habría lugar para la buena vida.

La experiencia de ver correr a su hijo por pasillos oscuros y alienígenas había llenado de horror a Killeen. En ese instante había suprimido la sensación, pero ahora volvía a él en forma de mal humor mientras los demás seguían comiendo. Estaban calculando en qué proporción habrían subsistido las antiguas Familias gracias a comida horrenda, o en qué proporción tendrían que hacerlo ellos en el futuro, y él sabía que estaban tratando de captar su atención. Pero no podía borrar de sus ojos las imágenes del asalto.

Para esos tres tripulantes, que bromeaban alegremente, la acción había sido un triunfo emocionante. Para Killeen había conjurado recuerdos de docenas de batallas y toda la angustia que había sentido en ellas. Los jóvenes todavía no habían comprendido que la muerte no era el resultado dramático de un ataque heroico, sino que se aproximaba con un sonido súbito y entonces caía un miembro de la Familia, quemado, achicharrado alcanzado por un arma. Desaparecían antes de comprender lo que les había pasado. El hecho de que cayera este o aquel dependía de miles de factores que no se podían juzgar nunca por adelantado: posiciones, terrenos, velocidad, color de la armadura del cuerpo, detalles de los movimientos mec y de su forma de disparar, detalles ínfimos que cambiaban constantemente. Así que la muerte era azarosa e incomprensible, eso era lo que se aprendía en el campo de batalla. Los Testimonios y las cenas ceremoniales no podían eliminar esta verdad penetrante y horrible.

¿Cómo había manejado su padre este conocimiento? Abraham nunca había parecido preocupado por las pérdidas que sufrían cuando salían a atacar a los mecs fuera de la Ciudadela. Incluso en los peores momentos, su espíritu astuto no parecía deprimido. Sin embargo debía de estarlo. Esa era la diferencia entre Killeen y su padre. Él tenía que luchar para mantener la fachada digna de un capitán. En Abraham no había habido falsedad. Abraham siempre había sido sincero.

Se dio cuenta de que hacía ya mucho tiempo que permanecía en silencio y abrió la boca para unirse a la conversación. Antes de que pudiera pronunciar una palabra, se oyó la señal de Cermo en su comunicador. Toda la mesa la oyó y de repente la charla cesó. Sabían que Cermo, que estaba de guardia, no habría llamado si la cosa no fuera importante.

Killeen se tocó la muñeca.

—¿Informe?

«Capitán, algo le pasa al planeta». Todos oían la tensión en la voz de Cermo.

—¿Otra nave que llega? —Ya había llegado una procedente de la superficie del planeta. La Familia había dominado a los dos pilotos. La nave estaba llena de repuestos para motores.

«No, señor, es…, bueno, mejor que venga y lo vea».

—Ya voy —dijo Killeen y se levantó. Tener que terminar la comida así lo irritaba, y agregó—: Deberías mejorar tu capacidad de descripción. —La frase tenía la agudeza y la agresividad del viejo estilo de capitán, y Killeen quedó satisfecho de haberla dicho.

«Lo siento, capitán». La vocecita de Cermo parecía ofendida. «Es…, bueno, hay un anillo alrededor del planeta. Cada vez es más brillante».

Killeen sintió frío.

—¿Está en órbita?

«No, señor. Parece… que está cortando…».

—¿Cortando qué?

«El maldito planeta, señor».